Revista Cine
El amor en los tiempos de la juventud
Antes de probar suerte en Estados Unidos, Milos Forman formó parte de la Nueva Ola Checa (les recomiendo nuestro apartado de Fantasía Checa de la mano de Cecil B. Demente), en cuyo período realizó cuatro películas entre las que se encuentra la magnífica Los amores de una rubia, de 1965, que en su país arrasó en taquilla y obtuvo muy buenas críticas en todo el mundo. Justo un año después, Jiri Menzel, que también estaba integrado en aquel original y sorprendente movimiento cinematográfico, estrenó la adorable Trenes rigurosamente vigilados, muy emparentada con la de Forman ya que tienen en común varios detalles: ambas son comedias agridulces con una puesta en escena basada en mostrar únicamente situaciones reales en las que se encuentran los personajes, puestos a prueba en varios momentos en los que, a causa de su manera de ser, nace perfectamente un humor tan sorprendente como brillante al surgir de forma tan natural. Aunque, sobre todo, se asemejan mucho por sus jóvenes protagonistas, bastante tímidos e introvertidos pero, además, debido a detalles que se van viendo en sus correspondientes historias, absolutamente tristes y frágiles.
Ya en el primer plano de Los amores de una rubia se nota claramente que estamos ante algo diferente y que parece que resultará bastante cómico. Vemos a una chica con una guitarra que mira a la cámara y pocos segundos después se pone a cantar una curiosa canción de amor, con unos coros que la acompañan que no sabemos de dónde proceden. Al poco rato, cambiando de plano y mientras ella va cantando, irán apareciendo las letras de crédito.
La historia que luego se narra tiene como protagonista a una joven llamada Andula (Hana Brejchová), una rubia con mirada triste que trabaja en una fábrica de zapatos de una pequeña ciudad llamada Zruc y que reside en un internado con otras compañeras. Mediante dos escenas cortas sabremos que la chica va teniendo pretendientes y ella se lo cuenta todo por las noches a una amiga de ese internado. Más adelante, la veremos con dos chicas en un baile al que han acudido cientos de soldados del ejército, un convite propuesto por un encargado de la fábrica por la única razón de que en esa zona viven unas 2.000 chicas sin novio y que para cada chico corresponden 16 chicas. El único problema es que los soldados son mayores y casi todos casados. Pero Andula se fijará en el chico de la banda que toca el piano, al que luego conocerá con más tranquilidad y que se llama Milda (Vladimír Pucholt).
Planteada la sinopsis, hay que decir que la película contiene tres momentos memorables que perdurarán para siempre en la mente del espectador. Indudablemente, el primero es el baile mencionado ya que está planteado y rodado de forma asombrosa debido a la colocación de la cámara, como si fuera un documental, mostrando las caras de seriedad de los soldados y de las chicas, y también por los diálogos que hay entre las dos mesas protagonistas de toda esta brillante secuencia. En el momento en que Forman se centra en la mesa de Andula con sus dos amigas y en la mesa que se encuentran tres soldados, situada en frente de ellas pero a una cierta distancia, el espectador disfrutará de esos planos-contraplanos que van mostrando el avance de esa situación tan incómoda para ellas, ya que se fijan que son observadas por ellos y los encuentran horribles temiendo que se acerquen y les inviten a bailar, y para ellos, ya que son muy tímidos y no saben si atacarlas o no.
El segundo momento es cuando, bastante más tarde, Andula entra en la habitación donde se hospeda Milda, el chico del piano. Con él entablará una simpática conversación en la cama, cuando él le dice que, por sus curvas, le recuerda a una guitarra de Picasso y ella no lo conoce y él le dice que es un pintor y describe la manera que tiene de representar a algunas mujeres (este momento es el vídeo que he puesto al final).
Y por último, el tercer momento (que representa la última media hora) es cuando Andula decide ir a Praga a la casa de los padres de Milda pero llega algo tarde y encima él no está ya que se encuentra fuera tocando con la banda. Gracias a eso, conoceremos a esos dos grandísimos personajes que son sus padres y otra vez oiremos unos fabulosos diálogos salidos únicamente por la naturalidad del momento, con la preocupación de la madre por no saber nada de que su hijo salía con una chica ni de que iba a ir a su casa, además de la desfachatez de Andula por ir allí solo por haberlo conocido un fin de semana (aunque Andula le dice que Milda la invitó a venir), y con la casi indiferencia del padre, que intenta calmar los nervios de su mujer y que tiene claro que su hijo hace lo que le da la gana.
Como curiosidad, hay que decir que en esta película hay actores profesionales y no profesionales. Por ejemplo, de los tres soldados de la escena del baile el único actor es el popular actor checo Vladimír Mensík, que interpreta al más lanzado y atrevido de ellos, de ahí la grandeza del resultado de toda esa secuencia. Igual que los padres de Milda, interpretados por Josef Sebánek y Milada Jezková, que fueron descubiertos por casualidad: mientras buscaban el apartamento para esta escena, el director de fotografía, Miroslav Ondricek, los llevó a casa de los tíos de su esposa y cuando ya era bastante tarde y estaban algo borrachos, tuvieron claro que el tío tenía que hacer el papel del padre; en cuanto a la madre, fue vista en un tranvía mientras estaba hablando de forma muy expresiva. Ambos aparecieron también en la siguiente película de Forman, Horí, má Panenko (1967), también una comedia interesante y simpática pero que no llega al nivel de esta. Y en cuanto a Hana Brejchová, que interpreta a las mil maravillas a la joven protagonista, es la hermana menor de la primera mujer de Milos Forman, la actriz Jana Brejchová.
"Una bellísima comedia agridulce con tres secuencias inolvidables debido a la naturalidad de las situaciones y unos diálogos brillantes"