Revista Cultura y Ocio

Lo que leo (y lo que no)

Publicado el 09 diciembre 2013 por Elena Rius @riusele
LO QUE LEO (Y LO QUE NO) Se va acabando el año y llega la hora de hacer balances. Los suplementos literarios, las revistas, los blogueros, recopilan sus lecturas del año, establecen un ranking de mejores libros, o cuentan los libros que han pretendido leer y que han quedado pendientes para el 2014. Yo, ya lo he dicho, soy poco dada a llevar cuentas. No cabe duda de que he leído gran cantidad de libros -"por no hacer mudanza en su costumbre"-, muchos por motivos profesionales (algunos de ellos incluso buenos) y otros tantos por inclinación personal. No voy a detallarlos aquí. Pero cuando una se pone a hurgar, salen siempre cosas inesperadas. Volviendo la vista atrás, diría si me preguntan que soy una lectora ecléctica. Pero, ¿lo soy? ¿Realmente leo de todo? De entrada, dado el volumen de libros que se publican cada año -por no pensar en los cientos de miles ya editados que uno no alcanzaría a leer aunque tuviese muchas vidas-, no cabe otra postura que hacer una selección: esto lo leo, aquello no. Por más amplio que sea tu abanico de gustos, siempre hay géneros que quedan fuera de tu radar personal. En mi caso, claramente, me inclino más por la ficción que por la no ficción, Y, dentro de esta última, hay géneros que no sólo no leo, sino que apenas soy consciente de que existen: como la autoayuda, por ejemplo, o los libros religiosos (en un sentido amplio). Por supuesto, ignoro también sin remordimientos toda esa amplia gama de lo que yo llamo no-libros. Es decir, manuales que sólo pretenden aclarar cómo hacer ciertas cosas: de gimnasia, de belleza, cómo cuidar a tu perro o manejar el último programa de ordenador. Sólo los libros de cocina (pero, por favor, los que tienen más texto que fotos) me mueven a visitar esa sección de la librería. Los ensayos sobre economía o los científicos también quedan bastante alejados del foco de mi atención. Con excepción de los que tratan sobre neurociencia: aún así, me limito a los divulgadores de esta disciplina (Damasio, Ramachandran), pues mis conocimientos en este campo no dan para ahondar más. Saltando a la ficción, hay también determinadas categorías que apenas asoman en mi lista de lecturas: la novela romántica, la fantástica, la juvenil, la novela gráfica... Pero no de forma consistente: ya sea por un impulso o por una recomendación de alguien de confianza, más de una vez me salto mis propias barreras, para descubrir verdaderas joyas, o simplemente un autor que me proporciona ratos sumamente entretenidos. Es entonces cuando me doy cuenta de lo bueno que es ampliar el cercado mental en que se mueve mi radar literario. Mi último descubrimiento: Neil Gaiman. ¿Cómo no me di cuenta antes de lo que me estaba perdiendo?  

LO QUE LEO (Y LO QUE NO)

Neil Gaiman

 Constataciones como esta producen una cierta ansiedad. ¿Cuántas obras notables más estoy dejando de lado? Por otra parte, ¿quién tiene tiempo material de leerlas todas? Cuanto más consciente eres de todo lo que hay ahí afuera, más abrumado te sientes por la certeza de que no sólo resulta imposible leer todo lo que te interesa, sino ni tan siquiera hacer una selección con mínimas garantías de acierto. Acabamos, pues, el 2013, con una larga lista de libros leídos y otra, cada vez más larga, de libros por leer. Al final, tanto darle vueltas a las lecturas del año, va a ser inevitable incurrir en lo que al principio me negaba a hacer: un recuento de mis mejores lecturas. Pero eso será otra historia.  

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