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Hay libros que, como algunas personas, nos llegan al corazón un buen día y ahí se quedan para siempre.
Y esos libros, al igual que las personas, hacen que algo cambie en nosotros, para bien, por lo que nos aportan y por el solo hecho de que antes no sabíamos de su existencia y ahora sí.En mi caso uno de esos libros es Los amores de un bibliómano (The Love Affairs of a Bibliomaniac, 1895), de Eugene Field, que ahora está disponible en español gracias a la editorial Periférica.
Yo lo leí por primera vez hace algo más de dos años, en una edición original de 1896 que guardo como un tesoro.Y mientras disfrutaba de esta obra encantadora pensaba en cuánto les gustaría a los lectores que conozco. Bueno, y a los lectores en general. Porque Los amores de un bibliómano es, entre otras cosas, un homenaje a los libros; un canto a la bibliomanía y a la biliofilia y una celebración de eso tan simple y tan difícil que es encontrarle un sentido, o más de uno, a nuestra existencia. Y es también un relato de amor a las personas, un reconocimiento del valor de la amistad y una extraordinaria muestra de gratitud del autor por la felicidad de la que disfrutó a través de los libros.
Dijo Oscar Wilde que si no podemos disfrutar de la lectura de un libro una y otra vez, entonces no habría merecido la pena leerlo la primera vez. Siguiendo este pensamiento, yo puedo afirmar con total convicción que para mí mereció la pena leer este libro la primera vez, y la segunda, y todas las demás que han sido y serán. Precisamente Eugene Field, por boca de su personaje, el viejo bibliómano, habla de esto mismo, de esos libros que se leen y se releen a lo largo de la vida; que están siempre a nuestro lado como los buenos amigos; que nos alegran, que nos consuelan, que nos esperan si nos olvidamos de ellos por un tiempo, que siempre tienen algo de provecho que decirnos y que no pretenden nada a cambio. Si acaso, la leve caricia de nuestra mano de vez en cuando.
Esos son los libros que más amamos y eso es lo que yo encuentro en Los amores de un bibliómano.
Cada vez que pienso en este libro o hablo de él, dos ideas surgen al instante: la ternura y el sentido del humor. Y si es cierto, como nos dicen, que Eugene Field puso su alma en la elaboración de esta obra, entonces no me cabe la menor duda de que fue un hombre bueno y generoso, modesto, apasionado, inteligente, divertido y sutilmente irónico; un romántico entrañable, un soñador sin remedio, atrapado en “un placentero jardín” del que no desea escapar. Por ese jardín paseo yo también en su compañía.
Si quieren venir ustedes ya verán qué hermoso es.
Eugene Field. Los amores de un bibliómanoEditorial Periférica, 2013