Revista Coaching

Los 22 statements que me llevo del 2022

Por Jofoba @jordifortunybad

Hace unos días vi a una persona que hacía un hilo en Twitter con 22 notas que destacaba del 2022. Esta fue la génesis de este post. Pensé, mira, buena idea, está bien el ejercicio. Voy a hacer lo mismo.

Así que me fui a mi diario personal a buscar que destacaría de este 2022. Pero lo he hecho sin centrarme en cosas que me han pasado, que, por cierto, hay muchas y muy relevantes. Además, esto ya te lo he ido contando en diferentes crónicas y probablemente redundaría en el contenido.

Lo que he hecho ha sido hacer minería para buscar los statements que destacaría de este año que hoy termina. Para implementarlos en mi driver interno de cara al nuevo 2023.

  1. Hay que conocerse (y aceptarse) a uno mismo. Esto es clave para lograr el bienestar. Empiezo por el aspecto que más me ha aportado y del que estoy más orgulloso. En verano del 2021 hice un gran descubrimiento. A partir de ese momento he invertido muchos recursos en reprogramarme y aprender a procesar el mundo con un nuevo filtro. Han caído muchas creencias que arrastraba como una losa y ahora soy una persona mucho más feliz.
  2. Hay que remar contra corriente. La razón de ello es que vivimos en una dictadura emocional. Todo tiene que ser guay y todo el mundo hace cosas guais. No hay espacio para sentirte mal o para fracasar en algo. Todo esto es mentira. Viene muy bien poder sentirse como a uno le dé la gana.
  3. Hay que celebrarlo todo. La vida es corta y los éxitos son difíciles. Hay que dedicar recursos a premiarse cuando creas que la ocasión lo merece. Y además hacerlo con lo con los que tienes cerca, básicamente con la familia que te aguanta.
  4. Hay que ser valiente. Tanto de pensamiento como de acción. Valiente en pequeñas y grandes cosas.
  5. Hay que quererse. Si eres bueno en algo, asúmelo y disfrútalo. Sin vergüenza.
  6. Hay que ponerse a uno mismo en el eje del movimiento. Pasando de lo que hagan o digan otros. Claridad de ideas y p’alante.
  7. Hay que ser inquieto. Cambiar es vivir. Buscar la comodidad es condenarse.
  8. Hay que saber estar solo. Sin ruido, con tus propios pensamientos. Las conversaciones honestas con uno mismo son imprescindibles.
  9. Hay que dejar un legado. Este año falleció mi abuelo y tomé conciencia del legado que dejaba. El legado que dejas por dónde pasas es lo que te define como persona. El mejor resultado de lo que haces es que las personas te recuerden por cosas buenas.
  10. Hay que disfrutar del ocio. Quizá he estado demasiado centrado en el trabajo. Hace un año que empecé con el hobby de pintar miniaturas. Hacía mucho tiempo que no dedicaba recursos a un hobby. Ahora que mis hijos ya empiezan a ser mayores y tengo más tiempo, he redescubierto lo divertido que es poner el foco —y retarme permanentemente— en algo en lo que no te «juegas» nada.
  11. Hay que saber convivir con gente mala. Sí, tengo suerte. He tardado 47 años en descubrir que hay personas cuya única motivación es hacerte daño. Si les haces caso estás tirando energía que podrías dedicar a cosas más fructíferas. No tienen que conseguir frenarte en tu empeño.
  12. Hay que poner algún cortafuegos a la realidad. Por ejemplo, dejar las RRSS. Se vive más tranquilo sin su realidad deformada. Es como mirar al mundo por un agujero bien pequeño, es imprescindible observarlo con toda su magnitud para poder establecer tu propio criterio.
  13. Hay que saber cambiar de rumbo si el cuerpo lo pide. Tu intuición va un paso por delante de tu razón. Dale protagonismo y escúchala. Si no la escuchas, probablemente viajarás por la vida con un eterno rozamiento.
  14. Hay que hablar más. Si algo no te gusta, o algo te preocupa, o no lo entiendes, háblalo; seguro que hay alguna solución. Cuantas cosas tienden a empeorar por no descolgar el teléfono. Tenemos la sensación que estamos más conectados que nunca, y es justo lo contrario.
  15. Hay que dejar que cada persona resuelva sus temas. Parece que es de buena gente intentar absorber los problemas ajenos. Pero no, cada uno tiene que «sufrir» sus propias cosas. Acompañar y estar ahí, viene bien a cualquiera, pero aconsejar e intentar solucionar los problemas de los otros, ya es harina de otro costal.
  16. Hay que dejar de dar consejos. Todos y todas somos mayorcitos. Y yo soy yo y tú eres tú. Espabila y que espabilen. Todas las personas son diferentes, difícilmente podrás proporcionar recetas que le funcionen a otra persona y le resuelvan el problema.
  17. Hay que pensar y decidir más. Con tanta información y opciones cada vez nos cuesta más. Hay que ver cómo rehuimos la toma de decisiones. Con eso, no es extraño que todo se nos encalle. Da igual la importancia de la decisión, siempre, siempre, intentamos no tomarla.
  18. Hay que hacer primero lo que te da pereza. Sin darle vueltas y con un good enough. Para qué arrastrar esa llamada o conversación difícil y torturarte durante días o semanas. Se hace y punto. De hecho, solo puede empeorar si no actuas.
  19. Hay que trabajar duro. Nadie regala nada. Encima, parece que la cultura del esfuerzo está mal vista. Yo soy muy fan del esfuerzo. ¡Aunque de un esfuerzo eficiente, eh! Tampoco es plan de picar piedra para nada.
  20. Hay que ser más individualista. Ni que suene mal, hay dejar de venerar el trabajo en equipo. Está sobrevalorado. Una suma de individualidades siempre es más que una suma de personas intentando hacer algo juntas (a no ser que este algo se tenga que hacer por narices en un mismo tiempo y espacio). Si no hay algún individualismo que lo desencalle, todo tiende a anquilosarse.
  21. Hay que trabajar fino. Sea lo que sea que hagas, hazlo bien. Lo contrario significa más trabajo y más mierdas. Las chapuzas siempre vuelven, y, además, magnificadas.
  22. Hay que dejar de planificar. Prever y anticipar lo que se pueda, puede valer. Pero planificar a más de un par de meses vista —en el mundo en el que vivimos— es temerario. Me he acostumbrado a vivir sin ver el largo plazo. Y es muy liberador. Los problemas: cuando lleguen.

Probablemente, este uno de esos posts escritos más para mí que para ti, pero espero —igual que me pasó a mí— que te sirva de inspiración para hacer tu propia introspección.

¿Te animas?

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