La noticia no está en el acontecimiento, poco frecuente por otro lado, sino por tratarse de una mujer afroamericana de nacionalidad estadounidense, atractiva, y sin filiaciones religiosas extremistas que se conozcan. El resultado en las redes sociales fue un efecto multiplicador de sus seguidores, pero a lo que se sabe, más pacíficos que los admiradores de Santi Rodríguez, quienes se despacharon a gusto con toda suerte de insultos por confesar su fe católica. La señorita Jones es muy atractiva y además, corre mucho; decide entender la virginidad es un regalo a su marido y su criterio se respeta por parte del público en general, el mismo que crucificó al célebre frutero de Siete Vidas, y esa decisión es suya y respetable como la de quien decide poner precio a su cuerpo para sobrevivir. Como casi siempre una lección de democracia por parte de norteamericanos: La diversidad de opiniones enriquece y se respeta. En España esa diferencia debe moverse dentro de lo establecido como políticamente correcto por el progresismo militante. Viva Palestina, por ejemplo.