Revista Cultura y Ocio
Loreena McKennitt - Lost Souls (2018)
Publicado el 17 febrero 2019 por Syntheticman @vozdelosvientosUno de los grandes cambios que trajo consigo la aparición de los distintos formatos para la música grabada es que condicionó, de modo consciente o no, la forma en la que los músicos se planteaban su obra. Antes de eso, un compositor podía escribir una sinfonía sin que la duración fuera un elemento importante. Podía durar diez minutos o sesenta. Si en un momento determinado se le ocurría una bagatella para piano, la plasmaba en papel sin pensar en cómo acompañarla con otras composiciones. Podía crear un ciclo de canciones con tres piezas o con cuarenta. No existía un formato al que ajustarse que terminase por definir la estructura y el contenido de la propia obra. Sin embargo, a partir de la invención de los discos y de su comercialización, todo este planteamiento era ya diferente. El artista empezaba a pensar en términos de tiempo y en número determinado de creaciones a publicar y esto, habitualmente, obligaba a hacer descartes.
Lo normal es que un músico componga con un ritmo que no tiene mucho que ver con la frecuencia de publicación que requiere una discográfica y esto obliga, a veces, a descartar material para no saturar el mercado. En otras ocasiones, y con parecido efecto, el artista tiene un trabajo preparado pero debe prescindir de algunas piezas para que encajen en el límite temporal del soporte aunque también puede ocurrir que, siendo composiciones muy interesantes, no terminen de encontrar un hueco en un concepto determinado o no casen bien con el resto de piezas del futuro álbum.
Hubo un tiempo no muy lejano en el que estos descartes eran el mayor atractivo de los “singles” del disco. En ellos, las canciones estrella se veían acompañadas por una de estas piezas cubriendo así dos objetivos: que aquellas personas que sólo querían la canción conocida que sonaba en la radio no tuvieran que comprar el disco entero y que los “fans” que ya tenían el LP se hicieran con el “single” para conseguir la canción inédita. Más adelante, cuando los “singles” empezaron a pasar de moda, la solución era utilizar este material no incluido en el disco principal como relleno para ediciones especiales, expandidas, “deluxe” o comoquiera que el marketing de cada época decidiera llamar a esos lanzamientos. En cualquier caso, tanto los “singles” como las ediciones lujosas no eran para todos los artistas y solían ser reservados para las grandes estrellas de cada discográfica.
El disco que hoy comentamos aquí tiene mucho que ver con todo esto. Lleva por título “Lost Souls” y con ese “almas perdidas”, Loreena McKennitt se refiere a una colección de canciones compuestas en diferentes épocas y que por uno u otro motivo nunca formaron parte de los discos en los que estaba trabajando en cada momento. Recientemente la artista decidió grabar todo ese material y publicarlo hace unos meses en lo que iba a ser su primer disco con temas originales en más de diez años. Para ello se rodeo de sus colaboradores habituales con alguna adición puntual en determinadas piezas. Los músicos que aparecen en la grabación son: Brian Hughes (guitarras, bouzouki y sintetizadores), Caroline Lavelle (violonchelo, flauta y concertina), Hugh Marsh (violín), Dudley Phillips (contrabajo y bajo), Nigel Eaton (zanfoña). Tal Bergman (batería y percusiones), Robert Brian (batería y percusiones), Hossam Ramzy (percusión), Daniel Casares (guitarra flamenca y palmas), Miguel Ortiz Ruvira (percusión y palmas), Ana Alcaide (nyckelharpa), Sokratis Sinopoulos (lira), Panos Dimitrakopouklos (kanoun), Haig Yadjian (oud), Graham Hargrove (batería, tambores y crótalos) e Ian Harper (gaitas) . La propia Loreena canta y toca los teclados, el acordeón, el piano y el arpa). En uno de los cortes aparecen los miembros de la Canadian Forces Central Band junto con el Stratford Concert Choir.
“Spanish Guitars and Night Plazas” - El disco se abre con un tema de sabor español. La primera parte del mismo se compuso en la época de “The Visit”, disco que, recordemos, tenía mucha inspiración procedente de la Península Ibérica, especialmente de Portugal. Lo cierto es que esos primeros minutos podrían haber pertenecido, efectivamente, a ese trabajo sin ningún problema ya que tienen todo el sabor de las canciones lentas de aquel LP. Mediado el tema, aparece una suave percusión acompañada de un estribillo tarareado por la artista que da paso a la guitarra española por unos segundos. El tramo final, con algo parecido a una fiesta flamenca que pone un precioso colofón a un buen tema.
