Revista Historia
El Rey y el 23-F.
El asalto de las Cortes, los parlamentarios, de hinojos y al suelo.
Una serie de periodistas, que vivieron con pelos y señales las álgidas horas de aquel 23-F, siguen hoy recordándome aquel intento de golpe de Estado. Fue una noche muy larga entre galeradas de pánico, noticias de vértigo y rumores de sables, seguido de un amanecer cada vez menos confuso pero con síntomas evidentes de que las cosas no iban a seguir teniendo, al menos durante algún tiempo, los mismos trazos.
Uno de los primeros periódicos que reaccionaron fue "El País", dirigido en aquellos momentos por Juan Luis Cebrián, quien sacó una edición extraordinaria de su periódico en la que contaba lo que estaba pasando en aquellas horas. Cuando confirmó que habían ocupado TVE y que Miláns del Bosch había decretado el Estado de excepción en Valencia, Cebrián comprendió que aquello iba en serio y supuso que también llegarían al periódico. “Hablé con la Zarzuela, con Sabino Fernández Campo, con Fernando Gutiérrez, con Balsemaro, entonces primer ministro portugués, y con otras personalidades, hasta que vimos el alcance que aquello podía tener”.
Su primera obsesión fue la de sacar la edición extra, antes de que los golpistas llegaran. "Si triunfaba el golpe –me recordó Cebrián, quien explicaba la explosión de El País, en gran medida, gracias a ese golpe de Estado fallido–, daba igual que la sacáramos o no, porque ya estábamos sentenciados. Y si no triunfaba, era nuestra obligación. Así que publicamos de mala manera una edición de treinta mil ejemplares con dieciséis páginas, porque queríamos que saliera a toda costa antes de que los golpistas llegaran y nos la secuestraran. Salió a las diez de la noche y se agotó en una hora. En los días siguientes, tiramos hasta medio millón por día".
Pedro J. Ramírez, director entonces de “Diario 16”, se disponía a salir para acudir a una reunión que tenía con Juan Luis Cebrián. Intentaban construir una posición conjunta frente a la demanda de ETA militar que pedía a ambos directores que publicaran una serie de documentos como condición para dejar en libertad a los cónsules por ella secuestrados. “En el momento en que yo me disponía a salir para esta reunión –me recordó Pedro, J. Ramírez– me llegó el télex que anunciaba lo ocurrido. Los primeros instantes fueron de desconcierto. Luego, hubo unos minutos de seria angustia, cuando RNE y TVE dejaron de emitir. No es que nos preguntáramos que haríamos si vinieran los militares, sino qué hacemos ahora que vienen. No era una suposición gratuita, porque, como hemos sabido después, un pelotón del regimiento de Saboya de Leganés llegó a estar montado en sus camiones para tomar ‘Diario 16’.
Paradójicamente, para Ricardo Utrilla, ex director de Publicaciones de “Cambio 16” y ex presidente de Efe, aquella noche no resultó nada aburrida. “Llegué a la redacción por la tarde y me contaron lo sucedido. Al principio nadie aceptaba que se tratara de un golpe de Estado, excepto un argentino que de eso entendía bastante. Pero, cuando vimos que iban en serio, dijimos ‘que nos cojan, al menos, confesados’, y nos fuimos con el abogado de la casa a tomar unos berberechos al vapor con una botella de Riveiro bien fría. Estuvimos en el bar hasta las nueve, siguiendo los acontecimientos por la radio. De ahí fuimos a las Cortes para intentar entrar. Pero todo estaba acordonado. Un clan de extrema derecha gritaba: ‘Tejero, mátalos’. Otro grupo de izquierdas los abucheaba. La policía cargó pero no hubo ninguna resistencia por parte de los ultras que desaparecieron, con lo cual nos dimos cuenta de que no había mucho fervor bélico patriótico. Al final, me marché a casa donde seguí los acontecimientos por la radio y la televisión. Cuando salió el Rey, sentí un gran alivio y comprendí que todo estaba controlado”.
Fue una vivencia periodística apasionante, angustiosa en algunos momentos, en la medida en que fue transcurriendo la secuencia de los acontecimientos. Hasta que el Rey salió en la televisión. Luego, se escribieron muchos libros sobre este asunto –sobresale uno muy polémico titulado “23 F: el golpe que nunca existió”, de Amadeo Martínez Inglés–, pero aún quedan por aclarar algunos de los puntos más revelantes, como el papel del Rey en aquella noche, tan bien defendido por la mayoría de periódicos y de grupos políticos. Dicho libro sostiene que el 23-F nació en la Zarzuela y fue orquestado por el Rey con la colaboración de los generales Armada y Milans del Bosch, que planeaba por su lado un golpe para “salvar a la Monarquía”, aunque significase liquidar la recién nacida democracia española.
Julio Anguita declara, en una entrevista realizada el 3 de septiembre del 2008, que, el 23-F, el Rey estaba en la pomada. “Pienso que el Rey sabía lo que se estaba cociendo. No me creo que la Junta de Defensa Nacional y el Cesid no le informaran de lo que se estaba preparando. Lo que pasa es que aquí había varios conjurados sobre un silencio y un equívoco en el que estaba mucha gente. ¿Por qué llama Milans del Bosch y pregunta por Armada y le dicen que ni está ni se le espera? Porque saben perfectamente a lo que juegan. Aquí había un acuerdo para que Armada o el elefante blanco convencieran a los portavoces para que en vez de votar a Leopoldo le votaran a él. Era un golpe de guante blanco, incruento, pero al día siguiente todos reconsideran sus actitudes y se muestran solícitos ante el mando de su Majestad, cual gallina clueca. Naturalmente, el Rey borboneó, intentó pastorear, y cortó cuando tenía que cortar. Se puso el traje de capitán general y salió revestido de demócrata, pero estaba en la pomada y aceptó un golpe de timón más bien parecido a la dicta-blanda de Primo de Rivera que a lo que pretendía Tejero, que era disparatado”.