LAS CASAS PRINCIPALES DEL SEÑOR DE HIGARES O “CASA GÜENA”, ERRÓNEAMENTE LLAMADA “PALACIO DEL REY DON PEDRO”.
Vemos también el escudo de los Illán, anterior al jaquelado azul y plata utilizado por los Álvarez de Toledo a partir del arzobispo Gutierre Álvarez de Toledo, (1442-1446), en la portada del erróneamente llamado “Palacio del Rey don Pedro”, pero en este caso acompañado de otros dos, el del castillo –perteneciente a los Toledo de las casas de San Antolín-, que ocupa el centro , y el de los lobos pasantes de los Ayala, situado a la derecha.
Estas armas nos sirvieron para realizar hace tiempo un estudio genealógico, cuyas conclusiones se vieron corroboradas por los documentos.Ya hemos dicho anteriormente que uno de los hijos de Fernán Álvarez de Toledo “el Tuerto”, segundo señor de Valdecorneja, mariscal de Castilla y alguacil mayor de Toledo, compró Higares en 1377, muriendo en 1384. Este era hermano de García Álvarez de Toledo, el que fuera maestre de Santiago. Fernando Álvarez de Toledo “el Tuerto” casó con Leonor de Ayala, hermana del famoso Canciller.
De esta unión nacieron: García Álvarez de Toledo IV, tercer señor de Valdecorneja, que heredó las “casas principales de San Román”, como hemos dicho, y casó con Constanza Sarmiento.
Portada del palacio de los señores de Higares, Fernán Álvarez de Toledo y Teresa de Ayala, denominado la “casa güena” —fines del s. XIV—. Llamado erróneamente Palacio del Rey don Pedro.
Escudos de la “casa güena” o palacio de los señores de Higares, pertenecientes a los Álvarez de Toledo y Ayala. Los Álvarez de Toledo en Toledo.
Gutierre Álvarez de Toledo, el citado obispo de Palencia y arzobispo de Sevilla y luego de Toledo (1442-1446), y también señor de Alba de Tormes, el cual cambió las armas de los Álvarez de Toledo; Fernán Álvarez de Toledo “el Viejo”, primer señor de Higares (m. 1454), que contrajo nupcias con Teresa de Ayala, señora de Pinto; Leonor de Toledo, casada primeramente con Ruy Díaz de Rojas y, en segundas nupcias, con Alfonso Rubí de Bracamonte; María de Toledo, esposa de Diego de Qui- ñónes, señor de Luna, y Teresa. Teresa de Ayala, señora de Pinto y esposa de Fernán Álvarez de Toledo, “el Viejo”, pertenecía al linaje de los Toledo de San Antolín, descendienes de los Lampader.
Sus padres fueron Pedro Suárez de Toledo III y Juana Meléndez de Orozco. Pedro Suárez, como otros muchos caballeros toledanos, murió en la batalla de Trocoso (1385), en Portugal, apoyando los derechos sucesorios al trono portugués de Juan I de Castilla, casado con Beatriz de Portugal, frente a las aspiraciones del maestre de Avís, que fue el vencedor. En su sepulcro, desde hace años en el Museo Marés de Barcelona, procedente del convento toledano de Santa Isabel y originariamente situado en la parroquia de San Antolín, se lee la siguiente inscripción:
AQUÍ:IACE. PERO SUAREZ: ALCALDE: MAYOR: DE: TOLEDO: QUE: DIOS: P(erd) ONE: FIIO: DE: DON: DIEGO: GOMEZ: ALCALDE: MAIOR: DE: TOLEDO: QUE: DIOS: P (erd)ONE) E: DE: DONA: YNES: DE: AIALA: E: FINO: EN: SERVICIO: DEL: REY: DON: JUAN: EN: LA: BATALLA: DE: TRONCOSO: MART (e) S: XXVIII: DIAS: DEL: MES: DE: MAIO: ANO: DEL: NUESTRO: SALVADOR: IHS: XPO: DE: MIL: E: CCC: E LXXX: E: CINCO: ANOS.
Juana Meléndez de Orozco y Meneses, casada con el citado Pero Suárez, señor de Casarrubios y notario mayor del reino de Toledo, aportó al matrimonio otras “antiguas casas” de la parroquia de San Antolín que así quedaron unidas a las tradicionales de los Toledo de esta misma colación. De este matrimonio nacieron dos hijas, Inés de Ayala y Teresa de Ayala, menores de edad a la muerte de su padre, por lo que el reparto de bienes familiares se dilataría hasta 1403.
