Este artículo busca hacer una lectura distinta de la Historia argentina desde la perspectiva de los grupos de poder, en este caso Grupo Clarín, haciendo especial énfasis en sus actividades durante la dictadura, cuando se consolidó como monopolio, hasta la fractura con el kirchnerismo y la Ley de Medios Audiovisuales.
Muchos consideran que la Historia es escrita por los pueblos y que son las grandes movilizaciones sociales las que llevan a cabo las transformaciones más significativas. Sin embargo, existen otro tipo de actores sociales, como los grupos de presión, que, en busca de proteger sus mejores intereses, participan activamente en la vida política de un país.
Tal es el caso de Grupo Clarín, uno de los consorcios informativos más importantes a nivel mundial y ciertamente en Argentina, donde ha sido uno de los actores principales de la política nacional. Este grupo ha sabido maniobrar dentro del país con una habilidad envidiable, del peronismo a la dictadura, de la transición democrática al kirchnerismo, hasta el Gobierno actual de Mauricio Macri.
No obstante, tanto su supervivencia como sus elevadas cuotas en el mundo de la comunicación han sido vinculadas a un gran número de casos de corrupción, ya sea apoyando dictaduras, atacando a Gobiernos democráticos y, más recientemente, presionando por la abolición de la Ley de Medios Audiovisuales.
Para ampliar: Clarín. El gran diario argentino. Una historia, Martín Sivak, 2013
Papel Prensa, el inicio de un monopolio
La historia de Grupo Clarín comienza con Roberto Noble, el empresario que inauguró la publicación del diario en 1945, justo en medio de la dictadura conocida como la Revolución del 43, con el general Arturo Rawson al frente. Posteriormente, habría de continuar su trayectoria durante el peronismo para finalmente consolidarse como el periódico más importante de Argentina en 1965 tras la caída de la Revolución Libertadora de Eduardo Lonardi.
Tras el golpe de Estado de 1955, Clarín aseguraba que la situación en el país era tranquila y que el general accedía con normalidad a la presidencia. Fuente: El Payaso Barricada.Gran parte de su supervivencia se debió a su gran adaptabilidad: pasó de ser un ferviente defensor del peronismo a un destacado colaborador de la dictadura de Lonardi tras la caída del antiguo régimen democrático. Fue gracias a su maleabilidad que Clarín pasó de ser uno de los muchos periódicos de circulación diaria a ser el medio de comunicación más importante en el país.
Sin embargo, no fue sino hasta la adquisición de Papel Prensa cuando Clarín inició su meteórica carrera en busca de ser el gran monstruo mediático de la actualidad. Creada bajo los albores de la dictadura militar como parte del programa de desarrollo de industrias básicas con el fin de fabricar celulosa —principalmente para la publicación de medios periodísticos—, Papel Prensa fue adquirida originalmente por David Graiver mediante concurso público.
No obstante, tras la sospechosa muerte del empresario durante un accidente aéreo en México y una fuerte campaña mediática emprendida por Ernestina Herrera de Noble al frente de Clarín, quien rápidamente vinculó a la familia Graiver con la organización guerrillera argentina conocida como Montoneros, la dictadura de Jorge Rafael Videla no se demoró mucho en citar a la viuda de Graiver, Lidia Papaleo, para hacerse con la empresa.
La cesión de las acciones, valoradas en ese entonces en más de cuatro millones de dólares, fue realizada bajo presión por menos de un millón de dólares. Por supuesto, la versión oficial de los hechos asegura que la cesión se dio de manera legal y que no hubo presión por parte de la dictadura. Sin embargo, Papaleo asegura haber sido secuestrada y torturada por el Gobierno de Videla durante seis años y que la empresa fue rematada de manera apresurada por parte de los Graiver en beneficio de De Noble y Héctor Magnetto, actual director de Grupo Clarín.
