Comentando en el post de Tasia:
David afirma que “se defiende el ecofeminismo desde el anticapitalismo”, y concluye: “es decir, desde el totalitarismo político comunista anclado en 1917 (o incluso antes, en 1867)”. Lo cual, al menos en mi caso y en otros muchos, no es cierto (¡viva Fourier, leñe!). Es perfectamente posible, desde la teoría y desde la práctica (podría poner algunos ejemplos tanto históricos como contemporáneos si se me pide), ser feminista y ecosocialista desde un punto de vista anarquista, es decir, antitotalitario (ni Dios, ni amo, ni marido, etc., por difícil que esto pueda llegar a ser en la práctica; también es difícil sobrevivir a un cáncer de páncreas y no por eso desistimos).
También afirma: “No conozco a ningún predicador de la virtud que haga las maletas y se marche de alguna democracia liberal y capitalista”. Por supuesto, pero eso es porque la comparación se hace con algo peor a lo que tenemos (Corea del Norte, etc.), no con algo mejor. Decir que una democracia capitalista es mucho mejor que una dictadura comunista está bien si se está debatiendo con estalinistas, pero en el caso que nos ocupa, en este texto de Tasia, es como decir que un mundo con dentistas es mucho mejor que un mundo sin dentistas. Todos estamos de acuerdo en eso.
Ahora bien, aunque es cierto que Marx no es del todo Lenin, podemos afirmar no obstante que es más Lenin que Bakunin. En ese sentido, cuanto menos veamos el componente autoritario y centralista del marxismo de Marx, valga la expresión, más probable será que nos seduzcan de nuevo los cantos de sirena bolcheviques. En eso puedo estar de acuerdo con David, alias Conrado ;)
¡Y en la otra dirección, claro! Cuanto menos veamos el lado autoritario (o jerárquico, si se prefiere) de las actuales “democracias”, más probable será que, en momentos de crisis muy agudas y prolongadas (que vendrán sí o sí: peak oil, peak water, peak everything…), nos veamos seducidos de nuevo por los cantos de sirena fascistas. Ya dije en una ocasión que muchos conservadores y liberales de los años veinte y treinta de este país (Unamuno, Ortega, Pío Baroja, Marañón, d’Ors, etc.) no dudaron en apoyar el golpe de Estado del 36, supuestamente como mal menor. ¡Como si la única alternativa a una bofetada fuera un puñetazo!