Revista Opinión

Lo que se juega Podemos en Madrid

Publicado el 08 noviembre 2016 por Monetarius

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Empieza un de los espectáculos esenciales de estos últimos años. Una función donde decidimos cómo continuar el viaje de Podemos. Te va a tocar ser al tiempo actriz y regidor, libretista y tramoyista, electricista y acomodador, espectador y elenco. Se abre el telón: abre, por favor, bien los ojos. ¡No te distraigas! La función va a comenzar.

Primer acto: un horizonte que necesitaba tres años

Cuando se empezó a pensar Podemos en 2013, uno de los elementos esenciales era la necesidad de reinventar el espacio antaño llamado izquierda. No reconstruir la izquierda, no sustituir a la izquierda, sino reinventar el espacio de la emancipación para construir una fuerza que mirara más al futuro que al pasado. El espacio de la izquierda estaba difuminado por su pérdida de significado –de izquierdas era Chávez, Felipe González, Olof Palme, los jemeres rojos, Pippi Calzaslargas y Cayo Lara. También buena parte de nosotros-. Y, sobre todo, estaba copado electoralmente por el PSOE. Era imposible hacer política parlamentaria en España sin confrontar con el PSOE y con el PP. Con los dos. Y quien primero tenía que rendir sus castillos era el más mentiroso, el que más falsificaba la distancia entre sus palabras y sus hechos. Con el PSOE de la gestora, con la entrega del gobierno a Mariano Rajoy, con el espectáculo interno donde se habla de todo menos de ideología, puede hablarse definitivamente un fin de ciclo del PSOE.

Una vez desvelado el maquillaje de la Mediocre Coalición y su correspondiente rendición de Breda la semana pasada –que sigue los pasos de lo que hicieron sus homólogos en Alemania-, la existencia de Podemos se convierte en el principal problema del régimen. Siempre y cuando Podemos siga impugnando el bipartidismo y la lógica compartida que acarrean, más afín a la troika que al interés de las mayorías. La campaña de Podemos en Madrid, ensuciada por manos ajenas al partido morado, ha dejado a las claras que la suerte del sistema bipartista nacido de la Constitución de 1978 está en el tejado de Podemos. Una vez que se ha investido al gobierno del ya hábil tecleador de sms hacia establecimientos penitenciarios, los Cebrián, Cifuentes y la gestora del PSOE han decidido que hay un Podemos más incómodo y otro más cómodo. Decidieron, por esa razón, meterse en las primarias de Podemos. No se trataba de fiscalizar a los políticos ni de un escrutinio normal obligatorio con las caras conocidas de Podemos. Ha sido una cacería que, por el momento escogido, sólo buscaba influir en el resultado de las primarias.

Hace tres años pensamos un escenario donde uno de los principales problemas consistía en que los españoles vieran que era imposible contar con el PSOE para evitar que nuestra democracia se vaciara. No se podía soplar y sorber la sopa al tiempo. El primer gran desenmascaramiento lo había hecho el 15M, con aquél terrible “PSOE-PP, la misma mierda es”, que era justo con la dirigencia pero no con las bases. Muchos sabíamos que la dirigencia del PSOE en demasiados sitios no era muy diferente a la del PP. Sin embargo, ni los militantes ni los votantes eran iguales. La Transición tenía algo que ver. España es un país en donde, a diferencia del resto de Europa, no hay extrema derecha parlamentaria: porque está en el PP. Esta condición posfranquista –a veces directamente franquista- del PP, hace del PSOE, a los ojos del corazón de muchos socialistas, un partido bolchevique. Pese a la reconversión industrial, la política antisindical, la OTAN, Maastricht, la tercera vía, la corrupción, el olvido de la memoria, la reforma laboral, los desahucios express, la privatización de la sanidad, el plan Bolonia, las huelgas generales, la reforma del 135 o el TTIP. La imputación de Fernández Villa, el referente moral del PSOE asturiano, por haberse quedado con las dietas de compañeros y con el dinero de los jubilados de la minería, o el papel de Felipe González como lobista de brokers iraníes, sienta el “no hay más palabras señoría” del PSOE. Después del voto socialista al gobierno de Rajoy, la jefatura de la oposición la tiene que cubrir Pablo Iglesias. Y eso convierte a Pablo Iglesias en el objetivo a batir.

Segundo acto o planteamiento: Una maquinaria de guerra electoral que no cuidó a su organización

Desde Vistalegre, Podemos optó por primar la lógica vertical, la presencia mediática, la toma de decisiones jerárquica. Hubo cosas buenas –ni más ni menos que cinco millones de votos sin deber dinero a los bancos- pero al alto precio de dejar a la organización hecha, en todo el estado, unos zorros. Los círculos, salvo en algunos lugares, no han estado a la altura de lo que se había pensado. Ese abandono de la organización le impidió a Podemos poner en marcha algunos debates que tuvieron lugar en espacios de dirección sin trasladarse a los inscritos. Las discrepancias se filtraban. Los medios hablaban de divisiones pero esas divergencias eran más parte de un rumor, de un off the record periodístico que de un debate abierto.

