Revista Opinión

Lo que nos dejo el Gran Apagón de Venezuela

Publicado el 12 marzo 2019 por Carlosgu82

Esto no es una crítica política, ni otro discurso que llega a la inequívoca y casi general conclusión de que el régimen, la dictadura, el gobierno o como lo quieran llamar, de Nicolás Maduro debe de terminar. Esto es solo un registro de cómo se vive, o mejor dicho, se sobrevive a más de 72 horas de luz; y digo más, porque es seguro que la energía eléctrica vuelva a brillar por su ausencia en cualquier momento del día.

Las primeras horas sin luz son de entera calma, nadie sabía la profundidad del daño eléctrico. De cierta forma estamos acostumbrados a estar entre 5 y 6 horas sin energía por cualquier incidente; es casi una costumbre venezolana.

Todos se fueron a dormir esa noche del jueves 7 de marzo, con la sensación de que al despertar la electricidad correría por las paredes de la casa.

La noticia llego lenta, primero como una especie de chiste que nadie creía del todo “No hay luz en toda Venezuela” decían; mientras que otros se aventuraban a argumentos más utópicos “¡Cayó Maduro!” y la mayoría, como yo, respondían con un “Deja la necedad.” Pero algunos mensajes llegaron, y entre llamadas entrecortadas con el último porcentaje de batería, confirmaron la noticia de que la red eléctrica de Venezuela había colapsado.

Las horas se hicieron más largas, en cuatro días sentimos lo que era vivir bajo la claridad del sol, porque en cuanto el cielo se pintaba de estrellas, lo único medianamente útil que se podía hacer era hablar.

Cualquier actividad laboral fue suspendida, los que tenían auto cargaban sus celulares con ellos; y para los más desesperados ciudadanos que no tenían ningún vehículo, se movilizaron en los puntos estratégicos donde había fuentes de energía autosustentables, en Cumaná, capital del estado Sucre, estado de playas y ríos, solo hay un solo lugar con esas características; un centro comercial.

“¡Pobre centro comercial!”

Fue violado por todo aquel que podía dirigirse hacia allá. En cada lugar con acceso a conectar cargador había una fila, no faltaron quienes pelearon y rompieron cables. Por primera vez desde que la ola de robos creció en Venezuela y en la ciudad, se veía a cada ser humano con un teléfono y un cargador en las manos.

Pero tener comunicación con el mundo no era la mayor preocupación.

Lo que realmente inquietaba la mente de los venezolanos era la comida muriendo dentro de las neveras.

Comida por la cual sacrificaron su dinero.

El hielo subió a tal medida que comenzaron a cobrarlo en dólares y euros, y la gente lo tomaba como si fueran una especie en peligro de extinción. Y aún así no era lo que más preocupaba en las mentes.

Lo que se mantenía, como una sombra, en las mentes, y estaba allí como un monstruo que espera las últimas horas para aparecer; eran las historias de la cantidad de fallecidos en los hospitales, cuyos suministros de energía auxiliar estaban tan muertos como la luz del país.

Algunos la muerte les llego lentamente y a otros fue como un golpe tan súbito que seguramente no se dieron cuenta. No teníamos noticias certeras de la cantidad de fallecimientos innecesarios; aun hoy, martes 12 de marzo de 2019 seguimos sin tenerlas, pero no tenemos dudas de que en verdad sucedieron.

El sentido de incredulidad y de nerviosismo esta tan profundo que ha llegado a los huesos de todos, y pasamos los minutos atentos a cualquier cambio en la luz.

Aún así, las muertes no son lo peor que dejo el apagón, y que probablemente seguirá dejando, porque la falla eléctrica aún continúa. Pero el verdadero daño esta, en que muchos parecían conformes, no había esa furia que esperaba ver entre la gente, ni mucho menos indignación.

Era como si les doliera pero no les importaba lo suficiente.

Sufrimos, nos adaptamos, nos lamentamos por los fallecidos y esperamos los siguientes acontecimientos.

¡Esperamos! Con una esperanza en estado de post-mortem, que da esporádicas señales de vitalidad en torno al único deseo de que los verdugos que envenenan a Venezuela se apaguen de la misma forma que se apagaron tantas vidas.

“Y lo peor está por venir,” no lo digo como una profecía, lo digo con la certeza de que el sistema eléctrico esta tan gravemente dañado como el sentido de normalidad del venezolano. Todo por culpa de una administración que ahogo a Venezuela. Al final de todo, esto si terminó siendo una crítica política.

Eso fue lo que nos dejo El Gran Apagón de Venezuela.


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