Lope de Barrientos nace en Medina del Campo. Fue el segundo hijo de Pedro Gutierre de Barrientos, servidor del infante Fernando, hermano de Enrique III de Castilla.
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Su padre muere en el campo de batalla de Antequera luchando contra los musulmanes a las órdenes del infante Fernando, futuro rey de Aragón.
Lope de Barrientos, fiel colaborador de Juan ll y Enrique IV de Castilla
Cursa primeros estudios en Medina del Campo y luego pasa a la Universidad de Salamanca, donde se relaciona con varias personas relevantes, entre ellos el futuro cardenal Torquemada. Regresa a Medina del Campo, donde profesa dentro de la orden dominicana en el convento de San Andrés. Ve crecer a los hijos de Fernando, los infantes de Aragón durante su residencia en Medina del Campo, donde nacieron todos. En 1406 vuelve a Salamanca y nueve años después ostenta la primera cátedra de Prima de Teología en 1416. En 1429 Juan II de Castilla le nombra preceptor del príncipe Enrique y se convierte en hombre de estado desde entonces.
En 1433 deja la cátedra para ser confesor de Juan II. En 1434 fue nombrado confesor y el rey le mandó expurgar la biblioteca del escritor Enrique de Villena, por lo que tuvo que dar orden de quemar unos cien libros considerados peligrosos para la verdad cristiana y relacionados con la nigromancia. Por esta acción, Barrientos será criticado como censor intolerante y plagiador de Villena. Aunque no era así exactamente, Barrientos fue el representante del escolasticismo recalcitrante, en contra de Villena, prehumanista y progresista de la Baja Edad Media. A partir de 1433 Barrientos se dedica a defender al rey y a su príncipe en todos los sucesos del reino. Protagoniza un papel esencial en la vida política, eclesiástica y cultural del siglo xv en Castilla, siendo un personaje singular durante el reinado de Juan II y, en menor medida, en el de Enrique IV. No mantuvo buenas relaciones con el privado del príncipe, Juan Pacheco, el futuro marqués de Villena. Actuó como mediador entre las dos facciones del reino, el condestable Álvaro de Luna y los infantes de Aragón.
En 1443 se produce el golpe de Rágama tras la pérdida del bando del condestable Luna y el triunfo de los infantes encabezados por Juan de Navarra (futuro Juan II de Aragón), gracias al apoyo del príncipe Enrique y de Pacheco para secuestrar a Juan II y terminar con el gobierno del condestable. Barrientos fue una de las pocas personas que trató de convencer al príncipe de la gravedad de la situación del reino, pero el príncipe ya estaba demasiado influenciado por su privado, el intrigante y siniestro Juan Pacheco. Barrientos tuvo muchas diferencias con Juan Pacheco, el privado de Enrique. Como el príncipe y su séquito visitaban con frecuencia Segovia, donde Barrientos era obispo, se sentía muy molesto cada vez que se encontraba con ellos, por lo que tuvo que permutar su obispado con Juan Cervantes, obispo de Ávila, ciudad desde donde apoyó a Juan II. Se llevó relativamente bien con Álvaro de Luna, el todopoderoso condestable y privado de Juan II. En 1444 Juan II invita a Barrientos a que solicite el arzobispado de Santiago a su santidad, pero él rechaza la proposición y pasó a ocupar el obispado de Cuenca, donde tuvo serias disidencias con Diego Hurtado de Mendoza, el alcaide de la fortaleza.
En 1445, a pesar de sus intentos de evitar el choque, se produce la batalla de Olmedo, donde los infantes de Aragón y sus partidarios son vencidos. En 1446, un año después de lo sucedido en Olmedo, los dos privados, Álvaro de Luna y Juan Pacheco, se reparten los poderes y territorios que tenían los infantes de Aragón, huidos de Castilla tras la Concordia de Astudillo, y refuerzan sus posiciones respectivas dentro del reino. Ante la claudicación del rey, que permite a su hijo repartir los poderes del reino a su antojo, Barrientos se disgusta, se retira de la corte y se refugia una temporada en Cuenca para dedicarse a sus intereses pastorales e intelectuales. Su retirada dura poco debido a la provocación de los Manrique y los Fajardo, ambos aragonesistas que atacan territorios de Castilla con el apoyo de Aragón. En aquel tiempo se produjeron ataques a los conversos. Barrientos, basándose en la bula del papa Nicolás V, los defendía, junto con Alfonso de Cartagena y Juan de Torquemada, todos ellos procedentes de familias de conversos. Barrientos trataba por igual a los cristianos nuevos y a los viejos porque él mismo y muchos otros buenos cristianos eran conversos o procedían de familias judías. Los ataques estaban organizados por los partidarios de Juan Pacheco y Pedro Girón, ambos anticonversos, que rodeaban a Enrique IV. Pacheco, cada vez más influyente, convence al rey para establecer el tribunal de la Inquisición en Castilla. Barrientos se dedicó a la política a la vez que ejerció la carrera eclesiástica. Fue obispo de Segovia en 1438, de Ávila en 1441 y de Cuenca en 1445.
