Hablan a diario con ellos, les mandan mensajes, hacen cita para poder verlos en la pantalla de ordenadores o teléfonos. Preguntan cómo va todo, se fijan en los detalles, sacan información de lo que ven y de lo que ya no ven. No cuentan sus tristezas, ahogan el llanto, la angustia, las miradas que delatan.
No quieren preocuparlos por nada del mundo, sólo cuentan las cosas bonitas que viven y preguntan sin cesar si hace falta algo que puedan mandar. Ellos nunca profundizan mucho, “todo va bien, no te preocupes”. “Tenemos comida, tenemos de todo. No, no hacemos casi cola.” Los prisioneros del “Socialismo del Siglo XXI” intentan a toda costa disimular y convencer de que todo está bien a sus familiares en el extranjero, aunque cada vez están más flacos y ojerosos.
Aparecer de sorpresa en la casa de tu madre y ver que en la nevera tiene solamente agua y un poco de yuca hervida no es precisamente un evento feliz. Ver a tus amigos cadavéricos, perdiendo el pelo a mechones, con quince o veinte kilos menos por la “dieta Maduro” es como si te apuñalaran una y otra vez. Están –con razón– tan preocupados por encontrar comida que las sonrisas han ido desapareciendo de sus rostros para aflorar solamente al recordar aquellos tiempos en los que las panaderías tenían panes de todas las formas y tamaños.
Nosotros no conocíamos el rostro de la miseria, lo imaginábamos cuando los abuelos que llegaron a la tierra de lo posible procedentes de una Europa destrozada por la guerra nos contaban historias terribles y lejanas. No entendíamos cómo un niño podía pasar el día con un huevo crudo batido con un poco de azúcar. Definitivamente nos quedamos cortos, en nuestro país ni siquiera hay azúcar y quien consiga huevos puede considerarse afortunado.
Venezuela no está en guerra pero la situación es la misma, esto es lo indignante. Gente muriendo de mengua en los hospitales donde medicinas y comida brillan por su ausencia, cadáveres amontonados por el efecto de balas y granadas, uniformados que disparan a quemarropa, centenares de civiles detenidos de un solo golpe, prisioneros humillados, torturados, procesos judiciales sin garantías. En resumen: al régimen de Maduro, Cabello y el resto de delincuentes que los acompañan solamente les falta fabricar cámaras de gas para acabar con los venezolanos de una manera más rápida que el hambre o las enfermedades. No, no es exageración, simplemente han optado por métodos de eliminación como las OLP y/o la negativa a recibir ayuda humanitaria de cualquier parte del mundo. Dicen que no hay desplazados al tiempo que la frontera con Colombia colapsa por el paso de decenas de miles de venezolanos para comprar alimentos y medicinas.
Mientras, a miles de kilómetros hijos y nietos hacen lo que pueden para enviar a casa víveres y medicamentos. Los venezolanos en el extranjero intentan salir adelante para poder permitirse ayudar a familiares, amigos, incluso a desconocidos. Llenan sus carritos de la compra con el peso de la incertidumbre, viven en la ignorancia sobre si sus seres queridos están comiendo tres veces al día o si como muchos otros tienen que conformarse con un poco de arroz blanco, pedacitos de mango o una arepa sola para pasar el día. Cada vez que se sientan a comer se preguntan cuándo fue la última vez que sus madres prepararon un simple sancocho sin haber tenido que pasar por lo menos seis horas diarias haciendo cola para conseguir los ingredientes.
En una situación en la que el dinero es inútil, las matas de mango, naranja o aguacate que sobreviven a inundaciones y olas de calor son ahora el mayor patrimonio de las familias venezolanas. La situación es dramática, sin embargo, en aquellos países donde ya pasó el periodo electoral Venezuela ha dejado de ser tema de noticieros.
Pasa un día más y en medio de la rutina, las llamadas, los mensajes, alrededor del mundo muchos se van a la cama queriendo confiar en lo que oyen porque es insoportable el temor a que la realidad sea todavía peor . Intentar escapar del mar de la ignorancia es tan imposible como poder ayudar a todos. Que sus seres queridos estén a salvo del hambre como dicen o no, probablemente nunca lo sabremos.
Fotos:
CNN en español.
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