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Locas de alegría – Aristóteles y la esquizofrenia narrativa

Publicado el 15 marzo 2017 por Maresssss @cineyear

A veces no es fácil entender por qué nos encandila una película por absurdo que sea su argumento, y viceversa. Esta cuestión ha dado para muchos análisis a lo largo de la historia, pero después de ver Locas de alegría -incluso durante debido al tedio- me acordé de Aristóteles y su reflexión sobre la narrativa, algo así como: "Es preferible lo imposible verosímil que lo posible inverosímil".

A pesar de la diferencia de edad entre Aristóteles y el cine, en dicha afirmación hallamos el porqué de que el espectador acepte a alguien como Superman, que vuela, pero le chirríe hasta límites sin fin películas como 2012. El fin del mundo es posible y que un hombre vuele no; aun así, es mucho más verosímil el caso del superhéroe. Esto no quiere decir que siempre se fracase a la hora de contar una historia porque se emborrache de inverosimilitud. Depende mucho del fin que se intenta transmitir y el tipo de historia que se cuenta. He aquí el problema, en mi opinión, de Locas de alegría.

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Locas de alegría – Aristóteles y la esquizofrenia narrativa

El film italiano nos sitúa en un centro psiquiátrico del norte de la península itálica, donde una de sus internas es Beatrice ( Valeria Bruni Tedeschi), una excéntrica mujer de clase alta; a la institución llega Donatella ( Micaela Ramazzotti), una mujer joven introvertida y frágil. A partir de aquí se desarrolla una historia en la que las dos protagonistas forjarán su relación en un viaje a ninguna parte en el que descubriremos los fantasmas de sus pasados.

Ahora bien, ¿qué trata de contarnos Locas de alegría? Tras salir de la sala y hasta ahora, me lo sigo preguntando. Quizás que existen locos oficiales y locos en general en un mundo de por sí loco; o tal vez que la locura puede ser una consecuencia de los males de nuestras vidas... Sí, esto está claro y masticado en las casi dos horas de metraje, pero no creo que ni siquiera profundice en estas cuestiones tan manidas en el género.

Además, y ahí viene Aristóteles otra vez, la acción adolece de una inverosimilitud constante que no ayuda a hacer atractiva la tragicomedia que viven las protagonistas. Da la impresión de que Paolo Virzì puede malear la historia tanto como sea necesario para forzar las emociones en el espectador, y eso Paolo, es trampa. No obstante, cabe destacar la fuerza interpretativa de las dos actrices, sin duda lo más destacable de una película que por todo lo demás resulta reiterativa y previsible.

A veces siento que no entiendo ciertos films como es el caso de Locas de alegría, sobre todo tras ver la buena acogida que ha suscitado en buena parte de la crítica. Podría pensar que todo el mundo está loco menos yo, aunque lo más seguro es que la culpa sea mía. Es más, si habéis llegado hasta aquí, olvidad todo lo que os he dicho sobre la película, seguro que es mentira. ¡Viva Platón!


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