Revista Cultura y Ocio

Lorena escudero

Por Acalvogalan
LORENA ESCUDERO


Mencionada por
Fernando Díaz San Miguel
Luis Somoza
Menciona a
Fernando Díaz San Miguel Luis Somoza
Juan José Mediavilla
Marta Aliste
Sonia Betancort
Raúl Vacas
Mamen Somar
Luis Mundaca
René Arrieta
Celia Camarero
Roxana Sánchez
Josefa Sánchez Sousa
Luis García Camino
Bio-bibliografía
Todo el mundo sabe, al menos el mundo que la intuye, que Lorena Escudero vive dentro de un cajón de su escritorio. Nació primero en Soria, después en Salamanca, ciudad de palabras. Presa incondicional del monstruo desde que empuñó el primer lápiz, se convirtió tempranamente en ecosistema del caos. Hasta ahora (y digo bien) su obra se ha ido acumulando en papelitos rebosando cajones, mesas, vías Lácteas. Ha ganado algún concurso y escribe en las revistas Atril y Salamanca Letra Contemporánea. Quisiera ofrecerse en sacrificio a tiempo completo a la musa, pero se distrae fácilmente con la Física de las cosas.
AUTOJUSTIFICACIÓN DE MI EXISTENCIA
Me declaro maltratadora de silencios incómodos, medio idóneo de reproducción de dudas e inseguridades. Mujer de odios irracionales y extremos irreconciliables. Una completa contradicción.
No tengo paciencia, pero tengo otros muchos defectos y manías, como mi odio a los números pares, o mi miedo a los términos absolutos.
No tengo lado bueno, por eso miro de frente y con mucho rímel.
Impulsiva, irreflexiva y autodestructiva. Sarcástica y esporádica.
Estoy capacitada para dormirme de pie, sonrío siempre que puedo, lloro sólo cuando no puedo.
Padezco sinceridad compulsiva, sufro una obsesión patológica por lo incorrecto y lo extraordinario. Siempre llego tarde.
Sueño a todas horas y por eso tropiezo a cada paso, no reconozco a nadie, hablo sola.
No escribo poesía.
Nunca soy la misma dos días seguidos.
Tengo una inagotable sed de tiempo, tantas vidas que representar.
Tanto a lo que sobrevivir.
de Revista Atril


CANON

El viejo músico está sentado en su mesa de siempre. Con una mano sujeta una copa alta de tinto barato, con la otra manosea los taquitos de queso que dejé junto a él.
Hace rato que está ahí, pensativo y solo. De vez en cuando esboza una sonrisa melancólica y sé que piensa en su glorioso pasado, en los teatros y en las óperas. Me ha dicho que está esperando a un importante director, una gran oportunidad. Por eso luce su mejor traje, su más pulcro rostro, su pose más erguida.
Pasan las horas y el director no aparece. Cansado, el músico se levanta y se despide. Intento darle ánimo: “Habrá surgido un contratiempo” o “Ya habrá más oportunidades”. Él lo agradece y me dedica la última sonrisa triste antes de marcharse.
Es la misma historia de cada día.
Mientras recojo su mesa aparece un hombre muy elegante. Me dice que es director de orquesta y que se ha citado aquí con un gran músico.
Yo sonrío.
Le digo que aún no ha llegado pero que puede esperarlo si quiere.
Le acompaño a su mesa de siempre y le sirvo, en copa alta, un tinto barato.
de Revista Atril

SHHH...
Sí, podríamos decir que ése es el sonido de la aspirina agonizando en el lecho de agua.
Mario observa el vaso y espera a que termine de sofocarse la efervescencia. Se sienta en el sofá y reclina la cabeza. Concentra sus energías en recluir el dolor en un espacio mínimo, pero el silencio le martillea. Ensaya una nueva estrategia y enciende el televisor. Distraído pasa uno a uno por los canales hasta que se detiene. Algo le ha parecido familiar en el último fotograma. Una periodista muestra el esqueleto calcinado de unas oficinas. Mario se sorprende mucho, porque ha reconocido el edificio donde ha estado trabajando todo el día, donde se encontraba hace apenas una hora. Incluso piensa que quizá todo sea un espejismo producto de la jaqueca, más aún cuando la periodista muestra su fotografía y anuncia solemne: “Los bomberos aseguran que la única persona que se encontraba en el edificio cuando fue declarado el incendio no ha podido sobrevivir debido...”
Entonces empieza a sonar el teléfono. Mario se levanta, pero en lugar de cogerlo apaga todas las luces, el televisor, y se sienta a oscuras a beberse el vaso de agua, con el sonido de fondo de los timbrazos.
“Lo primero será cambiar de nombre”.
de Revista Atril

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