¿Quiénes eran los Alquimistas? ¿Qué buscaban? ¿Qué ocultaban? ¿Tuvieron acaso alguna relación con los químicos? ¿Y qué era la piedra filosofal? ¿Qué significaba? ¿Qué significa hoy? Esas son las preguntas que me pasaron por la mente al comenzar a preparar este trabajo.
Uno de los primeros fenómenos que intrigaron al hombre primitivo fue la transformación de la materia. Como la nube se transforma en agua; como el agua dulce se transforma en salada; como la semilla se transforma en planta; como la flor se transforma en fruto. Pero las transformaciones producidas por medio del fuego son las que mas lo ocuparon pues los experimentos con fuego daban resultados casi inmediatos. Y con el dominio del fuego, el hombre primitivo comenzó a hacer experimentos para transformar materias. El fuego produce transformaciones químicas como ser: la misma combustión de la madera (que se transforma en ceniza, humo, y desprende luz y calor); el asar carne (proceso que nos sigue gustando hasta nuestros días); el cocer ladrillos, hornear alfarería. Mas tarde, por medio del fuego se purificaron, moldearon y alearon minerales, como el cobre, la plata y el oro. La transformación se logra por el fuego. Y con las civilizaciones que se desarrollaron en la China, Mesopotamia y Egipto, los artesanos llegaron a producir transformaciones en materias, que llegaron a ser colorantes, drogas, vidrios, lentes, barnices, perfumes y metales. Mas tarde se lograron transformaciones por otros métodos, aparte del fuego.
Pero, ¿qué hay de la teoría? ¿Cómo se explicaban esos fenómenos? Porque el que puede explicar lo que sucede, no es solo un visionario, sino que es dueño del secreto que le permite dominar el fenómeno. Repetirlo. Deducir de ese conocimiento, otros logros. Bien, las tempranas explicaciones teoréticas sobre los fenómenos químicos, eran de carácter místico o mágico.
Los antiguos griegos casi no agregaron nada a las practicas de química que heredaron de las viejas civilizaciones vecinas, pero en cambio, refinaron las explicaciones teoréticas sobre las transformaciones que observaban, ya sea en la naturaleza, ya en los talleres de los artesanos. Los griegos reconocieron el cambio como un fenómeno universal. Y llegaron a tal punto que , cito a Heraclitus, quien en el siglo VI antes de la era moderna pregunto "si es que existe algo, visible o invisible, que no cambie".
Muchos filósofos griegos consideraron este asunto, tuvieron muchos debates. Fue Aristóteles quien, en el siglo IV antes de la era moderna, formuló una teoría, que predomino en el pensamiento científico por casi 2000 años. En su teoría postuló que existe una materia primaria y 4 cualidades. Las cualidades son: calor, frío, humedad y sequedad. Según las cualidades que se impregnen en la materia primaria, así se producirían 4 elementos. Los elementos son FUEGO (caliente y seco); AIRE (caliente y húmedo); TIERRA (fría y seca); y AGUA (fría y húmeda). Todas las cosas materiales se consideraban como el resultado de una combinación de esos cuatro elementos en diferentes proporciones. Según esta teoría, encontrando la combinación adecuada de los 4 elementos con las 4 cualidades, se podría llegar a producir oro. Más tarde, Aristóteles agregó un quinto elemento o sustancia a los 4 antes mencionados (o sea: tierra, aire, fuego y agua) y es el éter, al que definió como la sustancia perfecta, de la que están compuestos los cuerpos celestes.
Luego de innumerables experimentos de transformación de los materiales, nació junto con las diversas teorías, la idea de la transmutación. O sea, no solamente transformar materiales, darles otra forma, purificarlos, separarlos de impurezas, sino transmutar (cambiar) un elemento, en otro elemento.
La alquimia es la antigua pseudociencia que trataba de transmutar metales básicos en oro y de descubrir una cura para todas las enfermedades, o la manera de prolongar la vida indefinidamente.