El hecho de que Papel Prensa haya pasado a manos de Clarín le otorgó un poder de mercado casi monopólico, en la medida en que era la única empresa productora de insumos periodísticos a nivel nacional, lo que colocó a los demás medios de difusión en franca desventaja. Clarín tenía la capacidad de establecer los precios de mercado, así como de negar la venta de papel a medios informativos poco alentadores con el régimen o que simplemente representaran una competencia directa para su grupo empresarial.
Actualmente, Papel Prensa es controlada en un 49% por Grupo Clarín, un 22% por el diario La Nación y un 27% por el Estado y produce 170.000 toneladas anuales de papel, con las que abastece a 130 clientes de todo el país.
Amigos de los poderosos
Es importante no perder de vista que, como grupo de presión, Clarín posee una gran flexibilidad ante el poder y apoya a Gobiernos democráticos y dictatoriales por igual. Esto sugiere que, lejos de llevar información y cultura al pueblo argentino, lo que en realidad busca es conservar y acrecentar los intereses de sus principales accionistas, sin que esto implique necesariamente un atentado contra las leyes del Estado.
Cuando fue necesario para sus intereses, Clarín no dudó en apoyar al peronismo y su política nacional desarrollista, que le permitió ponerse en marcha, pero una vez que este modelo de desarrollo entró en declive no tuvo ningún reparo en callar las atrocidades de la dictadura argentina. Su silencio y ductilidad fueron recompensados mediante el otorgamiento del monopolio para la producción de papel, lo cual le permitió colocarse por encima de sus competidores. Pero, a pesar de las múltiples sentencias y juicios a los que ha sido sometida la empresa, no ha sido posible vincularla de manera directa con algún posible acto de corrupción durante la dictadura militar. Se trata de un claro ejemplo de actividades dentro el “reino de las sombras”, característico de los grupos de interés, “en el cual transcurren prácticas que, sin ser ilegales, sí son consideradas ilegítimas por nuestra sociedad”.
El presidente de facto Videla y la viuda de Roberto Noble, a su derecha, protagonizaron la inauguración de Papel Prensa. Fuente: La Nueva Comuna.Lejos de cualquier juicio moral, estas acciones revelan a Grupo Clarín como un actor social asistémico, capaz de cooperar y complementar a los Gobiernos de turno con el fin de satisfacer unos fines determinados a través de medios de acción convencionales, toda vez que no se ha comprobado ningún acto de ilegalidad. Sin embargo, todo apunta a la gran capacidad que ha tenido este grupo para presionar a las élites políticas cuando estas no satisfacen sus intereses o representan algún peligro para sus objetivos, como sucedió en la reciente pugna contra el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y su polémica Ley de Medios Audiovisuales.
De la agroindustria a los medios de comunicación
Uno de los altercados más destacables en los que ha intervenido Grupo Clarín en los últimos años fue el concerniente a la Ley de Medios Audiovisuales, impulsada por el Frente para la Victoria. En sus inicios, el movimiento encabezado por los Kirchner se caracterizó por manejar una política a favor de la agregación de intereses generales colectivos y en contraposición a los intereses de grandes corporaciones, en consonancia con lo postulado por otros países de la región durante el giro a la izquierda latinoamericano.
Para ampliar: “El surgimiento de la concepción política anticorporativa del Frente para la Victoria en Argentina”, Pamela Sosa, 2016
No obstante, este tipo de maniobras políticas generaron tensión en varios sectores empresariales. Tal fue el caso de las corporaciones agropecuarias, que en 2008 se enfrentaron al Gobierno kirchnerista debido a la implementación de un sistema de retenciones fiscales móviles en el mercado de la soja, uno de los más importantes para la economía argentina, lo que afectaría a las ganancias del sector. El Gobierno kirchnerista solicitó el apoyo de Grupo Clarín, el cual en sus inicios se presentó como uno de sus aliados, pero los medios de comunicación pertenecientes al conglomerado decidieron no tomar partido en el conflicto y de hecho presionaron a la entonces presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, para echar atrás su disposición.
