Hay que suspender las partes para que actúe el todo.
La iridiscencia es un fenómeno óptico caracterizado como la propiedad de ciertas superficies en las cuales el tono de la luz varía de acuerdo al ángulo desde el que se observa la superficie, como en las manchas de aceite, las burbujas de jabón, las alas de una mariposa y el lado reproducible del disco láser.
Los parámetros, los conceptos se despejan al ser parte de un hecho que te devuelve la oportunidad de vivir nuevamente aquello que creías estaba perdido.
¿En dónde está la pérdida si no en la creencia sujeta a algo que te hace ver irrealizable aquello que sin dudas no lo es? O que es. Es conquista, logro, realización, posibilidad de vislumbrar nuevas cosas.
Todo es. El mundo es como vino dado, y lo único que lo cambia es el hacer. Lo demás se queda en siluetas difusas que impiden ver que el momento es presente, es circunstancia entregada a la acción. Es obra consumada. No hay otra semejanza mayor a la creación que aquello que nos animemos a sacar y plasmar en dicha.
Nadie nos apura ni corre. El tiempo pasa según lo que estemos encarando, y no hay otra instancia de logro más tangible que la que queda asentada para ser vista por un nuevo individuo de este mar cósmico que son las personas.
La conciencia de unidad está poco afirmada, pero cuando se comprende que el otro y uno somos lo mismo, algo se facilita y libera.
No hay diferencia entre lo que crees del afuera y lo que experimentás en tu adentro. Es un holograma que se adapta a la necesidad de lo que andes buscando proyectar, para así –y sólo así- devolvernos la figura que se nos tiene que hacer presente al momento mismo de hilvanar esa idea.
Idea, pensamiento suelto que hace chispa y afirma su deseo de ser llevado en formato proyecto al campo de la realidad.
Si muere en teoría impráctica se sulfata, se marchita, y nunca va a haber conocido el paraíso, el terreno de los actuantes, el plan llevado a cabo para dar con la autorrealización.
Sólo en el logro se puede ser feliz, entendiendo la felicidad como un estado duradero y no como un shock de alegría que se desvanece a la vuelta de la esquina.
El amor es la esencia de todas las cosas. Se brinda más o menos según el grado de apertura a dar y recibir amor, cariño, afecto.
El miedo no es el opuesto al amor -y mucho menos el odio- sino la ausencia de amor, porque toda energía se eleva y existe desde la concepción amorosa que se pueda tener con lo que se esté cultivando.
Amo, y desde ahí actúo. Hago. Produzco. Poder amar lo que se hace sigue siendo la causa de trascendencia universal. Porque no hay dicotomías. Es la forma de estructurar el pensamiento tan sólo para que se entienda lo que nos pasa, sin que eso signifique que nos movemos en esos polos de opuestos, sino que la creencia se gesta en esa contraposición.
Somos ilimitadamente luz. Si no se tapa el Sol con la mano. Si se da paso al Amor Divino que cada humano, animal, planta u objeto lleva en sí por chispazo propio e intrínseco de la materia al formarse.
Sólo creando podrán constatarlo. Quien venga a hablar desde otro lado le falta la experiencia de confirmación, el trecho más dichoso de toda experiencia de vida. Y después surgirán las consecuencias de lo obrado. La siembra deviene en cosecha y los frutos maduran solos.