Los astrólogos creían que toda actividad humana estaba profundamente influenciada por los cuerpos celestes (el Sol, la Luna, las estrellas). Según los astrólogos, los alquimistas tendrían que aguardar una configuración favorable de los cuerpos en el firmamento, para que se produjeran sus transmutaciones en los metales. La influencia astrológica llegó a atribuir a cada metal su cuerpo celeste del que provenía, o sea: el oro del Sol; la plata de la Luna; el cobre de Venus y el hierro de Marte.
El alquimista llegó a ser un personaje reconocido en la escena europea. Los alquimistas eran requeridos y financiados por reyes y nobles, quienes tenían la esperanza de aumentar sus propios recursos. Sin embargo, muchos alquimistas, no logrando producir el oro prometido, perdieron sus vidas. Con el correr del tiempo, símbolos y alegorías alquimistas se hicieron extremadamente complejos. Y de la búsqueda del oro, los alquimistas pasaron su atención a la búsqueda de medicinas. Un líder de este movimiento fue Paracelsus, (1493-1531), quien fue el primero en Europa en mencionar el zinc y en usar la palabra "alcohol" refiriéndose al "espíritu del vino".
Creó controversia en su tiempo porque condenó completamente la ciencia y la medicina tradicional. El sostenía el concepto, nuevo, de que las enfermedades se producen por agentes externos que atacan al cuerpo y no por un desequilibrio interno de los fluidos corporales y mentales. Según Paracelsus, la terapia tendría que estar dirigida contra esos agentes externos de la enfermedad, y sostenía que había que usar para ello medicinas basadas en experimentos químicos, o alquímicos, no hierbas. Así fue como Paracelsus cambió el rumbo de la Alquimia de producir oro, sino las fórmulas de crear productos medicinales.
Hoy, luego de investigaciones científicas que se fueron acelerando y acumulando con el paso de los siglos, llegamos al conocimiento actual - que esta lejos de los conocimientos antiguos pero, no nos engañemos, también esta lejos de los secretos que la Creación todavía nos deja por descubrir.
Y sin entrar en detalles científicos, dejemos sentado ya el hecho de que, el sueño de los alquimistas de la transmutación de elementos y en especial, de transformar plomo en oro, no es posible de efectuar por medio de ninguna reacción química.
Pero si es posible por medio de una reacción nuclear. Pues para convertir un elemento en otro es necesario un cambio en su numero atómico, y eso se puede lograr por medio de una reacción nuclear, o puede ocurrir espontáneamente por una generación o degeneración radioactiva.
Así, hoy día, la transmutación es un proceso común, ya que hay poderosos aceleradores de partículas y reactores nucleares. Ya se ha logrado así preparar artificialmente todos (sí, todos) los elementos conocidos. Y además, se lograron sintetizar mas de 1500 radioisótopos que tienen gran valor médico y de uso industrial. O sea, que el sueño del alquimista es posible y se ha realizado: metales básicos se pueden convertir en oro. Solo que el precio de energía requerida excede el precio del precioso metal.
Volvamos ahora a los alquimistas antiguos. ¿Qué buscaban aparte del oro? Se dice que el oro era una excusa para seguir teniendo respeto, protección y ayuda financiera, pero que en realidad, usaban esa excusa para poder continuar el estudio de la naturaleza; para poder avanzar en el descubrimiento de los secretos contenidos en la Creación. Y también , para desentrañar los secretos de nuestra existencia. Estas metas las mantenían en secreto. Y aquí es donde vemos otra faceta más del interés de los alquimistas al unirse con los Francmasones.
