Revista Deportes

Lo que no cuenta la palangana mecánica (viii)

Publicado el 23 junio 2012 por Carlos Romero @CarlosRomeroSFC

7.- DE CÓMO UN GALLEGO LLEGÓ A SER PRESIDENTE DEL BETIS

7.1 SOBRE RAMÓN SÁNCHEZ-PIZJUÁN

Uno de los objetivos favoritos de la parroquia bética es atacar al presidente símbolo del sevillismo como es Ramón Sánchez-Pizjuán. Esto es prácticamente genético entre ellos, no hay bético que se precie que no atribuya al mítico presidente sevillista alguna fechoría para justificar la situación de inferioridad que como club sufrió históricamente. Sánchez-Pizjuán parece, según ellos, que padecía una especie de obsesión compulsiva para perseguir béticos, es el gran diablo para los verdiblancos, cuando en realidad, y especialmente en su segundo mandato, este el más criticado por ellos, el Betis no suponía para el presidente sevillista absolutamente nada, o en realidad como lo que era, es decir, un club de Tercera División, como lo era el Utrera o el Larache por aquellos años.

Leyendas como la de la cesión de jugadores donde parece que el Sevilla FC iba repartiendo jugadores buenísimos por toda la Tercera División (como si esto fuese posible), con objeto de acabar con el equipo bético, cuando en realidad tan solo cedió a dos o tres al Algeciras y fue para conseguir fichar al jugador Loren en realidad, es parte de los cuentos de los abuelitos béticos que cuentan a sus nietos.

O la famosa historieta por la que Don Ramón Sánchez-Pizjuán, o mejor dicho su espíritu, recorría los pasillos de las oficinas de la Caja Rural para forzar a quien quisiera pedir un préstamo, a comprar unas “obligaciones” entre los que se encontraban muchos pobres béticos que no tenían más remedio que “pagar” así el estadio de su rival. Sí, han leído bien; su espíritu, porque resulta que D. Ramón falleció un año antes de que esas obligaciones viesen la luz. Los incautos no podían ir a otro sitio a pedir un préstamo en otro sitio en mejores condiciones, tenía que ser allí precisamente.

Quizás haya oído lo de la afición de Don Ramón a ir, junto a Moliní, cortando los cables eléctricos que posibilitaban que los tranvías echasen a andar los días de partido del Betis. Las tijeras son objeto de deseo de coleccionistas avezados.

No hablemos de otras leyendas urbanas que para nada merecen nuestra consideración. Tampoco hablaremos de los insultos que le dedican habitualmente (muchos de ellos realizados por relevantes personajes béticos) y son vox populi. El beticismo no puede demostrar absolutamente nada de lo que dicen de D. Ramón. No tienen absolutamente ninguna prueba.

En realidad el presidente sevillista, el tiempo que coincidió con el equipo bético en Primera División en su mandato y pudo tratarlo de igual a igual, se portó como un verdadero caballero siempre. Asistió a cada uno de los actos de celebración del Real Betis Balompié cuando fue necesario, como por ejemplo a la celebración de la consecución de la primera Liga de un equipo andaluz, tal y como podemos comprobar en la prensa de la época. La felicitación en los éxitos béticos fue siempre su bandera.

Y cuando se le ofreció un chanchullo para quedarse con el estadio de Heliópolis, pudiendo dar la puntilla a un Betis que pasaba por sus peores años en Tercera División, mientras que los sevillistas se movían en la élite del fútbol español, declinó la ocasión esgrimiendo soberanamente que “el Sevilla nunca dejaría sin campo al Betis”.

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Al Sr. del Castillo le ocurre un tanto de lo mismo. No puede evitar ser el típico bético que en cuanto tiene la mínima oportunidad ataca al mítico presidente sevillista, a pesar de ser un investigador, licenciado en historia, el verde subconsciente le traiciona y cualquier relación por mínima que sea, atisbo, o señal lejana de algo supone todo agravio o prueba, en este caso, pintándolo como si de un fascista antibético feroz se tratase, a sabiendas del símbolo que significa para el sevillismo.

Recuerden que previamente a esto, el Sr. del Castillo hace alarde de mesura y objetividad.

En realidad Ramón Sánchez-Pizjuán, como otros muchos personajes del momento, perteneció al Auxilio Social, desde donde organizó muchos partidos con fines benéficos: auxilio del soldado, comedores de los flechas, etc. El hecho de que en las primeras semanas del Golpe quedaran establecidas dos zonas, motivó que algunos jugadores, al estar de vacaciones en sus casas, quedaran aislados del equipo. Digamos que Sánchez Pizjuán se adhiere a la causa no por convencimiento propio, ni por una cuestión de principios ideológicos, sino por el interés en proteger al sevillismo, del que era responsable, como Presidente, el Sevilla F.C. y sus jugadores.

