Ayer, un hombre entraba en un club gay de Orlando, en Estados Unidos, y comenzaba a disparar a los allí presentes. Han muerto 50 personas. Es la peor matanza en Estados Unidos desde el 11 de septiembre de 2001.
Podría pasar por otra de esas masacres que de vez en cuando se producen en dicho país de no ser por una cosa: el asesino es musulmán. Esto ya pasa a mayores y se convierte en un atentado. Y al parecer ha sido reivindicado por Estado Islámico.
Al momento de escribir estas líneas no ha trascendido la vinculación del asesino con el yihadismo, más allá de sus creencias. Es cierto que parece ser que el FBI lo estuvo investigando por temas relacionados con terrorismo. Aún así, el asesino pudo comprar legalmente las armas de la masacre, de forma normal y barata.
Ese es el primer debate que no se aborda en Estados Unidos: el acceso a las armas. ¿Cómo puede un hombre que fue investigado por terrorismo, que tiene un pasado de maltratador y que mostraba signos de radicalidad, comprar como si nada armas? En Estados Unidos cada año se producen varias matanzas por armas de fuego. Desde 2009 no ha habido ningún año sin al menos una matanza. Y sin embargo no se quiere ver que la locura de las armas anda detrás de esas matanzas, igual que ahora en Orlando.
El otro aspecto que subyace de la masacre de Orlando es la homofobia, que sigue instalada en la sociedad. El asesino tenía, según su padre, un fuerte odio contra los homosexuales. De hecho, esta matanza más que ser un atentado al uso de integristas islámicos es un ataque a la comunidad LGTB. Pero a veces no es preciso matar para atacar. El estado de Florida, hasta ayer, prohibía las donaciones de sangre a los homosexuales. Y esto era algo normal. Homofobia institucional, homofobia normalizada. En España tenemos también ejemplos de homofobia normalizada en las palabras de cierto arzobispo, jaleadas y aplaudidas por sus feligreses, sobre los ataques del imperio gay. La única diferencia entre este arzobispo y un imán radical es que el arzobispo señala pero no hace un llamamiento a matar. Porque la sociedad no le deja.
Antes de que se me malinterprete diré que la culpa de la masacre la tiene el propio asesino y los que le han lavado la cabeza. Pero esta matanza también debe hacernos ver la homofobia latente de nuestra sociedad. Hoy lloramos a estas víctimas pero mañana un hashtag homófobo será trending topic en Twitter. Hoy lloramos pero mañana muchos aplaudirán a un arzobispo homófobo. Hoy lloramos pero mañana no protestaremos cuando nuestro país comercie con países que no respetan los derechos de la comunidad LGTB.