Lois se esconde al final del valle del río Dueñas y de una carretera con unas vistas inmejorables. Pertenece al municipio de Crémenes y está situado a tan sólo 90 km de León a más de 1.200 metros de altitud. En este maravilloso enclave se levanta un pueblo pequeño que sorprende por su historia. Lo primero que llama la atención es la catedral de la montaña que destaca sobre el resto de edificios. Su construcción se debe a los vecinos del pueblo y al obispo Rodríguez Castañón, que impulsó la obra en 1564. Pero lo más llamativo de la iglesia es el material usado: jaspe rosado, obtenido en una cantera del pueblo. Los rayos del sol sobre las rosadas paredes cambian la impresión que tienes sobre esta monumental iglesia, si bien de mañana parece de un rosa más claro los últimos rayos descubren unas paredes cálidas, casi rojizas. La sobriedad del estilo y la monumentalidad de la obra la funde con su entorno, creando la ilusión de estar ante una montaña más del paisaje.
La fachada sorprende por su austera elegancia de estilo neoclásico. Foto: Sara Gordón
El interior de la iglesia esconde cuatro altares de gran riqueza. Foto: Sara Gordón
En 1992 fue declarada Bien de Interés Cultural, con la consideración de monumento. Foto: Sara Gordón
Además Lois es uno de los pueblos señoriales más emblemáticos de la montaña leonesa con la existencia de cuatro mayorazgos que quedan reflejados en los escudos que adornan varias casas. También tuvo una cátedra de latín durante más de dos siglos que bautizó al pueblo como la universidad de la montaña.
La casona de los Reyero. Foto: Sara Gordón
Lois deriva del término “Loides”, que aparece en numerosos documentos medievales a partir del año 932 y que según interpretaciones puede venir de la voz euskérika “Loidi”, que significa lugar de barro. Foto: Sara Gordón
Desde el molino harinero que se encuentra al lado de la iglesia, cerca del puente que cruza el rio Dueñas, nace la ruta circular de la Llorada. En el siglo XVIII llegó a haber siete molinos en Lois lo cual nos sugiere la riqueza que tuvo que existir en este lugar.
El principio es un tramo de escaso desnivel, en el que se remonta un valle cada vez más estrecho y frondoso, que termina por abrirse un poco al alcanzar el Prado Demedios. Foto: Sara Gordón
Las vacas nos guiaron durante la mitad de la ruta. Foto: Sara Gordón
La ruta de la Llorada no tiene pérdida ya que está perfectamente señalizada, aunque recomiendo realizarla en verano o primavera si no tenéis equipo de nieve. En nuestro caso fuimos en invierno y la nieve nos impidió terminarla (espinita clavada que me quitaré este verano). El camino discurre por prados donde el ganado pace y va subiendo acercándose cada vez más a las montañas. Se pasa por explotaciones mineras que ya fueron utilizadas por los romanos y por hayedos otoñales en cualquier época del año.
La pista cuando se llega a la Llorada estaba cubierta de nieve. Foto: Sara Gordón
Parte del camino discurre cerca del rio y va introduciéndose en un hayedo. Foto: Sara Gordón
Ruta la Llorada:
Duración: dos horas y media. Distancia: 9 km. Dificultad: Baja. Desnivel: 400 metros.
Foto: Sara Gordón