Pero claro que había diferencias. Principalmente sobre cuatro grandes aspectos. Es importante dejar claro que los desencuentros estaban sobre todo referidos al cómo –la táctica– más que al para qué –la estrategia-. Sin embargo, esta insistencia en una discusión sobre cómo hacer las cosas terminó por convertir la táctica en estrategia cuando el debate fue permeando hacia abajo. A fuerza de querer hacer las cosas de determinada manera terminas creyendo que esa es la manera correcta y la conviertes en tu objetivo. A fuerza de no querer dar miedo te conviertes en miedoso.

Una de las primera discusiones rondó sobre si había que leer a Ciudadanos como un partido nuevo que apostaba por la regeneración o como un invento de diseño del Ibex 35. En nombre de la táctica se decía: criticar a Ciudadanos quita votos porque es un partido simpático, fresco y joven, incluso para los mismos votantes de Podemos. Otros decíamos: es que si nadie critica a Ciudadanos, va a ocurrir como con el Rey Juan Carlos, que todo el mundo va a pensar que peleó contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Y durante meses, Rivera fue capaz de ocultar que llevaba diez años en la política, que siempre había votado con el PP en Cataluña y que llevaba de responsable económico a una ficha de la gran banca. Al final se vio que teníamos razón los que decíamos que Ciudadanos nació cuando Josep Orioll, Presidente del Sabadell, dijo que hacía falta un Podemos de derechas. Gracias a que se les desenmascaró, no han tenido el papel que les habían diseñado. Será que la edad otorga rayos equis en los ojos.

Discutimos también sobre cuál era la lectura adecuada del PSOE. Unos decían, incluso recientemente, que había que ser más flexibles con el partido socialista. No porque formara parte de un análisis ideológico, sino, una vez más, para no asustar. Incluso se había planteado que había que darle el gobierno en Andalucía a Susana Díaz para ganar “solvencia”. Otros decíamos: apoyar a Susana Díaz es cargarnos en nuestras espaldas la corrupción del gobierno andaluz y nos inhabilita para ir a las generales criticando al bipartidismo. Por otro lado, insistíamos en que Sánchez no podía ser la regeneración porque era un burócrata del partido al que buscaron Susana Díaz y Felipe González para frenar los pies a Eduardo Madina. Nunca iba a intentar un gobierno con Podemos, porque sabía que siquiera si lo acariciaba le darían un golpe interno y lo tumbarían. Sánchez sólo quería ganar tiempo y se acercaba a Podemos para intentar echarle la culpa en el probable caso de unas nuevas elecciones. Las declaraciones de Sánchez a Jordi Évole diciendo quién manda en ese partido eximen de muchas explicaciones más. En el PSOE mandaban los de siempre. Teníamos razón los que sabíamos que el PSOE nunca iba a ir en serio cuando planteaba un gobierno junto a Podemos. Había que intentar ese gobierno, y había que hacerlo con honradez y con garantías –la reclamación de puestos en el gobierno que tan mal se explicó-, pero sabiendo que Iglesias podía terminar con tantos agujeros como Emiliano Zapata en el patio de Chinameca cuando fue a negociar con el general Huerta en Morelos.

Una tercera discusión tenía que ver con la unidad de lo que la gente identificaba como “la izquierda”. Era evidente que esa unidad, que se zanjaba con una lista donde fuera Podemos junto a Izquierda Unida principalmente, era imposible con Cayo Lara, un hombre honesto pero que nunca entendió lo que significaba potencialmente el 15M. Pero cuando ocupó su lugar Alberto Garzón, lo difícil en la calle era explicar por qué no íbamos juntos. Y ese era el reclamo por excelencia que recibían todas las caras conocidas que tenían algo que ver con Podemos. Unos decían que esa unión quitaba votos. Otros decíamos que habíamos nacido para reconstruir el espacio avejentado de la izquierda y que eso es lo que nos reclamaba la gente. Algunos, los más jóvenes, tenían miedo de que los cuadros de IU copasen los espacios de poder en Podemos. Otros simplemente pensaban que no había nada que obtener de esa alianza que nos envejecía. Está claro que la razón estaba del lado de quienes apostaban por la unión, pues la pérdida de un millón de votos –entre otras cosas por la mala campaña electoral y la parlamentarización de Podemos- hubiera sido mucho mayor. Sin olvidar lo importante: conviene que uno sea fiel a lo que le puso en marcha.

