Lo que hacemos a otros, nos lo hacemos a nosotros

Los grandes pensadores y maestros de la historia coinciden en que todo lo que existe en el universo está conectado.

Cada vez son más las personas que toman conciencia de esta realidad y procuran prestar atención a sus juicios, valores y actos, practicando lo que ya predicaba Confucio: “No hagas a otros aquello que no te gustaría que te hicieran a ti, ni te hagas a ti lo que no le harías a los demás.” Si todos estamos conectados, lo que pensemos y hagamos será aquello que recibamos.

En esta línea de pensamiento nos gustaría destacar la Hipótesis Gaia de Lovelock, que sostiene que el planeta Tierra es un único gran organismo formado por todos y cada uno de los elementos y seres vivos  que en él habitan. Todos, seres móviles e inmóviles, contribuimos a dar forma a una bella expresión de vida. Todos estamos conectados. Lo que hacemos a los demás, nos lo hacemos a nosotros mismos.

No es necesario que realicemos físicamente un acto que resulte perjudicial para otra persona. Según sostiene Marianne Williamson, autora de Volver al Amor, es tal nuestra unión que incluso nuestros pensamientos pueden ser percibidos por los demás. Muchas veces juzgamos o hablamos mal de otros y luego pretendemos saludar y relacionarnos con esa persona como si nada. ¡Error! Esa persona “sabe”, de alguna manera, que nuestra actitud no está siendo honesta. También tú lo has notado alguna vez, ¿verdad?

Puede no resultar sencillo evitar juzgar a otros (teniendo en cuenta que a veces somos muy severos y exigentes con nosotros mismos, es comprensible que nos ocurra hacia otras personas). Sin embargo, lejos de castigarnos por ello, sí podemos elegir tener la predisposición para que ocurra un cambio en nuestra percepción, podemos elegir educar nuestra mente para recordarnos que, en la mayoría de los casos, nos falta información y que, si queremos, podemos ver las cosas de otra manera. Todo es cuestión de actitud y perspectiva.

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