
El fotomatón es el infierno o el cielo. Las primeras experiencias son el infierno. Son las primeras fotos para el DNI, con con el pelo pegado al cráneo y la marca del pañuelo con el que tu madre acaba de quitar tu última mancha de chocolate de la cara. Con el paso de los años, y de las noches locas... la cosa cambia.









A la mañana siguiente, aparece en tu bolsillo un inesperado papel foto de forma alargada. Algunos de los retratados ni te suenan. Es entonces cuando acuñas la célebre "teoría de las caras". Dejas la angelical sonrisa con la que te estrenaste en el infierno del fotomatón para empezar a retratar tu perfil policial o el clásico beso virtual. La estrategia Kate Moss no te hace mucho más mona, pero es más cool. Has entrado en el cielo del fotomatón.





En estas cavilaciones de cielos e infiernos andaba yo minutos antes de entrar en el cabaret "The Hole", capitaneado esta vez por la Terremoto de Alcorcón. Ya había sacado mi lado más payaso en el fotomatón y paseaba mi lado más canalla con una falda estranguladora de tan estrecha, un colgante que parece hecho con parte de las cortinas de un teatro y mis gafas para no perder detalle.




Hay que entrar en el agujero para salir del agujero. O lo que es lo mismo. Hay que entrar en el infierno del fotomatón para poder vivir el cielo del fotomatón. Que levante la mano quien no haya entrado en el agujero...