En este caso voy a hablar, como bien dice el título, de los looks que llevo a las clases de conducir. Llevo unas cuantas (tantas, que ya podría conducir como Fernando Alonso, por lo menos), pero sigo siendo una torpe que se mete por dirección prohibida y se salta los stops (los que están escondidos en aceras y tapados por arbustos, sobre todo). Bueno, cada uno necesita las clases que necesita y aunque me haya costado, llevo unos días haciéndolo mejor, si es que lo que me pasa es que soy una insegura, eso es.

A lo que iba, que yo para conducir no me pongo cualquier cosa. Empezando por los zapatos. Estamos ya casi en verano y sigo llevando zapatos cerrados de cordones que hay que llevar con calcetines (
Con el calor que hace y que paso al volante, me he planteado ir algún día con sandalias (y, no nos engañemos, no es sólo por el calor, tengo unas marrones monísimas con las que iría ideal de la muerte con la manicura hecha -por mí- acorde con mis modelitos primaverales), pero antes de salir de casa, en el último momento, renuncio porque me da miedo que me fallen los pies. Tengo que encontrar una solución: o aparecer con sandalias y llevar en el bolso los zapatos de marras y si lo necesito, ponérmelos a mitad de la clase (opción cutre, un tanto inviable) o buscar una alternativa que tampoco puedo asegurar que me vaya a ir bien: bailarinas, mocasines, etc.

Pero no sólo el tema de los zapatos me trae de cabeza. Es importante el look en general. Hay que llevar una camiseta ligera si no quieres acabar con la espalda pegada al asiento del sudor (puagg) (aunque la lleves, acabarás así, lo hago yo que soy friolera, pero sudo mucho, y más si estoy nerviosa, claro).Cada vez que me bajo del coche, me siento Camacho. Cuñññaoo!

Y en la parte de abajo, pues diréis que soy tonta, pero no me atrevo a enseñar las piernas. Por un lado, mi blanco es nuclear y todos los años tardo en quitarme las medias. Ya me dijo el profesor al verme los brazos: "tú tardarás en ponerte morena, pero mira yo -enseñándome orgulloso el brazo derecho, tostado y envejecido por el sol-". Sí hijo, yo al principio no me bronceo mucho y tengo que echarme crema de factor 50 porque me pican los brazos conduciendo que no veas.
Bueno, y por otro lado, pues... me da vergüenza que el profe vaya viéndome las piernas, porque -con mi timidez y recato congénitos, pienso- me las mirará inexorablemente para ver si acelero bien o si meto correctamente las marchas. ¡Como si no tuviera otra cosa que hacer el hombre! Además que es un poco viejo, pero nada verde. Y, hete aquí, que la choni de turno a la que recogemos para que me releve al volante y dé ella su clase ¡¡me aparece semidesnuda!! Sí, amigos, con un top palabra de honor, o sea, con los hombros y media espalda al descubierto, y unos pantalones cortos, tan cortos, tan cortos ¡¡que dejaban ver hasta el alma!! Claro, así aprueban a la primera. Si es que...

Por todo ello, he decidido que voy a dejar de ser una chica decente y voy a atreverme a despelotarme. Además, que tengo edad para ello: hoy, sin ir más lejos, un alumno al que no había visto nunca (él, ya talludito) me ha preguntado si voy al instituto. ¡Al instituto! Sí, ya no me va a dar más vergüenza ir de verano, que aunque esté blanca, también tengo derecho a enseñar mis piernas y no pasar calor. Y al examen habrá que ir con el autobronceador echado o con varias visitas a la piscina, y ponerse una falda, o algo. Que tengo que aprobar antes de agosto ¡hombre ya!
