Revista Cultura y Ocio
Los amantes regulares (Les amants réguliers, Philippe Garrel, 2005) es quizá la mejor película que se ha hecho sobre mayo del 68 y lo que vino después. Poco tiene que ver -no sólo estéticamente- con Los soñadores (The Dreamers, Bertolucci, 2003), aunque comparten protagonista -Louis Garrel, y en un momento de la película se habla de otra película de Bertolucci que no he visto, titulada Antes de la revolución-, ni con Milou en mayo (Milou en mai, L. Malle, 1989). Philippe Garrel hace su película en blanco y negro y por momentos parece situarnos en el París del XIX, el de las barricadas gloriosas y los poetas melancólicos. De las tres horas de la película, con un ritmo muy lento, de planos detenidos, con una fotografía que retrata la piel de la ciudad y de los sentimientos, con un estilo de hacer cine propio de los años cincuenta, la primera parte es la dedicada a la lucha revolucionaria del 1968 -que no es un espectáculo para ser retransmitido en directo, sino algo sucio, arriesgado y carente de gloria-. Pronto llega la derrota y el desengaño y el repliegue hacia los sentimientos y el opio en el año 1969. La actriz principal -Clotilde Hesme- interpreta de forma magistral a una escultora enamorada del poeta melancólico que encarna Louis Garrel. El director se detiene en recrear el ambiente interior de los jóvenes que buscan una alternativa personal -el amor, el escape a EEUU, a Marruecos, el arte...- tras la derrota de la revolución colectiva.