
"La moda es una forma de fealdad tan intolerable que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses"
(Oscar Wilde)
Y, de repente todo el mundo decía burgundy. Look burgundy, falda burgundy, shosrto burgundy.... ¿Por qué le llaman burgundy cuando quieren decir granate? Porque es más cool. Y lo cool, como el tiempo y el viento es muy relativo.




No hace mucho, el granate era color de abuela; el militar, de legionario; las flores, demasiado naïf; la tachuela, demasiado makarra. Y de repente, ahí me teneis, desafiando al alfalto vestida con un look burgundy.



Porque la moda (y el mundo) te obligan a ser más flexible si quieres sobrevivir en la jungla, a ir por la vida sin vendas, despiertos, dispuestos a cambiar. A lucir un vertiginosos escote en la espalda en un look casual. Aunque para hacerlo tengas que silenciar a tu yo de hace cinco años que piensa que esos escotes solo valen para la noche.



Y te pones el trench que hace cinco años hubieras dejado en la percha, y los shorts que te parecían indecentemente cortos, y combinas el burgundy con el teja sin sonrojarte. Y haces equilibrios ideológicos para permitirte cambiar de opinión sin dejar de ser tú misma.





Y funciona. Y, de repente, lo que era blanco es verde militar, y lo que era de un negro indiscutible empieza a tirar más a burgundy. Y confiesas a la gente que tú nunca has sido de flores pero ahora te encantan. Y que el camel que ahora te horroriza, es posible que te encante la próxima temporada.




Porque hay cosas innegociables. Nunca ropa interior de color carne. Nunca calcetines blancos. Nunca pendientes de perlas. Pero hay otras en las que estoy dispuesta a cambiar de opinión. Si me convences. Si mereces la pena.