He aquí una notabilísima diferencia que el Sr. Del Castillo no quiere ver, jugando a meter a todos en el mismo saco. No es lo mismo tener que escenificar la adhesión al régimen como mecanismo de protección (personal o institucional), con los vivas a Franco de rigor incluidos, que coger un fusil y ponerse a pegar tiros a todo rojo que se encontrase. Esta es la diferencia, la manipulación y el engaño al que quiere llevar el Sr. del Castillo a los incautos.

Sánchez-Pizjuán fue una persona de fuertes convicciones demócratas siempre. Nunca fue elegido presidente sevillista como no fuese democráticamente y fue elegido varia veces asambleariamente. También fue demócrata en tiempos de la República, militando en un partido de derechas que en realidad consiguió muy pocos votos en las elecciones, pero nadie duda de su participación en la vida democrática como tal. Su padre, Eduardo Sánchez Pizjuán, político del partido liberal, le inculcó esos valores. A finales de los años cuarenta, cuando el miedo a las represalias comienza poco a poco a disiparse, Sánchez Pizjuán personifica la rebelión pública contra el general Moscardó, la Delegación Nacional de Deportes y Falange Española por extensión.

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En 1948, cuando ya ha conseguido que Moscardó diera su brazo a torcer y se admitieran las elecciones presidenciales en los Clubes españoles, Sánchez-Pizjuán retoma la Presidencia blanca, por aclamación asamblearia, y continúa con su política de reivindicaciones públicas por la autonomía de los clubes, de la que queda constancia, nada menos, en el Diario falangista MARCA.

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Hay una sabrosísima anécdota sobre el carácter y las convicciones personales de Ramón Sánchez Pizjuán. Su tremendo sevillismo, única fe verdadera que profesaba, era lo que lo movía a mantener esa postura contestataria contra el régimen, tanto que en una cena con las autoridades para celebrar el título de Copa conquistado contra el Celta ocurrió esto:

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No parece propio que a un fascista convencido, adlátere del régimen, se le dedique tan curiosa amenaza:

“A este hay que fusilarlo”.

Por lo tanto, Sr. Del Castillo, insistimos, no es lo mismo.

Y ahora explicaremos la diferencia existente entre lo que significa “adhesión por obligación” y entre la “toma de las armas para imponer las ideologías”.

En lado bético encontramos un ejemplo de directivo que nos servirá perfectamente para explicarlo, como es el caso de Luis Alarcón de la Lastra, perteneciente a una saga familiar y tradicional de dirigentes béticos, que fue igualmente un “demócrata”, pero que llegada la guerra su actitud fue muy diferente. Veamos:

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Este ejemplar “demócrata”, persona preparada como pueden comprobar, fue incluso elegido diputado a Cortes en tiempos de la República, pero en cuanto oyó tambores de guerra, como Johnny, no dudó en coger su fusil. Y lo que nos llama la atención es que lo cogió incluso antes del 18 de julio. Este era un golpista en toda regla que llegó a ser gobernador civil de Madrid, que sepamos, por sus “méritos como mata-rojos” como podemos comprobar, ante los cuales incluso llegó a estar herido.

No sé si el Sr. del Castillo capta la diferencia entre participar en el Auxilio social, organizar partidos benéficos, preparar actos de exaltación, (no había otra), procurar que sus jugadores estuviesen lo más cercanos al Sevilla FC, o entre combatir activamente pegando tiros por la causa como ocurrió con el sr. Alarcón de la Lastra. Es sencillo de comprender.

Que conste que no queremos pintar a nadie como ángel o como demonio, cada cual sobrevivió en aquellos tiempos como pudo realmente. Pero si dispusiéramos de un “fasciómetro” -o algo así-  para medir el colaboracionismo con el régimen, le aseguro que al presidente sevillista correspondería un insulso “sin calificar”, mientras que la pandilla de jerarcas béticos a lo largo de muchas décadas gozaría, casi toda ella, de un merecidísimo “5 estrellas”. Sr. Del Castillo, ya que en su club son muy del gusto de los títulos honoríficos (no deportivos), apúntense otro para tan singular palmarés: “Primer (y mejor) equipo español (y andaluz) de todos los tiempos en adhesiones cualitativas y cuantitativas a la “Cruzada de Liberación” y al régimen franquista”.

Sin embargo este hecho de criticar al presidente símbolo del rival no se ha dado nunca entre el sevillismo. Los sevillistas nunca se dedicaron a inventarse historietas para no dormir, jactándose en la figura de D. Benito Villamarín.

Historietas no, pero hechos demostrados sí. Es hora de que comencemos a darlos a conocer.