Mientras Inés de Ayala —cuyo sepulcro podemos contemplar en el presbiterio de la iglesia conventual de Santa Isabel de los Reyes y a la que llamamos II para no confundirla con su antepasada del mismo nombre, casada con Diego Gómez—, se desposó con el mariscal Diego Fernández de Córdoba, siendo ambos abuelos de la reina de Aragón Juana Enríquez, madre de Fernando el Católico, su hermana Teresa (m. 1453), señora de Pinto, casó con Fernán Alvarez de Toledo, primer señor de Higares, apodado “el Viejo” (m. 1454).
Estos últimos son los que, según una importante documentación, construyeron la llamada en ésta, repetidamente, la “casa güena”, y hoy, denominada aún, erróneamente, Palacio del rey don Pedro. Pero la construcción de esta casa fue un tanto anómala, ya que se construyó sobre un solar que pertenecía a la herencia de su padre, Pero Suárez, señor de Casarrubios (m. 1385), aún sin dividir.
Este hecho motivó un largo pleito entre sus dos hijas, Inés y Teresa, que terminó al fin en 1403 con el reparto de los bienes paternos entre ambas. Conforme a esa partición, todas las casas de la colación de San Antolín se adjudicaron a Inés, la mayor, ya que estaban vinculadas conforme al mayorazgo fundado por Fernán Gómez, bisabuelo de Pero Suárez. Estas casas, contiguas a la parroquia de San Antolín, subsistente aun por entonces, comprendían además las “casillas de San Antolín”, la “casa güena” y las “casas de Amara”, como dicen los documentos citados.
A Teresa, señora de Higares por su matrimonio, le correspondieron, por el contrario, las “casas que fueron de Diego de Quijada”, en la colación de Santa Leocadia la Antigua, las “casas y bodegas de la Sal” y “el solar del Molino del Aceite”. Las valoraciones de las casas las hicieron, según consta también en los citados documentos del Archivo Histórico Nacional, dos alarifes, Aly Aparicio y Abdala, “fijo del maestro Aly el Moro”.
Por otra parte, se valora lo construido por Teresa en el citado solar, ya que, según testimonio de su madre, Juana de Orozco, la “casa güena” se construyó con dinero de su hija Teresa. Finalmente, para equiparar a las dos hermanas, a Teresa le fueron adjudicadas varias fincas. Pero lo cierto es que, como resultado de esta partición, efectuada en 1403, Teresa de Ayala y Fernán Álvarez de Toledo, primeros señores de Higares, perdieron su “casa güena”, construida pocos años antes.
Las armerías de la portada de esta casa reflejan esta problemática. En el centro figura el escudo de los Toledo de San Antolín —el castillo—, a la derecha el de los Ayala —los lobos pasantes—, pertenecientes ambos a Teresa. Y a la izquierda el de los Álvarez de Toledo, “tres fajas sangrientas y por orla unos jaqueles azules”, que corresponden a don Fernando, señor de Higares.
De este palacio resta la portada, protegida por un espléndido alero, algunas vigas interiores talladas y un arco de yeserías, adornado con dos elegantes pavones en las albanegas. Este último fue trasladado hace años a la capilla de San Jerónimo del convento de la Concepción Francisca para su salvaguarda.
Tal decoración de pavones es análoga a la que vemos en un arco del Alcázar de Sevilla, obra mudéjar de tiempos del rey don Pedro. Según Amador de los Ríos, que vio esta casa ya arruinada antes de Los Álvarez de Toledo en Toledo. mediar el siglo XIX, existía aun entonces un bello arco de herradura, destruido poco después por unos albañiles para sacar ladrillo.
Tal arco estaba decorado, al parecer, con multitud de círculos con exquisitas molduras, atauriques y mocárabes. Era, pues, de estilo mudéjar. Ante esta resolución del pleito familiar, que motivó la pérdida de su casa, Teresa de Ayala y Fernán Álvarez de Toledo, señores de Higares, se trasladaron a vivir a “las casas de San Vicente”, que se tenían, “de una parte con casas de D. Abdalla Mahnaque, moro cambiador, e de la otra parte con casas que fueron de Fernán González, platero, e a las espaldas con casas que fueron de Alfón Rodríguez Mataver y con el Hospital de San Antón”.
No hay que olvidar que además del Hospital de San Antón, situado extramuros, existió otro con el mismo nombre en la colación de San Vicente. Pero Fernán Álvarez de Toledo, señor de Higares, no debió sentir demasiado afecto hacia su nueva casa, ya que en su testamento, otorgado en 1438, donde alude al citado pleito familiar, ordena que se venda.
No creemos que estas sean las casas que en 1420 le donó su hermana Leonor, viuda de Mosén Rubí de Bracamonte, ya que tal donación era por vía de vínculo y mayorazgo. Hijos de Teresa de Ayala y Fernán Álvarez de Toledo fueron: Pero Suárez de Toledo, María de Ayala, García Álvarez de Toledo, segundo señor de Higares y alguacil mayor de Toledo, y Leonor de Toledo.
