

-AVISO SPOILERS-No deja de ser injusto que Ivan Locke (Tom Hardy) tras 15 años de matrimonio en los que ha sido un marido y padre ideal, se convierta en otra persona a los ojos de su mujer por un solo acto irresponsable ¿o sí? Locke da la cara ante su "gran cagada" -cuya naturaleza es mejor no desvelar- para evitar seguir los pasos de su padre, un alcohólico que le abandonó siendo un niño. Locke no ha perdonado a su padre y su mayor miedo es parecerse a él. Condena duramente que sus compañeros de trabajo beban alcohol, pero fue precisamente una noche de copas la que le ha metido a él en problemas. Ahora Locke tampoco conseguirá ser perdonado. No hay segundas oportunidades para nadie.

Paralelamente, la vida personal de Locke se refleja en su trabajo. Si esta se desmorona, también un solo fallo en el hormigón de "su edificio" puede tirarlo todo abajo. Locke no había cometido ningún error en sus 10 años -perdón, 9 años- de profesión, pero, su "gran cagada" le valdrá el despido fulminante. Locke, lejos de huir, conduce para enfrentarse a las consecuencias de sus actos en una historia que es sin duda una tragedia: una forma dramática que acaba generalmente en la muerte o en la destrucción física, moral y económica del personaje principal.