7.2 BENITO VILLAMARÍN ¿PRESIDENTE DE PAJA?

Lo primero que cabría preguntarse es cómo ese hombre que terminaría llamándolos “béticos de taberna”, de la misma forma que Lopera les tildó como de “criaturitas”, llegó al Betis. Esto es un hecho singular en el fútbol español. Que los presidentes se dediquen a poner apelativos a su afición tiene su miga y por algo será.

Siendo gallego de procedencia, no parece que llevase al Real Betis Balompié en la sangre desde nacimiento, más bien se convertiría al beticismo por mediación de alguien.

¿Cómo llega a la directiva verdiblanca? ¿Sería por el apoyo de los estratos populares que, según muchos, constituyen el verdadero ser del equipo bético? ¿Sería por mediación de algún ilustre bético republicano? Llegado a Sevilla en 1938, antes del fin de la guerra, a los 21 años, no se le conoce vinculación alguna demostrable con el Betis hasta que … no tuvo más remedio.

Veamos.

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Un día recibí una consigna de mi gran amigo, de mi respetado general don Eduardo Sáenz de Buruaga:
hice lo que hice en la guerra, cumplir la orden que recibí
”.

Sin pensar, sin discutir, son órdenes, todo muy militar, era la obediencia debida. Pueden leer la entrevista completa en ABC de 17 de diciembre de 1958.

Como podemos comprobar, Villamarín accede a la directiva bética por orden superior militar en 1955, procedente de Sáenz de Buruaga, que el gallego acata con sumo gusto, no en balde tenía otros intereses bastante más importantes que proteger, según luego veremos, y este favor al “jefe” encajaba a la perfección en el juego de las prebendas con la dictadura de aquellos tiempos. Al fin y al cabo Ramón Sánchez-Pizjuán siempre fue elegido por los socios sevillistas democráticamente, incluso en tiempo de dictadura.

Como acabamos de comprobar, el caso de Pepe León puede no ser el primer “hombre de paja” colocado en la presidencia por quienes dominaban el cotarro en el club bético. Aunque a decir verdad, Villamarín tampoco sería el primero. Otro ejemplo histórico de esta política es el de Mantecón Navasal, del que hablamos en el capítulo anterior, presidente bético republicano colocado en la poltrona durante la República por los verdaderos dominadores del Club bético, que en aquellos tiempos necesitaban mantenerse en una discreta segunda fila (podía ser contraproducente elegir a un presidente soldado para dirigir un club fuertemente militarizado en tiempos difíciles para el ejército) por bien de su Club. Veamos quiénes eran los compañeros de directiva de Mantecón Navasal:

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Convenía que un señor republicano fuese presidente del Betis en tiempos de la República recién constituida, eso sí, muy atado en corto, no fuese que se desatara. Los halcones que le rodeaban son como para que se le hubiese escapado de las manos.

Así pues, Benito Villamarín llega a la presidencia del Betis por su alineamiento sin fisuras con Sáenz de Buruaga y todo lo que éste representa. Es un hombre de confianza de éste, y por extensión de Cuesta. Es un presidente ideológicamente fascista, alineado con los mandos militares del momento, un hombre leal al régimen, con todo lo que ello supone. Después su carisma y sus buenas dotes organizativas procuraron el reconocimiento generalizado y eterno de la afición bética, sobre todo a raíz de su temprano fallecimiento fruto de logros magníficos para el Club de la Palmera, gracias a su capacidad de influencia con las autoridades del momento, destacando singularmente el obsequio del campo de Heliópolis, del que ya hemos hablado.

También sufrió el rechazo de los seguidores e incluso llegó a ser abandonado por su directiva en pleno, pero eso es otra historia.

Pero no lo olvidemos, Villamarín es seleccionado personalmente por Cuesta y Sáenz de Buruaga para presidir el Betis porque abraza el mismo credo que ellos y comparte también con ellos los mismos intereses, no sólo deportivos. Podemos ver perfectamente cómo en el Betis se replica el mismo plan de actuación que siempre guiaba las decisiones de Cuesta: mantenerse en un discreto segundo plano dejando los méritos públicos para alguien más carismático y populista, situado en primera línea de fuego, para lo bueno y para lo malo, mientras él movía los hilos en la sombra, cómodamente, sin riesgo de indiscreciones. Así cuenta la historia que fue su papel junto a Queipo al gestarse el alzamiento, y así contamos nosotros que accedió a la presidencia bética. Mejor dicho, lo cuenta el propio protagonista, y también lo cuentan sus familiares:

“El cuarto hijo del matrimonio se llama también Benito Villamarín y reside en Madrid, es el único que lo hace fuera de Sevilla. Como toda la familia es bético hasta la médula porque la pasión de por el fútbol se vivía de forma muy intensa en aquel hogar. Guarda pocos recuerdos de su padre porque falleció cuando tenía 13 años, pero conoce bien la historia de la familia porque la ha oído muchas veces. Benito, que hoy tiene 57 años, recuerda que fue el general Sáez de Buruaga quien convenció a su padre para que aceptara la presidencia del aquel Club de Fútbol …” (Fuente:http://www.laregion.es/noticia/145692/).

