Lorenzo y Márquez durante el GP de Gran Bretaña - AFP.
A su padre Chico le debe un apodo casi olvidado –Giorgio–, su pasión por las motos –a los tres años ya le había construido su primera máquina– y una técnica exquisita, pues le entrenó siempre exigiéndole al máximo, convencido de que su pequeño, Jorge Lorenzo (Palma de Mallorca, 1987) era un diamante en bruto. Uno de los escenarios de entrenamiento era el parque acuático Aquacity, donde Chicho apremiaba a su hijo y a sus amigos a que llegasen todos a la última curva con posibilidades para ganar. “Y no sé cómo lo hacía, cómo me las arreglaba, pero adelantaba y adelantaba, y siempre ganaba”, recuerda el piloto de Yamaha en su biografía –escrita por el periodista Ernest Riveras–: “Y cada vez, mi padre me ponía más y más hándicap. Eso me ha permitido ahora poder hacer esos adelantamientos, esas remontadas”. Y protagonizar grandes duelos con Rossi, Pedrosa, Stoner y, ahora, Marc Márquez, con el que eternizó el GP de Gran Bretaña de 2013. El 1 de septiembre de 2013 pasará a la historia por la batalla excepcional entre Lorenzo, el actual campeón, y el máximo aspirante a arrebatarle la corona, Márquez, tan descarado y aguerrido como siempre, cualquiera diría que horas antes se había caído y corría infiltrado con una subluxación en el hombro. En la última curva de la última vuelta se coronó Lorenzo para sumar su cuarta victoria del curso tras cuatro victorias consecutivas de su rival, al que aventajó en 81 milésimas en la línea de meta y al que se sitúa a 39 puntos. A 30 está Pedrosa, cerrado en la salida, y sin neumático después de su remontada para aspirar al mejor cajón en Silverstone. Cuarto fue Rossi, que también realizó un gran adelantamiento a Bautista en el último giro. Lorenzo cumplió su palabra y como había anunciado minutos antes de la carrera trató de adelantar a su rival ya en la primera curva. El de Yamaha lo logró en una acción osada e intentó con todas sus fuerzas, apretando los dientes sabiendo que era su penúltima opción de un Mundial al que va a contracorriente desde su caída en Assen, escaparse de una vez por todas, como no había logrado en las dos últimas carreras, en Indianápolis y Brno. Entonces acabó siendo superado por las Honda. Una licencia que no se podía permitir de nuevo. Por eso Lorenzo arriesgó y batió el récord del circuito –que llevaba su firma desde el año pasado–. Un esfuerzo que no le valió con un competidor excelso como Márquez, que no se despegó de él –“no baja la guardia, no tira la toalla”–e incluso le replicó superando la marca histórica del trazado y que acabó llevándose Pedrosa, tan despistado en la puesta en escena como habilidoso para escalar de la sexta a la tercera posición. De ahí no se movió. “Era ahora o nunca”.
Pedrosa solo pudo ser un espectador de lujo del duelo del año. De las tres tentativas de Márquez –con un par de interiores y una frenada– a un Lorenzo al que desde la pizarra solo le indicaban que tenía al debutante en MotoGP y que iba al límite y que no perdía ni la concentración ni la paciencia. Pero Márquez le ganó la partida en la curva 18. Lorenzo no perdió los nervios y le replicó adelantándole y sacándole cinco décimas en un giro. Pero todavía quedaba lo mejor, la última vuelta, como contó Lorenzo: “Me ha adelantado a tres curvas del final, pensaba que había perdido la carrera pero él se ha abierto un poco más en la siguiente y me he dicho era ahora o nunca”. Y lo logró para firmar una de sus victorias más trabajadas de su carrera ante un rival mayúsculo que le exprimió al límite y le aplaudió. Lorenzo enloqueció por todo cuanto supone su vuelta a lo más alto en el podio, por haberse reenganchado al Mundial y batir después de muchas semanas a Márquez. En la vuelta de honor Lorenzo hizo un corte de mangas, quizás dedicado a quienes daban por descontado que no tenía nada más que añadir este curso.