Pasaron más de diez años desde aquel amanecer futbolero de 2001. Sin embargo, su nombre permanece en el inconsciente colectivo argentino. Después de una mala salida de Oscar Córdoba, Samuel Kuffour le dio destino de red a la pelota y su festejo fue la gloria para Bayern Munich. El equipo alemán dio el grito sagrado en la Intercontinental, ante las lágrimas de Riquelme y cía. Por ese título, y mucho más, el ghanés quedó unido al gigante bávaro. Allí, perdió la Champions de 1999; aquella de la definición antológica contra Manchester United. Y dos años más tarde, se dio el gusto de ganar la corona contra Valencia por penales. Quizás por haber valorado al máximo ese título, su corazón galopó a pleno con la final del sábado en Wembley. De traje y corbata, descargó su pasión en un estudio de televisión. Y en el cierre, gritó el gol de Robben a alto volumen. Puños cerrados. Un festejo de fanático. Locura total.