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La película nos cuenta el amor que existe entre nuestros dos protagonistas Ana (Najwa Nimri) y Otto (Fele Martínez), una historia de amor realmente pura, que se inicia en la infancia, de repente sin más, cuando uno aun es un infante y todavía su mente se mantiene relativamente pura. Aun no está contaminada por los intereses o por la envidia, por los egoísmos y el materialismo, mentes ambas que irán descubriendo el amor al prójimo y sus variantes poco a poco probablemente de la forma más inocente, mostrándonos una relación sosegada, aunque intensa, incluso en cierta manera agradable.
Al mismo tiempo este planteamiento tan primario del amor y de su extensión en las vidas de los personajes se sirve a Medem como instrumento para criticar las relaciones de las personas. Intenta demostrarnos que la pureza de los sentimientos está en nuestros orígenes, que el ser humano se va volviendo peor, a medida que transcurren los años, nada es tan sincero y puro como al principio. Y para de verificarlo de una forma definitiva y tajante hace que nuestros dos protagonistas también acaben sucumbiendo a esta premisa, acaban haciendo de algo especial como era su relación, algo cotidiano e incluso anodino.
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Lo que pasa es que a veces la forma de narrar la historia la hace bastante simplona, hay escenas en las que rozamos la cursilada, dando incluso un poco de vergüenza ajena. Estamos ante un planteamiento tan minimalista en algunas de las ocasiones que se acaba traspasando la frontera de la inexpresividad, y a todo esto ayudan ambos protagonistas, sobre todo ella, ya que la Nimri, puede resultar bastante atractiva, pero para nada expresiva. Todo esto ayuda a diseñar esa imagen de frialdad que se pretende transmitir en todo momento del film, el frío es necesario para que todo funcione, es el elemento purificador.
La película goza de una gran inteligencia, con ciertas partes de inexpresividad, incluso si se me permite de infantilismo. La forma en la que está narrada no me gusta, las intervenciones de la voz en off son continuas y el cartel que da comienzo a cada segmento, todo esto se hace innecesario, debería ser capaz de apoyarse menos en estos diálogos y narrar mejor con la imagen. Aun así la filmación transcurre en una metáfora prácticamente continua que realmente la hace un producto agradable, metáforas agudas que están a todo lo largo del metraje.
TRONCHA