Revista Psicología

Los amores perversos o el maltrato

Por Gonzalo

LOS AMORES PERVERSOS O EL MALTRATO PSICOLÓGICO (Y FÍSICO)

Sólo hay que mirar alrededor para constatarlo: en cualquier ámbito, las relaciones humanas se deterioran con asombrosa rapidez. Los amigos se enemistan, los padres y los amantes se abandonan, los hijos y los compañeros se traicionan. Pasamos con relativa facilidad de la idealización y de la dependencia del otro al reproche y a la decepción. A veces surgen dinámicas incluso más peligrosas. A lo largo de la vida mantenemos relaciones estimulantes que nos incitan a dar lo mejor de nosotros mismos, pero también mantenemos relaciones que nos desgastan y que pueden terminar por dañarnos gravemente. Este daño es mucho más corriente de lo que la sociedad reconoce.

Muchas de estas relaciones nefastas se dan en contextos variados -laborales, personales, sociales-, pero suelen ser bien toleradas por una sociedad permisiva que implícitamente mantiene que no debe inmiscuirse en las relaciones entre personas adultas. Al reducir la relación perversa y destructiva a una mera relación de dominación, se convierte a la víctima en el cómplice o incluso el responsable de la violencia soterrada de un intercambio perverso.

Es fácil y seguro manipular a quien te ama o a quien depende de ti: apagar la chispa de vida en el otro, romper su voluntad, quebrantar su espíritu crítico para que no te pueda juzgar. Conocer el perfil de un perverso debería formar parte de una buena -pero en la actualidad completamente inexistente- educación afectiva. La psiquiatra francesa Marie France Hirigoyen describe con maestría las mecánicas perversas en distintos ámbitos personales y sociales en un libro titulado El acoso moral: “…El perverso no es un enfermo. El perverso se ha forjado, con probabilidad, en la infancia, cuando no pudo realizarse. Creó férreas defensas contra los demás para protegerse y así una actitud que podía haber sido simplemente defensiva y aceptable se convierte con el paso de los años en una personalidad incapaz de amar y convencido de que el mundo entero es malvado. Insensibles, sin afectos: ésa es su fuerza. Así no sufren”.

En la mayoría de los casos el origen de la tolerancia de la víctima o de la agresión del perverso se halla en una lealtad familiar que consiste en reproducir lo que uno de los padres ha vivido: “Agreden para salir de la condición de víctima que padecieron en la infancia, cuando tuvieron que separar las partes sanas de las partes heridas. Ahora siguen funcionando de forma fragmentada, dividiendo su mundo en bueno y malo. Temen la omnipotencia que imaginan en los demás porque se sienten profundamente impotentes. Por ello necesitan protegerse hasta destruir”.

Fuente: INOCENCIA RADICAL, La vida en busca de pasión y sentido  (ELSA PUNSET)


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