Revista En Femenino

Lo que las redes pararon

Por Peineta

Hay días en que me pregunto cómo he conseguido dejar de tener tiempo para aquello que me gustaba, para aquello con lo que he disfrutado siempre o incluso aquello que siempre tuvo un valor añadido. Y lo he pensado justo al abrir el blog y darme cuenta que cada vez me cuesta más escribir de una manera consciente mis ideas o pensamientos. He dicho consciente sí, porque gente, la redes sociales también cortan alas....

Menuda diferencia de sentimientos cuando toco el teclado ahora o lo hacía hace 6 años y tengo cada día más claro la razón y es el vértigo de las redes. Ese mareo raruno que crean, esa sensación agridulce de ver como se convierte en exposición y juicio algo que tendría que ser terapia, aprendizaje, conocimiento...Pero ya no, ya eres esa persona que cada vez más gente ve y cree conocer y de repente la apertura de una ventana se convierte en el cierre de una puerta.

Lo que las redes pararon

Escribo este texto desde la gratitud y la alegría que ha supuesto ésta, mi casa durante años, pero desde la certeza que nunca podré volver a escribir ciertas cosas. Qué mejor que confesarlo, qué quitarte la culpa y gritar que en esta sociedad el juicio rápido y oculto es el sencillo, que hablar de ciertos temas es más tabú que otras cosas. Pero sobre todo que esta sociedad tecnológica comienza a dar miedo, porque tiene un defecto que cuesta ver, se devora nuestro tiempo, para el reloj para su propio antojo y lo roba de aquello que siempre tuvo otro ritmo.

En el archiconocido, venerado y peligroso instagram lo dejé caer este verano, he venido reflexiva y pienso hacer mi trabajo lo mejor posible, primero y principalmente porque mis hijos no viven del aire y mi tiempo tiene valor. Pero necesito tener claro que hay aros por lo que nunca he pasado y no quiero pasar, que la vida tiene un valor más allá de un like. Y que escribir fue algo que siempre me ayudo, y mucho. Que lo hago porque creo en mi línea editorial, pero sobre todo porque me gusta.

Lo que las redes pararon

Sé perfectamente donde comencé a instalar la cerradura de esa puerta y la razón, y a día de hoy sigue pareciéndome que no fue justo. Sé en que momento decidí que también había llave y también tengo claro que la puerta solo la abro yo, con mi criterio y necesidad. Pero a veces siento la melancolía de no poder sacar la silla al porche de la entrada y charlar como antes, sin pensar quién lo lee y como lo interpreta o lo usa. Así que tú que me lees y que crees que me fui, nunca lo hice, sencillamente me tocó poner barreras porque el resto de ventanas que abrí me produjeron vértigo y ahora la vecindad es casi un pueblo y asusta.

Lo que las redes pararon

Quiero aprovechar este post para reivindicar el volver a mirar la hora en el reloj y no en el móvil, en respirar 5 veces antes de decirle algo a alguien que quizás ni conoces. Pero sobre todo en que volvamos a disfrutar de lo que siempre nos gusto sin saber si una máquina lo contabilizará o no. Recuerda que los bocadillos de chocolate, las pelis malas de los domingos, los cumpleaños en el parque, las noches sin dormir por problemas reales, son hechos palpables, se viven pero no se comparten.

Y hoy confieso volver a estar escribiendo esto de madrugada, como siempre lo hice robando horas al sueño, pero también confieso que no llego a todo y que tengo claro que hay que llegar a lo que te aporta y te beneficia, pero sobre todo te alimenta el alma.

Las fotos de este post son de cosecha propia, la fotografía fue una terapia pero el tiempo también se lo empieza a llevar por delante....


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