Hace veinte años en Cataluña, y puede que también en el resto de España. Los independentistas eran vistos como unos pocos excéntricos, raros, lunáticos y hasta locos que luchaban por algo que era completamente imposible y absurdo. Sus ideales eran poco menos que extravagantes y poco realistas. Con el paso de los años esa idea de quimera, de locura o de imprudencia pasó a tomar forma y a tener una base mucho más sólida, dejando de ser la ideología de unos pocos para ser el ideal de muchos.
Cuando empezó en serio el proceso independentista, cuando el gobierno de Cataluña se implicó de tal forma que ya no cabía duda de que Cataluña y muchos catalanes iban en serio, fue entonces cuando parecía que ya no había vuelta atrás. La bola de nieve estaba ya cayendo por la pronunciada ladera de la montaña y no había nadie que estuviera dispuesto a ponerse delante de ella para pararla, porque ya se había hecho demasiado grande como para interponerse sin recibir un buen golpe. Aún así, en todas las situaciones peligrosas, siempre hay alguien que se cree más listo que nadie y más valiente, y no sólo intenta parar lo imparable, sino que primero lo contribuye a que el problema sea más grande, para que luego ya sea casi imposible pararlo.
Esa bola de nieve no es otra que la independencia, pero quienes la impulsaron y la hicieron tan grande, son los mismos que ahora, han recibido un golpe demasiado grande para poder recuperarse fácilmente. Pero ¿quién ha recibido el golpe? ¿Los independentistas? ¿Los nacionalistas? La respuesta es sencilla… Todos han recibido ese golpe, casi por igual, pero unos lo han encajado mal, y otros peor.
Quién no conoce a alguien que no haya dicho: “Yo no era independentista, pero este gobierno me ha hecho desear la independencia.”Y del mismo modo, quién no conoce a alguien que haya dicho: “Yo confié en el independentismo y sin ser independentista, les voté porque ya no confío en el gobierno, pero me estoy decepcionando mucho.”
¿Qué está pasando? Porque esto no deja de ser una complicada historia llena de altibajos. Pasamos de un independentismo exclusivo para cuatro excéntricos que todo el mundo criticaba por tener intenciones de liar más la situación que de querer salvarla, a un independentismo masivo, casi epidémico que logró atraer muchos miles de personas que nunca hubiera ni imaginado llegar a esa situación. Pero después de esa avalancha, con esa inmensa bola de nieve bajando a toda velocidad por la pendiente, llevándose por delante a algunos que se cruzaron en su camino, después de eso, ya nada ha sido igual.
Lo que pasará a partir de ahora parece previsible, pero no lo es, porque hace años, cuando una gran parte de los catalanes pensaban “Esos locos independentistas”, y después esos mismos pensaron “Esos locos nacionalistas”, muchos de ellos ahora sólo se atreven a decir “Nos hemos vuelto locos?”
Nada está claro, sólo que la nieve nos ha salpicado a todos y que la locura se ha apoderado de nuestras vidas.