Esta semana nos reta El molí del canyer con el reclamo "cruzando el puente"...Partiendo además de la idea que puede ser cualquier tipo de puente (a mi casi me venía el de la Constitución que estamos disfrutando ahora mismo). Así que por aquí te dejo mi aportación....
Paula llegó del trabajo, soltó las llaves en la mesa y se abrió un vino. Había sido un día duro, aún era solo miércoles y la semana se le estaba haciendo interminable. Se cortó un trozo de queso y se llevó su copa al lugar favorito del salón: aquel cuadro, El puente.
Había sido de su abuela y consiguió quedárselo tras la muerte de la anciana. Recordaba, sonriendo para sí, las tardes de merienda (que si unas rosquillas, que si un pan con manteca y chorizo, que si un bollo con leche condensada) en las que se ensimismaba delante del cuadro.
Unas veces, se deleitaba imaginando el paisaje más allá del final del puente. ¿Adónde llevaría? ¿Sería un lugar en plena naturaleza, a juzgar por las briznas de hierba de se desdibujaban a lo lejos? ¿Sería un sitio con propiedades mágicas, un lugar secreto?
Otras, miraba los reflejos del agua bajo las tablas y se perdía divagando en la vida subacuática que podrían ocultar esas ondas. ¿Seres nunca vistos? ¿Mundos por descubrir?
También, otras tardes, pensaba en las huellas de lodo que apenas se dibujaban sobre las tablas del puente- ¿De quién serían? ¿Una heroína valiente, cruzando el puente en busca de venganza? ¿Un carromato de circo en mitad de su gira?
Y qué decir del inicio del puente… ¿de dónde partiría? ¿Un bullicioso pueblo, con un gran mercado medieval? ¿Una ciudad pequeña en mitad de la campiña?
Habían pasado los años y aquella estampa seguía teniendo en ella la capacidad de hacerla soñar, imaginar y volar. Bendito puente.