Según los alquimistas, para lograr un elemento puro (como el oro) había que refinarlo, liberarlo de todas las impurezas y el constituiría el elemento primario; perfecto. A partir de ese elemento perfecto se podría llegar a otro elemento superior. Según la misma teoría, en el plano humano, filosófico; en el plano divino, el hombre tiene que abandonar sus vicios, sus impurezas, y así poder elevarse a una nueva vida, en otro plano más alto, superior. Los masones aceleran el proceso de purificación durante la iniciación de los nuevos Aprendices. Los iniciados masones deben sufrir una transmutación semejante a la que buscaban los alquimistas. Y la meta es el oro. El metal precioso. Símbolo de lo puro y perfecto. Tenemos que transmutar nuestra materia intelectual en oro.
El ser humano normal, que todavía no despertó a otras inquietudes, que tiene que luchar por su sustento y es distraído por múltiples entretenimientos superfluos, tiene muy pocas oportunidades de llegar solo a esa exploración de su interior. La Masonería facilita al recién iniciado los medios, los símbolos para acelerar esa meditación que lo conducirá a la búsqueda, a encontrar su camino. En la Cámara de Reflexión o de Meditación, figura entre otras la inscripción V.I.T.R.I.O.L. Esa era la sigla de los alquimistas:
"Visita Ineriora Terrae Rectificando Invanies Occultam Lapidem". Visita el interior de la Tierra; purificándote encontrarás la Piedra Oculta.¿Qué es esa piedra oculta? ¿Y qué significa que esta en el centro de la Tierra? ¿Qué hay en el centro de la Tierra?
Bien; en este planeta viviente, nosotros existimos sobre la corteza de la tierra, fuera del agua y envueltos en aire. Aquí recibimos nuestra vida terrenal, física, natural.
Debajo de la corteza terrestre, ¿qué hay? Tierra, minerales, yacimientos de barios tipos, depósitos de agua, hay petróleo. Pero bajando mas y mas, el calor aumenta, la presión y la densidad son enormes. Cuanto más se baja, menos impuros son los elementos que componen el planeta. Hasta que en el centro reina el orden. Allí se encuentra la sustancia pura en estado liquido candente. Esa sustancia pura es la Piedra Filosofal, la Lápida Oculta.
No podemos llegar al centro de la Tierra. Pero si podemos llegar a nuestra propia e individual Piedra Filosofal. A nuestro propio YO. El tan buscado y tan poco comprendido. ¿Qué soy yo? ¿Soy acaso mi nombre? ¿Mi profesión? ¿Mi familia? ¿Mi forma exterior? ¿Mi manera de vestir? ¿Soy lo que mis amigos ven? ¿Soy mis acciones? ¿Mis reacciones? ¿Soy la combinación de mis virtudes y mis vicios? Todas las respuestas a estas preguntas son negativas. Y para encontrarnos tenemos que buscar en nosotros esa chispa divina que llevamos. Tenemos que buscar, purificándonos, en nuestro ser íntimo, divino. Combatiendo los vicios, practicando las virtudes. Tenemos que buscar dentro de nosotros, así como en el centro de la Tierra, en "nuestro centro". Despertando nuestra atención, nuestra conciencia, nuestra vigilancia.
Durante la iniciación pasamos las pruebas del aire, el agua y el fuego. Nos purificamos simbólicamente. Pero nuestra tarea no finaliza con la iniciación. Allí recibimos elementos, herramientas, y la comprensión llegará después, paulatinamente. A veces con destellos fulgurantes, otras como suaves luces. Debemos continuar con esfuerzo, buscando nuestra Piedra Filosofal. Nuestra Lapis Philosophorum. Nuestra conquista de la sabiduría, no la externa, sino la sabiduría interna, la divina, la que reside en el centro de nuestro ser.
Buscar el oro. Buscar la piedra filosofal que se encuentra en el centro de la Tierra. Esos son símbolos que nos invitan a buscar en otros planos. No en el centro de la Tierra, sino en el centro de nuestro propio continente. Nos invita a recogernos, a caminar hacia adentro de nosotros mismos y descubrir nuestra propia piedra filosofal. A encontrarnos a nosotros mismos. Despojados de vicios. Purificándonos. Despertando nuestras conciencias.