Estuve ojeando las magníficas fotografías de Juan José Ruiz y Merche de la Fuente que lleva por título "Diez años de Palencia en Imágenes" de El Norte de Castilla y podían verse, año 1998, en La Sala de Caja Duero, en Mayor, 9, Palencia. Eran los 10 años que El Norte llevaba publicándose en Palencia. La primera fotografía, 1983, muestra al alcalde Jambrina inaugurando la piscina climatizada. Pasa al año 1986 con un accidente. Y en ese mismo año, la detención, yo trabajaba en Juan Mena, y algo conocía del difícil momento que atravesaba el dueño de un Bar que hizo más participaciones para vender de los números que realmente había comprado. Sentí pena. No es lo mismo ese "intento de salir de apuros" que lo que hacen quienes estafan deliberadamente y se llevan, tranquilamente, miles o millones.
Una de las fotografías me desagrada: un hombre importante que acaba de tomar posesión de su cargo y aparece hundido en el sillón que se lo traga pues, por si fuera poco, el cruce de piernas es tan grande que solo deja al descubierto, un zapatón, cuatro dedos de su mano izquierda, sus gafas, parte de la frente y el bigote. Y digo yo, que sentarse con "sabia prudencia" debería ser de obligado cumplimiento. Más de una vez he visto a personas importantes o menos quienes, en lugares públicos permanecen sentados con las piernas tan abiertas que dan la sensación de que están ventilando sus partes íntimas... Perdonen que lo diga, pero así lo veo. Y a propósito de fotografías les cuento: Hay tres seguidas en 1991 de las que si debiera elegir me hallaría ante un dilema. Me gustan las tres: Heliodoro corriendo y detrás un guardia que parece que va tras él. No. Me equivoqué. Menos mal que es bueno leer y al pie de foto pone "Gallego participa en la extinción de un incendio en el Monte, agosto de 1991.
La segunda fotografía es simpática: Un niño vestido con uniforme de Guardia Civil, a su medida, y tomando su biberón pasea delante de las autoridades. La mirada simpática, sonriendo, de Mañueco que lo mira me gustó. Y vuelvo página y aparece mi querida Mara Santos, esa atleta que siempre lo tuvo difícil y, sin embargo, al igual que Mariano Haro, llevó alto y lejos, con premios ganados con su esfuerzo, el nombre de nuestra ciudad. No cito otras cualidades que conozco porque ella es sencilla y no quiere elogios. Así no se me enfada.
Pero me voy a quedar con la de Heliodoro el alcalde que tanto luchó por su querida Palencia, sin minusvalorar al resto que también pusieron carne en el asador y a la flamante alcaldesa, ya era hora de que una mujer ocupase el puesto... Y digo, me quedo con la primera porque les voy a narrar una anécdota que, en mi pueblo extremeño, hizo que el verano lo recordemos las cinco hermanas como el mejor, por lo bien que lo pasamos.
La casa de mis bisabuelos, Francisco y Aquilina, era muy grande tenía las ventanas abocinadas como las de los castillos. Siempre oí decir que había sido de moros pero lo que se oye de chica, al amor de la lumbre, se inventan por el sueño que va cerrando los párpados o resultan reales pero los mayores no le dan mayor importancia. El caso es que cuando ninguna de las hermanas de mi padre: Petra, Antonia, Concha, querían quedarse con ella pues mantenerla ya era costoso en aquel tiempo, pagó lo tasado por un "hombre bueno" y la escrituró a su nombre. La dividió, dos apartamentos en cada planta y otro en el patio. Así estamos juntos pero no revueltos. También nos dejó una cocina grande donde en la larga mesa nos acomodamos 23 personas entre mayores, hijos y, más tarde, nietos. Pasó el tiempo Julio y agosto eran los meses mejores y las maestras por larga vacación nos juntábamos. Luego llegaría el resto. Y las fiestas de La Virgen eran de obligado cumplimiento. También Semana Santa era motivo de reunión. Yo estaba a medio camino pero desde Coruña era mayor el esfuerzo. Pero, a lo que iba; en mi tierra los incendios en verano son frecuentes. El pueblo participa en apagar el fuego. Marcelino y mi padre también. Un año llegó hasta Palencia una carta del alcalde diciendo que Marcelino podía pasar a cobrar 2.500 pesetas...Alguien dio su nombre pues sabía que siempre colaboraba. En el verano fue por el Ayuntamiento acompañado de sus cuñados y cobró. Las risas que nos echamos a cuenta del poeta que no solo ganaba premios sino que, además apagaba incendios y, encima le pagaban, fueron soportadas estoicamente por mi marido que tenía un carácter pacífico y aceptó las chanzas de manera amable y cordial. El primer domingo de estancia en Acebo invitó a la familia y a quien se quisiera tomar una caña a su salud. Imagino que le tocó añadir de su bolsillo porque la noticia se extendió con rapidez... Fuimos al bar de Jaimito porque era vecino frente por frente a nuestra casa y comenzaron a pedir cada uno lo que se le ocurría el dueño del bar... Con tanta afluencia de personas y cada una pidiendo cosas distintas, zanjó rápido y dijo cerveza con gaseosa para todos... Al mezclar ambas la espuma se desbordaba en los vasos y dijo: "Ya está aquí la puta espuma". Aquella frase dio lugar a que a partir de entonces cambiásemos el nombre del bar que pasó a ser "el bar de la puta espuma", para nosotros, quede claro, pues si se llega a enterar no nos hubiera servido ni una cerveza en todo el verano.
Y eso es todo amigos.