Una de las subespecies más fascinantes del lobo gris es el lobo ártico, cuyo pelaje se torna blanco conforme crecen los lobeznos. Vive en lugares donde el frío es extremo y posee dos gruesas capas de piel que lo protegen de las bajas temperaturas y le ayudan a mantener la temperatura corporal.
Sus características físicas son un prodigio de adaptación animal al entorno: orejas más pequeñas y patas acolchadas para poder caminar mejor por el hielo y la nieve.
El lobo ártico puede agruparse en manadas de hasta veinte ejemplares, dependiendo de la cantidad de alimentos que tengan disponible, son muy territoriales y necesitan un hábitat de cientos de kilómetros.
Actualmente, Alaska es el lugar donde hay más lobos árticos. También en Groenladia y Canadá, pero menos. Su dieta consiste en caribú y buey almizclero, cuya carne les encanta.
Las lobas son capaces de cuidar hasta de doce cachorrillos ciegos y sordos durante los primeros dos meses de vida. Un ejemplo de dedicación para las mamás humanas. Aunque lo habitual es que tengan dos o tres cachorros, que permanecen dos años con mamá loba.
Los lobos árticos pueden ser encontrados en su hábitat natural original, dado los territorios extremos en los que viven donde no hay presencia humana.