Hubo justos en el País Vasco. No fueron muchos, los más callaron. Los más cambiaron de voto. Los más miraron para otro lado. Muchos se convirtieron en cómplices, pero también hubo justos. Claro que los hubo. Y volver a leer el País de un día como el 28 de mayo de 1980 es reconciliarse un poco con la sociedad vasca. Fueron solo treinta y tres, pero fueron de lo mejor de una sociedad a la que el terrorismo nacionalista y de extrema izquierda cambió, a peor, para siempre. Honor y gloria a Eduardo Chillida, Gabriel Celaya y a todos aquellos que se atrevieron a denunciar, en los años de plomo "la violencia que nace y anida entre nosotros"