Fundó hospitales y conventos donde ejerció su labor pastoral. Tenía aspiraciones de ser nombrado arzobispo de Toledo, sueño que no se cumplió porque Álvaro de Luna eligió a Alfonso Carrillo para el arzobispado toledano. Fue un gran disgusto para él cuando le llegó la noticia de que sus aspiraciones habían sido frustradas. En 1449 sostuvo el cerco de la ciudad de Cuenca contra las tropas de Alfonso de Aragón, hijo bastardo de Juan II de Aragón, el cual intentaba tomar Cuenca por orden de su padre, que seguía intentando intervenir en el reino de Castilla. Juan Pacheco estaba detrás de la invasión aragonesa ya que quería desbancar al condestable Luna con la ayuda de Aragón. Los aragoneses se retiraron ante la firme resistencia de Cuenca, defendida por Barrientos. La llegada del ejército de Álvaro de Luna obligó a las tropas de Alfonso de Aragón a levantar el cerco.
Tras la muerte de Álvaro de Luna, Juan II cuenta para el gobierno del reino con Barrientos y con Gonzalo de Illescas. Duró poco esa situación porque Juan II muere a los pocos meses después de la ejecución de su privado. Nombra en su testamento a Barrientos como ejecutor y le convierte en tutor de los infantes Alfonso e Isabel. Lo que sucedió fue que Enrique IV no cumplió con el testamento de su padre: quitó a Barrientos de su puesto y no facilitó a sus hermanos Alfonso e Isabel los medios suficientes para poder vivir con la dignidad que les correspondía como infantes.
En 1463 Barrientos renuncia al oficio de confesor del rey al ver convertido a Pacheco en todopoderoso privado de Enrique IV. Pero pronto cambia el entorno real con la aparición de la figura de Beltrán de la Cueva en calidad de nuevo privado. Beltrán recibe el maestrazgo de Santiago sustituyendo a Pacheco. Fue un cambio radical en el seno de la corte de Enrique IV. Detrás de la operación estaba la familia Mendoza. El cambio provoca una inmediata sublevación nobiliaria orquestada por Pacheco y sus colaboradores, como el arzobispo de Toledo Alonso Carrillo. La táctica de la nobleza rebelde consistió en utilizar los derechos no respetados de los infantes Alfonso e Isabel con el propósito de recibir un amplio apoyo de la nobleza y desbancar a Enrique IV y sus partidarios. Barrientos, que ya estaba retirado de la corte y tenía 82 años de edad, fue llamado por el rey porque este se acordaba de él como el más fiel colaborador, no solamente en su reinado, sino también en el de su padre Juan II.
En 1464 Barrientos vuelve a la corte a pesar de su tan avanzada edad (en aquel tiempo casi nadie sobrevivía a su edad). Ante la extrema gravedad de la situación de la corona, Barrientos recomienda al rey que combata con rotundidad, por las armas, para acabar con la sublevación, pero el monarca, como había demostrado siempre, no quiso el enfrentamiento, sino la negociación para el consenso. Su pusilanimidad, heredada de su padre, quedaba patente de nuevo en esta ocasión tan seria. Barrientos se enfada con el rey, sin ningún tipo de reparo, por no hacerle caso y sin más se marcha diciendo:
«Desde ahora quedarás por el más abatido rey que jamás hubo en España» y «Puesto que no sabéis guardar vuestro honor en tiempos como los que corren, viviré para veros como el monarca más desgraciado de España y entonces lloraréis».
A pesar de todo, Barrientos acompañó al rey en aquellos meses después de la sentencia de Medina del Campo, dictada por la nobleza rebelde, que el rey no aceptó. Ante la negativa real sobre el arbitraje de la sentencia, la nobleza rebelde organiza la famosa farsa de Ávila nombrando al príncipe Alfonso como nuevo rey el 5 de junio de 1465. Barrientos abandona definitivamente la corte de Enrique IV y se marcha a su obispado de Cuenca, pero en el camino las gentes de Pacheco le aprisionan y le llevan a Uclés y Belmonte. La ciudad de Cuenca protesta y pide a los dos reyes que liberen a Barrientos. Quizá tener a un anciano de 84 años en prisión no parecía necesario y le liberan el 15 de marzo de 1466. Su liberación coincidía con la pacificación organizada por Fonseca, el arzobispo de Sevilla.
Ocho meses después de que Isabel fuera proclamada en Guisando heredera de los reinos de Castilla y León, es decir, el 30 de mayo de 1469, Barrientos fallece en Cuenca. Tenía nada menos que 87 años. Aunque primero fue enterrado en la capilla mayor de la catedral de Cuenca, su cuerpo se traslada después a Medina del Campo, su pueblo natal, a la capilla familiar del hospital de Santa María de la Piedad.
Autor: Yutaka Suzuki para revistadehistoria.es
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Bibliografía:
Yutaka Suzuki Personajes del siglo xv, Origenes del Imperio español. ISBN: 9788460690399
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