“A Hundred Wishes” - De la misma época que el anterior procede esta canción que se abre con un breve dúo de piano y guitarra siendo el primero el elemento más extraño en una pieza que nos recuerda más a los primeros trabajos de la artista (“Parallel Dreams” o “Elemental”) que a “The Visit”. Una canción agradable a la que le falta algo de mordiente para llamar nuestra atención por encima del resto.
“Ages Past, Ages Hence” - Otra canción escrita en los primeros años de la carrera de la artista, con la tradición muy presente en sus melodías pero con un arreglo muy acertado. Loreena interpreta magistralmente un vals con tema ecológico inspirado en el libro “La vida secreta de los árboles” del autor alemán Peter Wohlleben. Es una de nuestras piezas favoritas de todo el trabajo y también en la que mejor encajan determinado tipo de arreglos como los de la batería que en otros temas no terminan de convencernos.
“The Ballad of the Fox Hunter” - Uno de los referentes de Loreena McKennitt para los textos de sus canciones es William Butler Yeats. En esta canción que escribió también en los ochenta vuelve a poner música a uno de los poemas del autor irlandés (es ya la tercera ocasión en la que lo hace si no recordamos mal) y escoge un tema lento con un arreglo centrado en el piano y el violonchelo que le permiten explotar esa voz que sigue sonando igual de poderosa que hace treinta años.
“Manx Ayre” - En sus comienzos, cuando trabajaba para una compañía de teatro amateur, Loreena solía tocar en la calle para sacarse un dinero extra. En uno de los “sets” que solía interpretar y que duraban alrededor de 15-20 minutos se encontraba esta pieza instrumental tradicional que se diría sacada de cualquiera de los discos de los años setenta del arpista bretón Alan Stivell. Arpa, flautas, cuerdas y percusión nos acompañan en un tema delicioso que mantiene, además, la costumbre de la artista canadiense de incluir temas instrumentales en sus discos.
“La Belle Dame Sans Merci” - El poeta romántico John Keats es el elegido por Loreena para poner música a uno de sus textos. La canción, escrita alrededor de 2006, durante la preparación del que fue el gran retorno de la artista tras varios años de silencio: “An Ancient Muse”, sigue la linea temática del disco. De nuevo estamos ante una lenta balada de exquisita factura que no se sale de lo ya escuchado anteriormente por parte del seguidor de la artista.
“Sun, Moon and Stars” - Segundo instrumental del trabajo, inspirado parcialmente, en palabras de Loreena, en una melodía tradicional moldava. Otra de las grandes piezas del disco, especialmente por los arreglos de percusión, propios de los trabajos más exuberantes de la canadiense en los que las piezas de aire oriental se combinaban magistralmente con instrumentos celtas y ritmos de muy diferentes procedencias. Un verdadero espectáculo.
“Breaking of the Sword” - El adelanto del disco fue esta espectacular canción que empieza con aire de balada melancólica y que va transformándose en una solemne marcha épica cuando aparecen los tambores y los metales estallando ya con las gaitas y el coro. Pompa y circunstancia en todo su esplendor.
“Lost Souls” - Para cerrar el trabajo, Loreena McKennitt se guarda la que quizá sea la mejor canción del mismo. No se sale ni un ápice de la linea marcada en el resto del álbum pero la melodía, los arreglos y la interpretación son sublimes.
Siempre es reconfortante escuchar un nuevo trabajo de Loreena McKennitt y este no es la excepción. No podemos decir que sea uno de sus tres o cuatro mejores discos y es cierto que en muchos casos se nota que estamos ante descartes de otras épocas (no porque tengan menor calidad sino por que tanto el estilo como los arreglos son fáciles de ubicar en determinadas etapas de su obra) pero “Lost Souls” mantiene una calidad media acorde con la trayectoria de su autora lo cual es mucho decir y sigue regalándonos momentos de verdadera inspiración. En el “debe” tenemos que contar la ausencia total de sorpresas y una cierta falta de riesgo que no tiene por qué ser mala (más bien deberíamos decir que el riesgo en sí no tiene por qué ser bueno) pero que se echa de menos. “Lost Souls” es un disco que gustará a los seguidores de la artista y que seguirá sin llamar la atención de quienes no se vieron atraídos por ninguno de sus trabajos anteriores. Nosotros nos contamos en el primer grupo.