En esta ocasión Neogeminis nos ha retado generosamente: en su blog ha dejado una serie de imágenes bajo el epígrafe "Rincones" y hemos podido escoger la que más nos inspire.Te dejo la mía al empezar el relato. El resto, están hechas con la aplicación de IA de Canva. Que por cierto, me comentaron varias personas en el post anterior que la IA les daba miedo. En mi opinión, ocurre con ella como con otros avances tecnológicos que ya tenemos completamente integrados en la vida cotidiana que empezaron también suscitando desconfianzas: la televisión, los móviles...y obviamente, inocuo no es nada; depende del uso que se le dé. Por eso soy partidaria, más allá de criminalizar algo, de educar en usos responsables de las tecnologías.😊
Con el miedo aún en el cuerpo, abrió la puerta de la habitación. Es curioso, porque la recordaba más pequeña: quizá al estar despojada de vida ahora, fría y solitaria, transmitía mayor vacío, aparecía más deshabitada.También estaba el hecho de que sus paredes hablaban del paso del tiempo: las humedades habían dejado manchas en muchas de las superficies, que ahora en vez de blancas lucían amarillentas. Había grietas en cada uno de los cuatro tabiques y algunos libros, cuadernos y manuales estaban hinchados y a punto de deslomarse.Y finalmente, el aspecto más importante: aquella terrible guerra había dejado cascotes por las esquinas, sin duda por las explosiones y los ataques, cristales rotos al lado de las ventanas, que ahora lucían ajadas y duras, sin persianas ni cortinas que matizasen la frialdad de la luz que tenía aquella mañana.Pero sin embargo, ella, que había entrado en la habitación con esa reserva, con su corazón en un puño, con el sonido de las bombas aún latiendo en sus recuerdos cercanos, lucía una sonrisa que daba calidez a toda la estancia, a toda el aula.Recogía un libro por aquí, quitaba algunos cristales por allá y, sobre todo, se arremangaba contenta ante lo que se le presentaba: limpiaría a fondo su clase, vería qué podrían seguir utilizando, y esperaría con ilusión a sus niñas y niños, que en unos días podrían retomar la escuela, soñando que esa paz que ahora por fin disfrutaban no se terminaría nunca.
No he incluido nombres ni localización en este texto, porque aunque en la foto aparece un mapa de África y un atlas con su nombre en inglés, creo que por desgracia es una escena que podría darse en cualquier lugar del mundo.
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