Locura independentista. O no.

El senador separatista catalán Santiago Vidal, juez suspendido por elaborar la Constitución de la supuesta República Catalana, ha detallado desde noviembre en cinco conferencias cómo construirá el nuevo país con la tolerancia del Partido Popular y del PSOE que, dice, ven imposible evitar el referéndum independentista.

Asegura que tras robarle a Hacienda la información de todos los contribuyentes catalanes montará rápidamente su Estado para el que cuenta con funcionarios leales, seleccionados tras espiarlos individualmente.

El juez admite que toda esa estructura de impuestos, justicia, policía, economía o relaciones exteriores propias se logró delictivamente: esto es un golpe de Estado incruento, por ahora.

En sus conferencias, resumidas por Cristina Segura, de El País, Vidal afirma que los senadores Javier Arenas, popular, y los socialistas José Montilla y Joan Lerma, le pidieron que transmitiera a Puigdemont y Junqueras “de parte del PP y del PSOE” que aceptan el referéndum independentista porque “no hay quien lo pare”.

También dijo que Pedro Sánchez le había prometido retirar las acusaciones contra los dirigentes de la Generalidad que convocaron el fraudulento referéndum de 2015 y que no aplicaría el artículo 155 de la Constitución, que permite intervenir una Comunidad Autónoma que desobedezca las leyes estatales.

Vidal anuncia que, celebrado ese sufragio el próximo septiembre, once de los 28 países de la UE reconocerán en octubre la República Catalana, y un mes después lo hará España.

A España, además, le interesará que Cataluña siga en la UE y en la OTAN porque su deuda externa no puede pagarse sin la parte correspondiente a la nueva República.

Esta apasionante historia del invento y nacimiento de una nación gracias a espías y policías secretos formados, según explica, por potencias extranjeras parece creación de un desequilibrado, y quizás Vidal lo sea.

Pero estamos en tiempos tan alocados, inseguros y desconcertantes que los jueces en ejercicio deberían llamarlo a testificar sobre sus delitos y su sedición, y Gobierno y PSOE explicar esa supuesta rendición.

Ante la gravedad del caso ERC, el partido al que pertenece, le ha hecho dimitir como senador y ha negado la veracidad de sus afirmaciones.

Pero lo que dice el padre de la Constitución catalana debe ser tenido muy en cuenta: es más creíble Santiago Vidal que Oriol Junqueras y los demás forjadores de la nueva patria.

Todos van a ponerlo como mentiroso, y quizás haya exagerado, pero algo hay de verdad en sus afirmaciones cuya gravedad, más que en lo que afecta a los separatistas, hace dudar sobre qué le dijeron PP, PSOE y Pedro IX Sánchez.

Y atentos porque de seguir Cataluña en España como es probable en 2018, cuando concluya su suspensión este malhechor autoinculpado como golpista volverá a juzgar a ciudadanos españoles.

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SALAS