Revista Atletismo

Los 101 Kilómetros de Ronda 2015. El Novato

Por Medrunning @medrunning
Toda la noche dando vueltas en la cama. El miedo atenazado en el cuerpo y la inquietud removiéndome las entrañas. Ya sabía que no podría dormir. Que lo haría a "intervalos". Tenía puesto el despertador a las 07:30. A las 7 ya no pude más y me levanté.
Dejé a Marta dormir un poco y fui a tomar mi desayuno habitual: Cola Cao (en esta ocasión cambié la cafeína por la teobromina) y un par de galletas. No me cabía nada más en el estómago, ni tenía muchas ganas de comer.  Estaba cerrado de los nervios.
A los pocos minutos, el desayuno ejerció el efecto que deseaba. Fui al baño. Quizás parezca algo innecesario de contar, pero para los corredores (al menos para mí), es como una buena señal de que todo va a salir bien. Es como quitarte literalmente "un peso menos de encima".
Con esos pensamientos me dirigí al salón a comprobar que todas las cosas estuvieran en orden. A continuación, abrí la persiana y salí a la terraza a contemplar Ronda y su amanecer. Era bello, muy bello. Con ese pequeño remanso de paz mental, fui a despertar a Marta.
Una buena ducha caliente para relajar la musculatura y a "engalanarse" para los 101 de Ronda. Son las 7:45 de la mañana y empiezo a vestirme. En menos de una hora tenemos que salir camino al campo de fútbol, para entrar a las 09:00 en la cola de acceso al lugar.
Respecto a la indumentaria, lo tenía claro. En la cabeza mi gorra blanca de Adidas, compañera de tantas tiradas largas y cuyo color siempre me alivia el calor. Calzonas Brooks compradas en la Feria del Corredor de la Maratón de Málaga, sumamente cómodas.
Calzoncillos Calvin Clein con motivos alemanes, que no se diga que no somos "eficientes". Calcetines Lurbel adquiridos en Running Way y que debían evitarme las ampollas. Zapatillas Saucony Tiumph 8 compradas en la Feria del Maratón de Sevilla.
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Por último, aunque me la he saltado, la camiseta que conseguí en el I Trail Solidario Coria - El Rocío. Cada porción de mi indumentaria tenía su implicación, y la camiseta tenía muchísimo contenido sentimental. Gracias a este Trail, me sentía capaz de poder realizar esta carrera. Gracias a este Trail, fui capaz de descubrir un poco más de mi mismo y de mis límites.
Tras vestirme, recogimos un poco y me coloqué el dorsal en el portadorsal. Cometí un cras error. La organización te proporcionan el dorsal y el pasaporte legionario en un archivador de plástico. Fui un imbécil, ya que podría haber llevado ambas cosas en dicha funda plastificada y de paso, usar los agujeros perforados que tiene para llevarlos con el portadorsal. Pero bueno...
Con sentido del humor, me despedí del alojamiento con un simple y verbalizado "nos vemos mañana" y salimos a la calle. Llegamos hasta la plaza de toros, y subimos la calle justo enfrente de ella que te lleva directa al campo de fútbol.
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El panorama era espectacular. La calle rebosaba vida. Los bares, llenos de corredores y ciclistas tomándose el desayuno matutino y charlando entre ellos. La vía, transitada a la par por ciclistas y por marchadores junto a sus familiares. Una gran familia desplazándose a su destino.
Anduvimos unos 3 kilómetros aproximadamente (los 101 de Ronda los llaman...). En el trayecto nos volvimos a encontrar con Héctor de los InstaRunners y a sus compañeros. Todos totalmente equipados y preparados para darle caña a la prueba.
Nos despedimos, nos deseamos suerte y proseguimos la andadura. Llegamos a una calle repleta de ciclistas ocupando toda la parte de carretera. A la derecha, varias decenas de marchadores también hacían cola. Era el lugar de acceso al campo de fútbol. El punto de "no retorno".