La última discusión tuvo que ver con si dar o no dar el gobierno al acuerdo de Sánchez con Rivera. Era evidente que Podemos no había nacido para dar su consentimiento a un gobierno que iba a mantener el grueso de las políticas económicas del PP, encima enmascarado con una imagen más amable. ¡Pero cómo iba a permitir Podemos un gobierno cuyo programa económico lo dictaba el Ibex 35! Algunos plantearon en los órganos de dirección de Podemos que habría que considerar esta propuesta. He de reconocer que una de mis pesadillas en ese escenario donde Sánchez presidía un gobierno de Rivera permitido por Podemos, era el PP en la calle convocando una huelga general contra el gobierno, con Rafael Hernando y Fidalgo gritando al unísono: “Hacía falta ya/ una huelga, una huelga/ hacía falta ya una huelga general”. Después de las explicaciones de Sánchez a Évole, las personas de Podemos, algunas en campaña en las primarias de Madrid, no han vuelto a hablar del tema.

En todas estas discusiones Pablo Iglesias tuvo una opinión firme, que resultó la correcta. Y otros miembros de Podemos tuvieron otra. Y los principales medios, invariablemente, defendieron la conveniencia de que Podemos se inclinase por las posiciones contrarias a las que defendía Iglesias. En las más complicadas, se preguntó a la militancia. Y fue la militancia la que dijo que no al gobierno del PSOE y Ciudadanos. Aunque algunos sigan insistiendo y quieran olvidar esa decisión de las bases.

Tercer acto y nudo: primarias de Madrid o reintentar lo que había fracasado

En mitad de estas discusiones, lastradas porque no se había abierto un debate ideológico en profundidad, Pablo Iglesias alertó del peligro para la democracia española que suponía la injerencia política del consejero de Gas Natural Felipe González. González disparaba constantemente contra Podemos mentira tras mentira, y marcaba muy de cerca cada paso de Sánchez, en quien pesó más su condición de superviviente que la de militante socialista. Fue cuando Iglesias cometió el terrible delito, propio de un país con problemas de memoria, de mencionar que con dinero de los españoles se financió un grupo terrorista que asesinó a españoles sin autorización judicial. La corrupción más terrible que puede haber en un país. La cal viva en la que quisieron hacer desaparecer a Lasa y Zabala. Los medios aprovecharon para disparar contra Iglesias como si hubiera mencionado en mitad del siglo XV que la tierra giraba alrededor del sol. Impío.

Justo en ese momento, marzo de 2016, y aprovechando la tormenta, un grupo de miembros de Podemos de Madrid decidió dimitir en bloque queriendo forzar a su vez la dimisión del Secretario General de Madrid. El objetivo: colocar en la dirección de Madrid a una pesona afín. Habían nacido familias en Podemos y algunos mostraban con violencia su juego interesado de montar un partido dentro del partido. El método era muy feo, parecido a lo que le hicieron a Sánchez. Supuso el mayor golpe para Podemos desde su nacimiento, pues en ese momento, que seguía siendo electoral, la imagen de disensión interna debilitaba a Podemos como partido de gobierno. Fue un momento difícil, y las empresas de medios de comunicación se cebaron. Los dimisionarios, salvo alguna honrosa excepción, nunca dimitieron de todos los cargos. Eran dimisiones, otra vez, tácticas.

La crisis, llena de deslealtades, se zanjó con la destitución de Sergio Pascual como Secretario de Organización, y su sustitución por Pablo Echenique. Tuvo como escenario añadido la desaparición de Íñigo Errejón durante dos semanas (después de avisar que iba a dejar de respirar hasta que se le pasara el berrinche y recuperara el tirachinas). Estos dos escenarios, el de las dos almas de Podemos y el de la manera de entender a servicio de qué se pone la organización en Madrid, es la que se está discutiendo en las primarias de Podemos. No es extraño, por tanto, que los defensores de las mazmorras del bipartidismo hayan tomado partido.

Desenlace: qué significan las primarias de Madrid

En Madrid se discuten dos proyectos de Podemos. Uno es el que se alinea con las decisiones que han llevado a Podemos a ser el principal partido de la oposición, el que sigue los mismos argumentos que representó Pablo Iglesias en los debates de los dos últimos años, el que entiende que junto a la amabilidad de las formas, siempre deseable, está la firmeza a la hora de confrontar las políticas que han representado el PP y el PSOE. Un Podemos que emociona, que ha hecho vibrar a millones de españolas y españoles, que ha recuperado antiguos debates dándoles nuevos bríos y formas –feminismo, memoria, luchas laborales, juventud- y que ha puesto en la agenda nuevos debates donde se va a decidir el futuro de Madrid y de España –medioambiente, Unión Europea, robotización de la economía, migraciones, bienes comunes, animalismo-. Un Podemos al lado de las mareas, de las trabajadoras y trabajadores, de los pensionistas, de los usuarios del agua de Madrid y de los que reclaman más espacios verdes y deportivos, de los que acuestan a sus hijos a las seis para que no pasen frío porque no pueden encender la calefacción y de los que no entienden por qué después de la creación de nuevos hospitales en Madrid no aumenta el número de camas y hay 83.000 personas esperando ser operadas.

