Par mí, los años siempre comienzan en septiembre. Es tiempo de nuevos propósitos, nuevas metas y momento de reflexionar qué cambios quiero que sucedan (en año nuevo hago algo similar pero a otro nivel).
El curso pasado, nada más terminar la odisea de mi máster lo tenía claro: era tiempo de opositar preparándolo. Sí, digo preparándolo porque ya he opositado dos veces, mientras estudiaba Pedagogía.
Decidí buscar una academia y la verdad es que fue todo un descubrimiento. Una profesora encantadora, unos compañeros muy agradables y muy buen ambiente. Incluso volví a coincidir con compañeras de carrera como Laura...
Pero las cosas muchas veces no suceden como queremos y tras varias idas y venidas, las oposiciones fueron canceladas.
Durante un tiempo, me invadió una sensación de tristeza, rabia y desesperanza. Dos años son muchos y no tenía ganas de seguir yendo a otra comunidad, como algunas de mis amigas.
Un buen día, mientras estaba cotilleando Instagram conocí a Sara, una opositora de Cantabria que decidió formar un grupo de Whatsapp para apoyarnos, reír juntas y emocionarnos. Inicialmente el grupo era sólo se oposiciones (muy formalitas nosotras) pero con el tiempo nos fuimos soltando y hemos hablado de muchas cosas personales.
De esta manera, mis marichochos se han convertido en algo esencial. Carmen, Sara, Encarni, Leti, Irene, María, Cris y sus niñas, Belén, Marina, Eugenia, Isa y Noelia han sido mi gran apoyo estos meses.
Algo más que me ha traído ha sido una nueva oposición con un nuevo objetivo: Pedagogía Terapéutica.
Y aquí me hallo, con nervios por el examen inminente, la presentación....
Pero creo que eso os lo voy a contar otro día, porque aún me queda por estudiar. Quiero acabar la entrada con una frase que odié en otra época de mi vida: las cosas pasan por algo. Y yo me alegro de todas las que me están pasando por una esta oposición fallida.
¡Buen finde!