Revista Belleza

LO QUE ESCRIBO (X): La casa de los espejos (II)

Por Gadirroja

LO QUE ESCRIBO (X): La casa de los espejos (II) La semana pasada me apunté al reto de escritura de contar una leyenda de la tierra de una, en este caso elegí "La casa de los espejos", que es una leyenda gaditana.Te dejé escrita la primera parte y hoy finalizo. Espero que te guste.


- Pero padre… Doña Consuelo…no me gusta – Dijo Encarnita bajando sus enormes pestañas en un gesto de cierto desconsuelo, mientras sus mejillas se teñían de rojo.

Esta joven, a la que todos seguían llamando Encarnita pese a que era prácticamente una mujer, no entendía aún que Don Luis fuera a casarse de nuevo. Y Don Luis lo comprendía, pero no estaba dispuesto a ceder: necesitaba rehacer su vida y Consuelo le había traído de nuevo una ilusión que creía muerta. Es cierto que no terminaba de encajar con Encarnita – y que tampoco es que se esforzase en hacerlo – pero la muchacha tenía ya edad de sobra para comprenderlo.

- Poco a poco, Encarnita. Verás cómo os entendéis. Ahora, déjame que parta tranquilo: el frío norte me espera. Ya sabes que a la vuelta, prometo traerte un nuevo espejo…y te aseguro que será único y especial.

Y así fueron pasando las idas y venidas. Últimamente, Encarnita parecía a cada vuelta más delgada, más pálida y ojerosa. Don Luis pensó qué quizá la chica tuviera mal de amores, no en vano estaba en la edad propensa a ello. Lo que no sospechaba era que la enfermedad de Encarnita, lenta pero implacable, venía de las gotitas de arsénico que cada dos o tres noches, con una paciencia infinita, Consuelo vertía en la infusión que la chica tomaba antes de irse a la cama. Esa mocosa protestona era un problema porque además, Consuelo ya estaba gestando una nueva vida, que era la que debería heredar todo lo conseguido por Luis, en vez de esa niña caprichosa y su chaladura de los espejos.

A la llegada de Luis de Chipre, una noticia terrible le esperaba.

-  ¡Pero dios mío! – gritaba Luis - ¿Cómo no me mandasteis avisar, por el amor de dios!

 

La imagen del caballero, siempre tan correcto, ahora mesándose el cabello, llorando y gritando como un orate, parecía no corresponder a la misma persona que todos conocían. Encarnita, su Encarni, su niña… había fallecido hacía apenas dos semanas, de unas terribles fiebres. La muerte de su mujer y ¿ahora esta? ¿Qué clase de maldición le rondaba?

- Mi amor, mi buen Luis, cariño mío… - le hablaba Consuelo despacio, y en calma, como intentando contagiarle su sosiego – No tenía ningún sentido hacerte venir porque habrías tardado lo mismo: dos semanas. Procedimos al entierro de Encarnita, el padre Juan le dedicó misas y salves, y ahora aquí estamos, afrontando cada día su partida.

Los ojos verdes de Consuelo derramaron una única lágrima perfecta, brillante como el cristal.

En su delirio, Luis paseaba como un león enjaulado. ¡Se sentía tan impotente, tan desgraciado! ¡Él, que lo había tenido todo! Arrastrándose como un pobre diablo, entró al cuarto de la niña, apenas incapaz de afrontar la estampa de su dormitorio vacío.

Cerró la puerta porque necesitaba estar solo, y se sentó en la cama de la niña a llorar. Se agarraba la cabeza entre las manos, gimiendo e hipando, cuando un leve movimiento le llamó la atención: en el espejo que le vendió aquella santera yoruba parecía que se reflejaba algo.

Luis se acercó, para ver mejor…¡eso era imposible! Dentro del espejo vio a Consuelo, pero no vestía como hoy. Consuelo, con su bata de estar en la casa, preparaba una infusión y en ella vertía unas gotas de algo. Luego se la llevaba a Encarni. La imagen se repetía una y otra vez, pero Consuelo y Encarni parecían diferentes en cada ocasión: Encarni iba palideciendo, adelgazando…desapareciendo.

Así que Luis lo comprendió todo. Dominado por una ira salvaje y animal, arremetió contra Consuelo y de un empujón, la hizo caer escaleras abajo, adonde la malvada asesina cayó en una postura imposible que delataba su final.

Desde entonces, ese majestuoso palacete no ha vuelto a ser ocupado, y mira que han pasado años. Está abandonado y se rumorea por los corrillos gaditanos que, si te cuelas por la noche, aún puedes encontrar dentro de él algún espejo, que te cuenta la terrible historia de Encarnita y su padre.

Te dejo un vídeo donde puedes ver la verdadera Casa de los espejos que inspiró esta leyenda:


Puedes leer otros escritos con esta consigna, en la entrada de Plegarias en la noche que te enlazo aquí.

Gracias por seguir en este viaje. 

 Por muchos momentos bonitos


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