¡SÉ! Es maravilloso conocerse. ¡SÉ! Es bonito corresponder al ser. ¡SÉ! Es un regalo poder ser. ¡SÉ! Es tu ser quien pide ser mostrado. ¡SÉ! Sin miedo a no ser, pues siendo... ¡ERES! ¡SÉ! Sin dudas a no ser, pues siendo... ¡TE MUESTRAS! ¡SÉ! Por ti mismo, por dar salida a la obra que Dios ha hecho en ti. ¡SÉ! Por los demás, por darles aquello que tú sólo puedes darles. ¡SÉ! Por Dios, por corresponder a su Amor al haberte dado el ser.
El único valor de la vida es que la vivas desde tu persona. Tienes un corazón, una inteligencia y una voluntad a tu servicio, esperando a ponerse en acción. Sólo tú tienes el botón de power para dar inicio al engranaje. Dios te ha dado el ser, la vida, tus dones... Te los ha dado porque te ama, porque sabe que con aquéllo vas a SER. ¡Qué maravilla SER, y ser imagen de Dios! ¿Por qué tener miedo a ser? Hay tantas alegrías siendo, tanto bien siendo, tanta abundancia siendo... ¿No has experimentado la gracia de encontrarte y mostrarte; de vivir lo que Dios quiere de ti; de respirar tranquilo? Todo esto lo tienes... por explorar y explotar. ¡SÉ! De la mano de tu familia, amigos, Dios y la Virgen. ¡SÉ con ellos para ser tú!
Me gustaría que de todos se pudiera decir que somos, que se nota que estamos. Ser y estar, como el verbo to be en inglés. Porque siendo estamos, dejamos un halo, una huella, una presencia. Nada que ver con el egoísmo de estar presente en todo sino de notarse nuestra presencia cuando estamos en relación con un otro. ¿De qué valdría nuestra vida si no se notara que estamos en ella, viviéndola? Sería una pena desperdiciar el regalo de la vida que no es tanto recibir palos, cargar con una cruz y sufrir sus reveses sino desarrollar totalmente el ser de uno por dentro para el mejor deleite de la vida, de su gente y de sus encantos.
Ser, experimentando la gracia de encontrarse y mostrarse. ¡Muy pocos han iniciado este camino! Sólo hay que echar una mirada a nuestro alrededor y comprobar que muchos andan por la deriva, sin ningún referente, sin buscar la forma de encontrase y mostrarse. Hay copias en lugar de inéditos. Escasean las personas originales sin ningún tinte ni mancha. Y comprendo que esto no sea fácil de encontrar cuando veo que hay un interés feroz por crear masas, grupos etiquetados. ¡Y qué alegría cuando se encuentran personas originales! Personas inéditas, ellas mismas. Es de admirar la personalidad marcada de cada una de ellas. Es una oportunidad de crecer junto a ella pues la diferencia abre el camino al enriquecimiento y, por qué no decirlo, al conocimiento tanto de uno mismo como de la vida. ¿De la diferencia puede salir algo bueno? ¡Tanto y más que de la semejanza!
Ser, viviendo lo que Dios quiere de uno. ¿Cómo saberlo? En el silencio o en la intimidad de una conversación susurrada con Él, incluso en conversación desde el alma. ¡Cuántos muchos desconocen la abrumadora compañía del silencio! No concibo al hombre sin alma. Y no imagino al hombre como todopoderoso. Hay un Ser antes que él. Y como Ser, otorga el ser. ¿A quién si no acudiremos para ser? No somos un puzzle, somos una obra maestra. No somos piezas, somos una unidad. ¡Sólo necesitamos verlo! Y muchos estamos ciegos y nos falta esa luz que abra nuestro objetivo y permita abrir nuestro horizonte. Una vez hayamos visto esa obra y esa unidad que somos, pisaremos sobre seguro. Caminaremos respirando tranquilos.
Ser, respirando tranquilo. ¿Cuántos nos paramos a reconocer nuestra respiración? Es curioso que sólo nos percatemos de ella cuando vamos al médico y nos tienen que auscultar. No es sólo darse cuenta físicamente sino de lo que significa respirar tranquilo. Y no sólo conocer su significado sino vivirlo. ¡Vivir sin presiones, sin estrés, sin agobios! Y pasar a tener paz interior, tranquilidad en el alma, sosiego en el obrar. No queramos dejar campar el ansia en nuestra vida porque se contagia y llena el ambiente de egoísmos, malestar e irritación... ¡Cuánto bien hace un rostro sereno! Cuánto transmite un semblante alegre y amable. Anhelamos poder caminar así y olvidamos poner de nuestra parte siendo serenos, poniendo serenidad en el actuar, en el hablar, en el pensar. ¡En todo nuestro ser!
Repito, ¿no has experimentado la gracia de encontrarte y mostrarte; de vivir lo que Dios quiere de ti; de respirar tranquilo?