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La cola avanzaba rápido. Marta y yo hablábamos. Ella me animaba, nos echábamos fotos, nos bebíamos el ambiente. Yo no paraba de beber y de intentar relajarme. Todo iba bien. Iba tan bien que llegó un momento en el que no pude más y me puse tras un seto para hacer pis. La hidratación sería mi punto fuerte en esta carrera. Orinar es parte de ella.
A pocos metros del acceso, un cartel de la legión: "Se recuerda a los corredores que deben llevar pegado en su pasaporte de Legionario una fotocopia del DNI". ¿Qué demonios? La verdad, no tenía dicha fotocopia y la veía una soberana gilipoyez.
El pasaporte contenía suficientes datos personales como para no requerir dicha fotocopia. Los marchadores estábamos totalmente identificados a través de nuestros dorsales. Y para mas INRI, llevaba mi propio DNI en la cartera y una pulsera identificativa con mis datos personales. ¿De verdad hacía falta esta tontería?
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Me despedí de Marta que se quedó en vilo a la espera de conocer si me dejarían pasar sin cumplir este detalle. Llegué hasta el arco de acceso donde varios legionarios controlaban la situación. Sentado en una silla, uno de ellos me pidió mi pasaporte. Me lo selló y no puso trabas a mi falta de fotocopia. ¡Que alivio! Eran prácticamente las 10. Ya estaba dentro.
El panorama era espectacular. Las gradas enfervecidas por los familiares y amigos de los atletas, gritando, coreando, animando, flipando. El césped repleto de marchadores por doquier charlando entre ellos, sentados en la sombra, haciendo fotos y vídeos. Espectacular.
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En la zona periférica, en las calles de atletismo se situaban los ciclistas que a las 10 (más o menos), se situaron frente al arco de salida. El comienzo de su carrera fue genial. Todo el pelotón esperando a que el speaker diera la señal de comienzo, la explosión de un cohete.
Cuando salieron los ciclistas, todo el campo de fútbol vibró al unísono de las cientos de bicicletas moviéndose, la gente animando y el speaker llevando el micrófono a algunos de los participantes para que gritasen su lugar de procedencia. Fue muy emotivo y original.
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Desde que los marchadores entramos en el campo hasta que salimos, pasa más de una hora. Muchos decidieron quedarse "a la interperie" a que les diese el sol. Yo me refugié en una de las carpas militares dispuesta en la zona cercana al arco de salida. Había otros corredores que se pusieron a la sombra de un enorme toro hinchable rosa de la marca PhysioRelax.
Siento decir que no hice demasiados esfuerzos por vivir al máximo el momento del campo de fútbol. Me senté en un hueco bajo la carpa militar para intentar ahorrar energías al máximo. Durante ese tiempo, me apliqué abundante y correctamente la protección solar (imprescindible), fue bebiendo agua cada pocos minutos y revisé cada elemento de la mochila.
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Hubo incluso un momento en el que me tumbé en el césped mirando al cielo a través de las perforaciones de la carpa. Estaba rodeado de marchadores, dispuestos a acometer la misma locura que yo, y gran parte de ellos estaban "a su bola", concentrados y aislados en su mundo.
Activé los datos móviles para buscar a Juan (Corredor Errante). Tenía muchas ganas de verle y poderle saludar en persona, hacía mucho que no le veía, y hacerlo me daría fuerzas. Me respondió que estaba junto al toro rosa, así que me levanté y fuí en su busca.
Antes de encontrarle me llevé una grandísima sorpresa. Entre los marchadores encontré a Victor, miembro del CA.Viso y un grandísimo compañero de carreras. No recordaba que él también estaba apuntado, y no sólo eso, sino que había un nutrido grupo de marchadores de El Viso y Mairena que venían a realizar la carrera juntos.
Estuvimos hablando y me instó a unirme a ellos, pretendían hacer la carrera "tranquilos" en 17-18 horas. Por un lado me ilusionó mucho y acepté encantado. Por otro lado, no quería suponer una carga para este grupo de personas, probablemente mejor preparadas que yo.