Conforme al testamento de Fernán Álvarez de Toledo, primer señor de Higares, otorgado el sábado 26 de julio de 1438 en “Figares”, donde se incluye el de su mujer, Teresa de Ayala, fallecida con anterioridad, y donde se ordena dar cumplimiento a las cláusulas de éste, el primogénito, Pero Suárez de Toledo, se ve beneficiado con el tercio del haber de sus padres y el lugar de Pinto, con vasallos y señorío, bajo la condición de que no pueda trocar ni vender. Éste fue el padre de Sor María la Pobre, fundadora del Monasterio de Santa Isabel de los Reyes en tiempo de los Reyes Católicos.
A su hermano García le correspondió Higares, con las mismas condiciones, y a las hijas, Leonor y María, se les satisfizo en dinero. Ese mismo año se otorgaron las capitulaciones para el matrimonio de Leonor de Toledo, hija del finado, con Alfonso de Bracamonte, tercer señor de Fuente el Sol, hijo del mariscal de Castilla Álvaro de Bracamonte.
En cuanto a María casó con Pedro de Portugal, hijo de don Dionís. García Álvarez de Toledo, segundo señor de Higares, hijo de doña Teresa de Ayala, casado con Leonor de Guzmán, se vio beneficiado por Enrique IV con las “casas de la Reina de Aragón” , es decir, las casas de San Antolín heredadas por Juana Enríquez y que el monarca había confiscado a ésta.
Pero probablemente al estar en pleito por tales casas con la abadesa de San Clemente, García Álvarez “solía morar” en las “casas del señor conde de Alva” de la colación de San Román, y allí debió morir puesto que en tales casas se hace el inventario de sus bienes en 1472. Por entonces estas casas, como hemos dicho anteriormente, pertenecían al primer Duque de Alba —si bien no las habitaba— puesto que su padre, el conde, había muerto en 1464.
Sin embargo, sabemos por cierto documento que, en 1492, Fernando Álvarez de Toledo, tercer señor de Higares, poseía casas en San Román, que debieron ser heredadas por su hijo, Fernán Álvarez de Toledo (m. 1546), cuarto señor de Higares, casado con Juana de Acuña (m. 1543).
De éste pasarían, sin duda, a su hijo García de Toledo, quinto señor de Higares, pues consta también que éste vivía en la colación de San Román en 1576. De tales datos se deduce que estas casas no eran las llamadas posteriormente “Casa de Mesa”, ya que por entonces esta última pertenecía a los Malagón, sino otras situadas en la colación de San Román.
Los primeros señores de Higares, Fernán Álvarez de Toledo y Teresa de Ayala, recibieron sepultura, conforme a sus deseos, en el monasterio jerónimo de la Sisla, en la capilla mayor por ellos costeada. Presididos los enterramientos por numerosos escudos con los escaques azul y plata —el nuevo escudo utilizado por los Álvarez de Toledo a partir del arzobispo don Gutierre Álvarez de Toledo, como venimos repitiendo, hermano del primer señor de Higares—, allí constaban las fechas de su muerte. La de doña Teresa de Ayala el 14 de mayo de 1433 y la de don Fernando Álvarez de Toledo en 6 de mayo de 1439.
Al desaparecer con la Desamortización este convento, hecho extraordinariamente lamentable, se perdieron también estos sepulcros. En cuanto a la “casa güena” de los señores de Higares y luego de doña Inés de Ayala II, parece que era propiedad de los duques de Uceda en 1778, rentando 1700 reales anuales. Por entonces estaba habitada por un capellán de los Reyes Nuevos.
En tiempos de Parro, es decir, a mediados del siglo XIX, pertenecía a los señores de Jumela y llegó a utilizarse como plaza de toros. El palacio estaba ya entonces parcialmente ruinoso y parte de él desapareció al ensanchar la calle de San Andrés tras la compra por parte del Ayuntamiento. Éste quiso destruirlo totalmente, a lo que se opuso la Comisión de Monumentos.
Es lástima que el palacio de Fernando Álvarez de Toledo y Teresa de Ayala, la “casa güena” de los señores de Higares, siga pasando ante el vulgo como “palacio del rey don Pedro”, cuando su construcción es posterior a la muerte del monarca y está perfectamente documentada desde 1980.
Este es uno de los múltiples casos en que la leyenda ha ganado la partida a la historia, haciéndose cómplice de la ignorancia, avalada en este caso por la inscripción, con tal denominación, de la portada de este interesante palacio mudéjar. Fue en vano el aserto de Amador de los Ríos quien, en 1905, afirmó ya categóricamente que tal nombre de “palacio del rey don Pedro” era erróneo.
Balvina Caviró Martínez.Correspondientehttp://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/01/files_toletum_0102_21.pdf
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