Hasta hace unos días Miriam González Durántez, natural de Olmedo, localidad de 3.800 habitantes de Valladolid, era una mujer muy influyente en el Reino Unido como esposa y consejera del viceprimer ministro y líder liberal Nick Clegg.
Socia de un importante bufete de abogados londinense, ha escrito un artículo criticando al PP porque establece el paralelismo entre los sondeos que no le auguran el triunfo el día 24, y los que también se lo negaban a Cameron, que luego obtuvo mayoría absoluta y lapidó a su coaligado Clegg, que ha dimitido.
Afirma que asustar con la desestabilización económica que vendría de no ganar ellos, como hizo Cameron y hace el PP, es profundamente contrario a los valores liberales.
Y denuncia que es lamentable que los partidos tradicionales le hagan frente a la lacra del populismo (Podemos, UKIP, Syriza), “con la política del miedo”, en lugar de con el sentido común.
Reconoce la labor del PP en la recuperación económica, aunque advierte que mantener un paro general por encima del 20% y un paro juvenil por encima del 50% no puede ser un argumento definitivo para lograr una victoria electoral.
Pero lo peor es la corrupción: “se le olvida al PP que Cameron ha presidido un Gobierno de coalición en el que no ha habido corrupción”.
Y es cierto, pero hay algo que influye en esa situación: en 1830 en el “Lobby” o recibidor del Parlamento británico nació el lobby, instrumento legal que reunía y reúne a los diputados con grupos de presión que defienden sus intereses.
Frente a la corrupción, está el lobby legalizado que informa públicamente lavando el negocio de los favores políticos.
Los lobbies son tan importantes en el mundo limpio de corrupción que sólo en Washington hay 50.000 lobbistas trabajando alrededor del Congreso, el Senado, la Casa Blanca y demás instituciones del poder estadounidense: a ver si aprendemos.
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SALAS