Un Podemos que se construye sin miedo frente a los poderosos porque confía en las bases y quiere devolver a los círculos el papel que nunca debieran haber perdido. El Podemos que representa Ramón Espinar como persona que inquieta al PP, al PSOE y a Ciudadanos. Por eso, y no por ninguna otra razón –es de una ingenuidad que insulta pretender que los ataques forman parte del normal trabajo periodístico- la avalancha de injustas críticas justo cuando empezaba el proceso de primarias. Apenas nos hemos enterado de que Ana Botella regaló pisos de todas y todos los madrileños a fondos buitre, pero los ataques a Espinar, sincronizados, han pretendido negarle el derecho a la palabra a un ciudadano. Hacía mucho tiempo que no se dedicaba a nada tantas horas de telediario y tertulias. Señal del miedo que ha generado la posible victoria de Espinar como Secretario General de Madrid. Y es ahí donde Podemos tiene que definirse como un partido/movimiento diferente: lograron votar en el PSOE, hay que dejar claro que no van a hacerlo en Podemos.

El otro Podemos, absolutamente necesario en el proyecto, ha representado en los debates internos de Podemos posiciones diferentes y también, en ocasiones, modos de hacer política nada novedosos. Y por eso es pertinente preguntarnos ¿tiene sentido regresar en Madrid lo que se demostró que era incorrecto en los debates anteriores? Estamos en un momento histórico en el que Pablo Iglesias tiene la responsabilidad de hacer valer su condición de única fuerza política de oposición. ¿Es momento de debilitar esta tarea? En este momento histórico, es necesario que la organización de Madrid esté en sintonía con esa tarea para la que nació Podemos. El hecho de que en la lista que encabeza Rita Maestre vayan seis de las personas que dimitieron en Madrid buscando forzar un cambio ajeno a los estatutos de Podemos para hacerse con la Secretaría General, creo que deja muy claro que es una lista que no tendría las mismas lecturas que las que representa el equipo que encabeza Ramón Espinar. La coherencia tiene que ser un valor esencial en un partido que quiere reinventar la política en el siglo XXI.

En la misma dirección, hay que recordar que se puede hacer política desde muchos lugares distintos. En la lista de Rita Maestre hay personas que vienen de otros partidos, donde disputaron puestos de dirección también en Madrid. Cuando esas personas se incorporaron a Podemos, la discusión interna fue tenaz, porque había sectores internos que pugnaban por cerrarles el paso. Curiosamente los mismos con los que ahora se han alineado. Como esta lógica no puede ser estratégica (ideológica), tiene que ser táctica. Una vez más la táctica. Podemos debe ser capaz de incorporar a gentes que han estado en otras formaciones. Pero habría que pedirles a esas personas generosidad y recordarles que hay otros lugares en un partido fuera de las posiciones de dirección o de los cargos públicos. Se puede participar en política desde la base y no se caen los anillos.

Creo que Podemos ha pasado la primera fase de Podemos. Ahora toca hacer tarea de oposición y construir propuestas, en el Parlamento con los diputados y con la ciudadanía en las calles, en los lugares de trabajo, en las universidades y los colegios, en los mercados y los polígonos, con ideas y actos. Se trata de sacar de los gobiernos municipales, autonómicos y del gobierno de España al PP. Convenciendo a la gente para que deje de delegar la política. Para esa tarea, encabezada por Pablo Iglesias, es esencial que Madrid entienda esta nueva fase y sea parte de la vanguardia. Ese Madrid que tantas veces ha asombrado al mundo. La candidatura que encabeza Ramón Espinar, Juntas Podemos, no es solamente la que va a permitir seguir adelante el proyecto de Podemos, sino que va a impulsarlo a ese espacio de democracia real que imaginamos hace tres años cuando nos pusimos en marcha. Por eso, es momento de volver a poner tu granito de arena, de entrar en https://participa.podemos.info y votar por Juntas Podemos. Para que estés segura, para que estés seguro, de que este proyecto que te emocionó sigue adelante sólo porque tú, y nadie fuera de Podemos, así lo ha decidido. Para que seamos los responsables, los únicos responsables, de nuestra propia obra.


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