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Con estas divagaciones, me marché un momento y seguí buscando a Juan. No tardé mucho en encontrar la figura alta, estilizada y con esa característica melena dentro de un buff. Me dió mucha alegría verle. Estuve un ratillo hablando con él y al poco tiempo, dieron la señal de colocarnos en el cajón de salida. De pronto, todo se volvió caótico.
Cuando me quise dar cuenta, estaba buscando al grupo de compañeros visueños y maireneros pero no les encontraba por ningún lado. Accedí al cajón y llamé a Victor. Me indicó donde estaban, prácticamente a escasos metros de la salida.
No entendía muy bien porqué se situaban en una zona, más bien pensada para la "élite y semiélite" ni que prisas tenían por acceder al cajón. Era ridículo, sólo eran las 10:30 y quedaba media hora para la salida. Una vez más, pequé de novato y me dejé llevar sin sentido.
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Con la mentira de que pertenecía a un equipo de marchadores y que mi grupo estaba "más adelante", la marabunta me fue dejando pasar. Llegué a ponerme cerca de los compañeros, pero decidí no avanzar más y dejar de abusar de la mentira.
Eran las 10:30, estaba rodeado de marchadores en el puñetero cajón de salida y con tanta "ida y venida" se me había agotado la botella de agua. Comencé a consumir Powerade. Comencé a charlar con un señor que venía de Cáceres y que también estaba molesto por estar en el cajón a esa hora. Los compañeros con los que venían, también eran novatos y al oír la llamada, se fueron escopetados para ponerse los primeros. Hacer eso era absurdo.
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En el césped estaban los más listos, los que sin prisas seguían bajo la sombra a la espera de que fueran menos diez para situarse en el cajón. Sin pausa pero sin prisa. Yo, como un gilipoyas me estaba asando. Así que le eché cara al asunto y me senté en el suelo. Fueron los cuerpos de los marchadores los que me proporcionaron sombra.
En este tránsito llamé a Marta, que estaba en las gradas comenzando su excelente labor de apoyo logístico y moral. Me levanté un momento, alcé mis brazos y pudimos localizarnos. Fue genial vernos en la distancia, ambos rodeados de tantísima gente.
Estuve varios minutos ajustándome las zapatillas, haciendo ejercicios de respiración y de concentración. A las 10:50 la alcaldesa nos dedicó unas breves pero intensas palabras que fueron respondidas con un fuerte aplauso. A continuación, el general tomó la palabra. 
Fue en ese momento cuando me dí cuenta de donde estaba. Comenzaba la aventura, comenzaba la gesta. Durante 24 horas, sería tratado y sufriría como un legionario. Dureza y sufrimiento. Un legionario nunca abandona, hasta que su cuerpo no pueda más. Los 101 kilómetros de Ronda.
Fueron unas palabras de aliento dignas de un pelotón militar, pero con un cariño en su tono que denotaba la ilusión y la dedicación que representa este evento en la Legión. ¡Viva España! ¡Viva El Rey! ¡Viva la Legión! ¡Mucho ánimo a todos!
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Todo el campo de fútbol estalló en vítores y la adrenalina acumulada explotó. La intensidad, los colores, el sonido. Todo se disparó en mi mente. No podía creerlo. Estaba en Ronda, en los 101 kilómetros. Y tal como dijo el General: "Sentíos afortunados. Sois parte de las 7.000 personas que tienen el privilegio de correr esta prueba. 22.000 se han quedado fuera, disfrutad de esa suerte y vividla al máximo. Que tengáis buen día".
De pronto, todo se silenció. Silencio sepulcral en el campo. Sólo el speaker rompía la tranquilidad instándonos a esperar que se lanzase el cohete de apertura. Un zumbido, una estela blanca y una explosión. ¡A por los 101 Kilómetros!. La maratunta se agitó. Me giré y le lancé un beso a Marta, a la que podía ver entre la gente de las gradas.
Se dio la señal de salida y los corredores nos lanzamos a las calles de Ronda. Pasé bajo el arco de salida, y comencé a subir por donde hacía escasas horas, estaba haciendo cola para entrar. Gritos, bromas, charlas improvisadas, emoción, mucha emoción. Comienza mi historia.
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