– ¿Vienes a la cama?
-No, vete tú. Voy a acabar de ver la película.
-¿Hoy tampoco follamos?
-No me apetece(s). – Debí haber pronunciado esa “s”, pero era tarde y no tenía ganas de enzarzarme en una discusión que además de poco productiva, habría resultado agotadora.
-Nunca te apetece. No es normal. Deberías ir al médico, o a un psicólogo, a ver qué te pasa. Y soluciónalo, que ya estoy hasta los cojones. Follo menos ahora que cuando tenía 17 años.
Dios, no soporto esa mirada de reprobación, sus ojos esperando encontrarse con los míos para reiterar su disconformidad con mi negativa. Después de un minuto de silencio por la muerte de mi libido, me libera del peso de su mirada, suspira y se va refunfuñando algo entre dientes.
Por fin sola.
Apago la televisión y pongo un CD de Bonamassa a volumen muy bajo, me sirvo una copa de tinto y me acomodo en el sofá quitándome los zapatos y los pantalones. Es lo más cerca que he estado de saborear la libertad en lo que va de día. Me dejo llevar por la agradable sensación de flojera que el vino me produce y cierro los ojos dejando que a mi pensamiento le crezcan alas. La sensual voz de Beth Hart suena en Close to My Fire y no puedo evitar recordar la noche que me acosté con él, con su mejor amigo. Una vez más me encuentro viajando a ese momento, como si ya no pudiese existir otro. El recuerdo de nuestras bocas encontrándose, devorándose, mordiéndonos locos de deseo, hace que mis manos se pierdan entre mis muslos y mis dedos me encuentren tan excitada que duela incluso recordar el momento en el que su sexo me penetra con fuerza mientras me inmoviliza la cabeza agarrándome del pelo.
El vino, la música, el recuerdo de su olor, su sexo en mi boca. Cierro los ojos, sonrío, y me abandono a mis propias caricias, imaginando que son sus manos y no las mías las que me provocan un orgasmo tan intenso que sin darme cuenta hace que emita un gemido que probablemente haya despertado a mi marido. Mis ojos se vuelven rápidamente hacia el umbral de la puerta mientras en el fondo espero que haya observado todo este tiempo lo que hago cuando no me mira.
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