Por aquí ya había hablado de Toni Hill y de las dos novelas que ha publicado y que yo disfruté un montón: El verano de los juguetes muertos y Los buenos suicidas. Ambas novelas forman parte de un mismo ciclo que tiene un hilo conductor que hace que, más que libros independientes porque en cada uno se resuelve un caso, sean una trilogía, pues en la primera entrega se plantea una incógnita que tiene mucho que ver con el protagonista, en la segunda parte dicho misterio se desarrolla y faltaba la tercera parte donde el autor iba a resolver todo.
Y dicha novela salió hace poco y, claro, no pudimos evitar hacernos con ella, pelearnos por quien la leía primero y luego leerla. Por cierto, en esta ocasión gané yo, lo que fue todo un alivio porque a mi padre le encanta destripar libros más que a un tonto una tiza. Ay, nunca le perdonaré que me contara quién era el malo de La tabla de Flandes cuando no iba ni por la mitad.
Bueno, que me enrollo y eso no puede ser, así que paso a la reseña de Los amantes de Hiroshima, tercera entrega de las aventuras de los mossos d’esquadra Héctor Salgado y Leire Castro con un nuevo misterio y el cierre de ese hilo conductor.
En el sótano de una casa abandonada se encuentran dos cadáveres abrazados, envueltos en un sudario de flores y junto a una gran cantidad de dinero. Arriba, encuentran un cuadro que representa la grotesca imagen de los cuerpos, de ese par de amantes que parecen serlo también en la muerte. Prácticamente desde el principio sospechan que se puede tratar de una joven pareja que desapareció tiempo atrás y cuyo caso fue cerrado sin demasiada convicción, tras que todo el proceso fuera increíblemente mediático, al culpar a un amigo de los desaparecidos, que aparentemente no se encontraba en sus cabales. Nunca hubo pruebas, más allá de que el supuesto culpable mantuvo una relación con los desaparecidos, una relación de tres que, creyeron, había acabado mal.
Sin embargo, con el descubrimiento de los cadáveres el caso se abre de nuevo y Héctor Salgado y su equipo deben empezar de cero, ayudados por las nuevas pruebas. Al mismo tiempo, la desaparición de Ruth se sigue investigando, aunque ya no es Leire quien se encarga aprovechando su baja por maternidad, sino que lo hace otro policía de la comisaria, que está empeñado en que el culpable es Héctor, por ser el ex marido de Ruth.
Empezaré hablando del nuevo caso, el de los amantes encontrados en la casa abandonada. La verdad es que los misterios de las novelas anteriores me gustaron mucho, pero este ha sido sin lugar a dudas mi favorito. El planteamiento me pareció muy original, además de que tiene ese halo de trágico romanticismo que le da un toque especial y que se adecua muchísimo a la historia que Toni Hill nos quiere contar y a los miembros de ese triángulo bien avenido que no pudo terminar en peores circunstancias. A mí personalmente me pareció que reflejaba muy bien sobre todo a Cristina, la chica del triángulo y una de las víctimas encontradas.
A decir verdad, me pareció que en esta tercera entrega los personajes que atañen al caso en cuestión estaban mucho más conseguidos que en las novelas anteriores. O quizás eran mucho más interesantes. Me gustó mucho el que fueran desarrollando a Cristina y Daniel, las víctimas, a través de los otros personajes y que acabaras conociéndolos a pesar de que no leías sus puntos de vista. Era como un puzzle en que cada personaje relataba las cosas desde su opinión y, al final, acababas haciéndote una idea de cómo eran.
Además, Cristina me parece uno de los mejores personajes que ha habido en todas las novelas. En cierta manera, me recuerda a la Nola de La verdad sobre el caso Harry Quebert. No porque se parecieran, ya que no es el caso, sino porque ambas son dos víctimas a las que conoces a través de los recuerdos de otros, con muchos veres y de lo más interesantes.
Y si el desarrollo de todos los implicados está muy conseguido, contándonos quiénes eran hace siete años (cuando ocurrió la desaparición) y quiénes son en la actualidad, el del caso también está muy conseguido. El autor logra darte todas las pistas, sin darte información falsa o engañosa, pero te mantiene en vilo durante toda la novela y la resolución no es obvia hasta justo el final. Además, resuelve absolutamente todo, incluso los misterios que envuelven a los amigos de los desaparecidos y que, a ojos del lector, hacen que sean sospechosos del asesinato. Lo hace con lógica, también con muy buena mano y, de paso, se nota cierta crítica a la España actual, a los políticos y habla del desencanto de una generación a la que se le prometió todo y que al final he obtiene nada.
En lo que respecta al caso de Ruth, Toni Hill también lo cierra magistralmente, haciendo que todas las piezas del puzzle encajen y que todo cobre sentido. De hecho, es para quitarse el sombrero el cómo hace que todas las subtramas confluyan en el final: la relación de Héctor con su hijo, la amistad de Héctor con su vecina Carmen, los problemas de ésta con su hijo, la relación entre Héctor y Leire, el embarazo y relación de Leire con el padre de su hijo... Todas esas historias cotidianas, que ayudaban a hacer de los personajes personas, al final cobran un sentido práctico.
Vamos, que el final es una maravilla: cerrado, muy bien hilado, en su justa medida... Toni Hill ha sabido darle el ritmo adecuado, desarrollando con mucho tino la desaparición de Ruth a lo largo de las tres novelas.
También ha sabido mantener muy bien la tensión en esta tercera novela. Me ha parecido todo un acierto jugar con los flashfowards, en parte porque te hacían esperarte una cosa que, al final, no era exactamente como creías y por eso te sorprendes; en parte porque sabes que algo va a pasar y estás deseando saber cómo han acabado Héctor y Leire en semejante situación.
También me pareció que toda la trama romántica entre ellos dos está muy bien llevada y que, de hecho, encaja a la perfección con el caso principal, con Los amantes de Hiroshima de los que habla la novela. Porque también Héctor y Leire son amantes trágicos, a su manera, lo que hace que todo encaje mucho mejor, como si fuera un todo en lugar de dos partes diferenciadas en la novela.
Creo que podría pasarme páginas y páginas hablando de Los amantes de Hiroshima, porque me gustó muchísimo y está muy a la altura, pero tampoco quiero aburriros demasiado. Así que cerraré la reseña señalando que Los amantes de Hiroshima es todavía mejor que Los buenos suicidas y que ha sido una trilogía que ha ido in crescendo y que la recomiendo a todo el mundo porque no tiene desperdicio. No sé qué planea escribir Toni Hill a continuación, pero tanto si recupera a Héctor y Leire, como si se dedica a otro proyecto, pienso leerle porque su trilogía me ha dejado de lo más satisfecha.
El próximo lunes literario estará dedicado a... Silber. El segundo libro de los sueños de Kerstin Gier.