De manera diletante retomo los Hijos del fútbol, de Gálder Reguera. Esta reflexión, que yo me sigo haciendo muchas veces a lo largo del año, en relación con mis abuelos. Es una reflexión inútil, está claro, pero a mi también me atenaza muchos días el corazón. “A veces la observo y pienso en cómo sería nuestra relación si él siguiera vivo. Hoy, adulto, soy una persona muy distinta a aquella que soñaba ser cuando él murió, es decir, alguien a su imagen y semejanza. ¿Qué tal nos llevaríamos? ¿Hablaríamos de política? ¿Tendríamos ideas cercanas sobre lo que es el éxito en la vida, la familia? ¿Estaría en contra de aquellas convicciones que yo considero innegociables? Aunque suene a bagatela, pues al fin y al cabo está muerto desde hace casi treinta años y nunca discutiremos, estas cuestiones me angustian enormemente”.