Buena parte de las magníficas relaciones de Villamarín con el ejército, más allá de la cortesía debida, las podemos confirmar, como casi siempre, (mejor que estas cosas salgan reflejadas más veces, no sea que albergue alguna duda), en los actos familiares a donde siempre acuden los amigos y dentro de estos, solo los más íntimos se destacan de entre todos. Así podemos comprobarlo en la boda de la hija de Villamarín.

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Por otro lado Villamarín tuvo un gran éxito como empresario con la exportación aceitunera a Estados Unidos durante la posguerra, especialmente en los años cincuenta y sesenta. Son los tiempos que siguen a “Bienvenido Mr Marshall” y de dificultades y bloqueos para la España de Franco en materia comercial. Muy excepcionalmente se podían mantener relaciones comerciales con el mundo occidental surgido tras la Segunda Guerra Mundial, sobre todo en la época previa al desarrollismo. Milagrosamente, Villamarín fue uno de los pocos empresarios de éxito en estas lides. Y ello no estaba al alcance de cualquiera. Para progresar en estos sectores se necesitaba contar con el apoyo institucional del régimen, había que ser de la cuerda franquista, en caso contrario, no tenías nada que hacer.

Otro ejemplo del acatamiento a las órdenes de sus superiores y de los tejemanejes del personaje lo podemos observar en la deliciosa anécdota que nos cuenta el escritor y periodista Paco Robles en ABC de Sevilla 

"El nombre de la Virgen se le ocurrió al ecónomo don Julio Rodríguez de la Horra, cuando se creó la comisión previa a la fundación. Bonilla lo confiesa abiertamente: «Yo no sabía hasta ahora que la madre de Queipo se llamara Mercedes». Del nombre de la Virgen, Redentora de Cautivos, surgió la idea de la advocación del Cristo. ¿Otros vínculos militares?

«El general Castejón le hizo al Betis el favor de darle permiso a Isidro, padre de Quique Flores, para jugar un partido vital. Benito Villamarín quiso pagarle aquello y el general lo desvió a la hermandad recién nacida. Don Antonio González Abato, aquel párroco que recogía botellas para pagar los enseres, le pidió un paso para el Cristo, y Villamarín lo pagó». Eso es todo.

Han leído bien, estamos hablando del temible general Castejón, que tanto gusta al Sr. del Castillo para manipular y del que hablamos en un capítulo anterior, haciendo favores al Betis a cambio, claro está, de su correspondiente pago. ¿Cómo podemos llamar a todo esto, Sr. del Castillo?

Tampoco dudó nuestro personaje en rodearse, o dejarse rodear, de importantísimas personalidades con un curriculum envidiable. Así nos encontramos como en 1963 incluye en su directiva al General de la Guardia Civil Manuel Luengo Múñoz.

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El general Luengo en sus años mozos, contribuyó a la grandeza de la Patria con una actividad sin igual durante la "Cruzada" del 36 mandando columnas falangistas de "liberación" por los pueblos extremeños y andaluces. Como al parecer la guerra le supo a poco, tras ella siguió por los campos y montes españoles persiguiendo y extinguiendo rojos y bandoleros.

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Por cierto, en Hornachos (Badajoz) no lo quiere ver ni en pintura:

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Años más tarde el General Luengo aparece en otras juntas directivas béticas y sobre todo, en la junta consultiva junto a su amigo el archiconocido general José Cuesta Monereo. Poco tiempo después es nombrado presidente de la Federación Andaluza de Fútbol.

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Con semejante expediente, la verdad, cualquier comparativo posible entre Villamarín y Sánchez Pizjuán con respecto a sus ideologías, adhesión al régimen, aprovechamiento del mismo, uso de influencias políticas y obtención de beneficios para su club e incluso sus negocios personales, supone un triunfo por goleada de Don Benito. Esta es la realidad, admítanla y difúndanla entre los suyos, si de verdad quieren que creamos que son ustedes investigadores serios y objetivos, a los que no ciega el odio al Sevilla F.C.

Señor Del Castillo, aquí no estamos hablando, repito, de un general que visita el estadio sevillista y se le impone una medallita, incluso algún carguito como usted ha demostrado y bien, aquí de lo que hablamos es del USO DEL PODER EN BENEFICIO PROPIO Y CONTRA EL RIVAL, como puede comprobar. Ese es el quid de la cuestión querido amigo.

Terminaremos con nuestras conclusiones en el próximo capítulo, seguro que no será el último.

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