Madrid 1937 (aviones negros) de Horacio Ferrer
¿Por qué surgió la guerra (…)? Al parecer existen seis condiciones previas, todas ellas interrelacionadas de diversas maneras, que en combinación hicieron más probable su aparición y/o intensificación: (1) la vida sedentaria, a menudo posterior a la agricultura (…); (2) el aumento de la densidad de población; (3) la jerarquía social; (4) el comercio, especialmente el de bienes de prestigio; (5) los grupos sociales cerrados; y (6) los graves problemas ecológicos.R. Brian Ferguson, 2008.
Comienzo esta nueva serie de entradas a partir de la premisa teórica de que los grandes problemas de la humanidad solamente se pueden solucionar yendo a la raíz de los mismos, e incluso yendo a la raíz es improbable que se solucionen. Del dicho al hecho siempre habrá un trecho. No obstante, toda resistencia pacífica en la buena dirección, que considero similar a la defendida por los anarcoprimitivistas, es noble y necesaria en sí misma con independencia de los resultados. La hipótesis que sostengo en este pequeño ensayo puede formularse de la siguiente manera: la vía más fiable y duradera de evitar el conflicto israelí-palestino y cualquier otro conflicto consiste en reducir en lo posible todas o muchas de las causas últimas que lo predisponen, como el sedentarismo, la agricultura intensiva (no confundir con la horticultura), la domesticación de animales no humanos, la propiedad privada, la alta densidad de población, la escasez de recursos, la división del trabajo, el comercio, la estratificación económica y de género, la jerarquía social, los grupos cerrados y la religión.
Muchas personas preocupadas por los centenares de asesinatos de estas últimas semanas, que no son simples muertes colaterales y que ya forman parte de un largo y triste proceso histórico de «limpieza étnica» llevado a cabo desde 1948 por el Estado de Israel, puede que consideren este análisis del todo utópico y fuera de lugar, pero lo cierto es que las políticas supuestamente realistas que van a las causas próximas en lugar de ir al verdadero origen de la guerra están condenadas al fracaso en el largo plazo. Algunas medidas reformistas como las sanciones internacionales tal vez tengan cierto éxito a corto y medio plazo (no incluyo entre ellas la ayuda humanitaria por considerarla siempre legítima), pero en el mejor de los casos las condiciones para la guerra seguirán existiendo en un estado latente, y en el peor, las medidas cortoplacistas pueden provocar más problemas de los que pretendían resolver. Un ejemplo de esto último podría ser la creación de un único Estado laico binacional para ambos pueblos, como propone el historiador judío Ilan Pappé. Esta medida, aunque a primera vista puede parecer muy radical, en mi opinión no tiene suficientemente en cuenta la propia esencia violenta y antidemocrática de los Estados. Su radicalismo y amplitud de miras sería por tanto insuficiente. Puestos a buscar las raíces del conflicto, cavemos hondo.
Continuará ;o)