La llegada de turistas a Cuba aumenta en este primer tramo de 2016. Rápidamente, las autoridades del régimen han intentado apuntarse el éxito, sin tener en cuenta que otras zonas turísticas del planeta vienen registrando resultados similares, ya que se observa una mejoría en la situación económica de las clases medias de los mercados emisores al tiempo que, no se debe restar importancia, la visita de Obama con el deshielo, el concierto de los Stones, el desfile de Chanel y todo lo demás, están despertando un interés por viajar a una isla que ha permanecido ajena a las grandes tendencias del turismo mundial.
El objeto de este post es tratar de aportar alguna luz sobre la ecuación fatídica que maneja la dirigencia castrista, según la cuál, cuantos más turistas lleguen al país, más desarrollo para el sector. La experiencia nos dice que esto no es del todo cierto y que, si se pretende mejorar el sector turístico para que actúe como motor de la economía hay que hacer primero unos deberes que el régimen, simplemente, ignora. La idea que cuantos más hoteles y restaurantes mejor, es errónea. Es condición necesaria, por supuesto, pero nunca suficiente, y puede acabar dando al traste con las expectativas.
Entonces, nos debemos preguntar qué hacer.
En primer lugar, mejorar la cualificación de los recursos humanos. El régimen castrista ha vendido al mundo la idea que Cuba es el paraíso de la educación, pero ¿realmente hay escuelas para formar a empleados del sector turístico y directivos con calidad? Háganselo ver. Es fundamental.
Segundo, las infraestructuras. No sirve de nada que los hoteles sean magníficos, si llegar a ellos se convierte en una pesadilla con riesgo de accidentes incluido.
Tercero, los servicios complementarios. El turista huye de los gettos, quiere libertad de movimiento, y sentirse ajeno a cualquier consigna. Es probable que el turismo “comunista” pueda funcionar algunos años, pero es un segmento marginal que, en absoluto, se puede recomendar como relevante.
Cuarto, cuidado con los apagones y las carestías. Cierto es que muchos hoteles tienen fuentes propias de energía y sus tiendas bien surtidas, pero cuando el turismo sale a visitar las ciudades, puede presenciar la imagen lamentable de un apagón y sus consecuencias. Personas deambulando en busca de malanga o cualquier vianda, ancianos mendigando cualquier cosa. Mucho cuidado en ello.
Quinto, el turista que repite y vuelve, porque le gusta Cuba y sus encantos, no me cabe que en poco tiempo serán muchos miles, puede estar interesado en adquirir una vivienda para sus vacaciones en Cuba, lo mismo que en Cancún o Punta Cana. ¿A quién se dirige? ¿Cómo se puede comprar una vivienda de vacaciones por un turista extranjero? ¿A qué precio de mercado?
Sexto, cuidado con modelos como el turismo de salud o el del golf. Pueden ser buenas opciones para sectores turísticos maduros, pero es que en Cuba hay que empezar y cuanto antes, porque todo, absolutamente todo, se tiene que hacer, y se corre el riesgo de que la imagen internacional quede sesgada. Luego no se puede cambiar ni siquiera con grandes inversiones.
Séptimo, la calidad hotelera. Cierto es que existen resorts paradisíacos por explorar, pero en las ciudades algunos alojamientos necesitan inversiones de mantenimiento, porque las paredes hacen ruido, los ascensores no funcionan, aparecen molestos insectos en las habitaciones, los aires acondicionados no corrigen el sórdido calor, etc etc. ¿Quién va a dar solución a todos estos problemas?
Octavo, los accesos a la isla. Hoy por hoy, en avión, cuando existen posibilidades reales de alcanzar un crecimiento sostenido integrando a Cuba en los circuitos náuticos del Caribe, lo que exige prestar la atención debida a los puertos existentes e idear nuevas marinas en explotación.
Noveno, en qué condiciones se establecen los suministros de productos agropecuarios a los hoteles es una cuestión que sigue sin ser resuelta y que se maneja aún por las autoridades con esos experimentos que no quieren dejar atrás el modelo estalinista de base de la economía. Los turistas quieren comer productos de calidad, que la inoperante agricultura castrista es incapaz de promover, así que el recurso a la importación aparece como la única posible solución.
Y décimo, por qué no se reestructura la administración burocrática e ideológica de partido que rige la política turística del país y que, a mi modo, no está ayudando al desarrollo del mismo. Para la política de turismo es conveniente crear organismos especializados de la administración en vez de estructuras jerárquicas como los ministerios comunistas. Tal vez los hoteleros deberían ayudar en ello, porque los dueños de los paladares siguen siendo objeto de dominio y control por el régimen. Sinceramente, en materia de turismo queda mucho, prácticamente todo, por hacer.
Por Elías Amor
Foto: Hotel Jagua Cienfuegos (Natalie Maynor – licencia)