Con el tiempo, el conflicto entre la agroindustria y el Gobierno creció hasta llegar a la quema de pastizales en el delta del Paraná, acto del que fueron acusados los productores de la zona, quienes se oponían ferozmente a la propuesta presidencial. Sobre este punto, Grupo Clarín desempeñó un papel determinante, debido a que mantenía vínculos empresariales con el sector agroindustrial, lo que hacía imposible cualquier tipo de alianza con el Gobierno kirchnerista. Comenzaría de esta manera una guerra entre ambas partes, con ataques directos como el ya famoso del expresidente Néstor Kirchner, al tiempo que iniciaba la disputa por la Ley de Medios Audiovisuales.
Para ampliar: “¿Qué te pasa, Clarín? ¿Estás nervioso? Acerca de la mediatización de la vida política contemporánea”, Jorge Stefoni, 2016
La batalla por la desconcentración mediática
Ante la negativa de Clarín en lo concerniente al conflicto agropecuario, la respuesta de los Kirchner no se hizo esperar en la forma de una ley que buscó llevar a cabo un proceso de desconcentración mediática y, de paso, poner fin al oscuro proceso de concentración iniciado en la década de los setenta con la compra de Papel Prensa por parte de Grupo Clarín, un proceso que se acrecentaría posteriormente con la adquisición de canales de televisión, vía privatización, durante las presidencias de Alfonsín y Menem, así como su acceso al sector financiero, lo que lo llevó a entablar negocios con grupos ajenos al mundo de la comunicación, como fue el caso del sector campesino.
El entramado del Grupo Clarín. Fuente: Democracia y DesiertoEsta medida representó un duro golpe para aquellos medios de comunicación masivos que arrojaban “índices de concentración superiores a la media de la región”, como era el caso de Grupo Clarín. Por su parte, el consorcio empresarial de Magnetto no se quedó de brazos cruzados; antes bien, destacó por no dar difusión de lo acontecido alrededor del problema, con lo que incumplía su promesa de comunicar objetiva y neutralmente y demostraba una vez más sus intereses como grupo de presión resguardándose bajo la excusa de que la nueva ley no era más que un atentado del Gobierno en contra de la libertad de expresión.
Ahora bien, tras varios años de la aplicación de dicha ley, los resultados parecen poco claros. Es evidente que Grupo Clarín logró contrarrestar una y otra vez las disposiciones del Gobierno en materia de monopolios, ya que, si bien es cierto que se vio obligado a desprenderse de algunos negocios, también lo es que tanto su estructura empresarial como su poder en el mundo de la comunicación argentino siguen incuestionados, sobre todo tras las elecciones presidenciales de 2015, en las que Grupo Clarín se encargó de darle especial énfasis a la campaña política del candidato de la oposición, el actual presidente Mauricio Macri. Como dijera el fundador de Clarín, “yo no puedo ser presidente, puedo hacer presidentes”.
Esta situación trajo consigo nuevas muestras de las actividades de Clarín como grupo de presión dentro de la política. El mismo día que Macri asume el mando firma el Decreto de Necesidad y Urgencia y crea el Ministerio de Comunicaciones, con lo que inicia la derogación de la Ley de Medios Audiovisuales y deja en el aire las cuestiones de la desconcentración mediática y la reparación de la memoria histórica durante la dictadura argentina.
Por supuesto, no existen pruebas sólidas que apunten a un acuerdo explícito entre Macri y Grupo Clarín con respecto a la derogación de la ley. No obstante, las especulaciones y las maniobras políticas de un conglomerado empresarial con un largo historial de actividades cuestionables abren el debate, ya no solo de la concentración mediática, sino del alcance que el poder público da a cierto tipo de empresas, sobre todo en países donde las leyes antimonopolios son difusas.
Es claro que este grupo mediático, como muchos otros, ha buscado presionar al poder político con el fin de influir y agregar intereses sectoriales determinados y aumentar así su influencia política y económica, más allá de sus intereses por defender la libertad de prensa. Sea como fuere, es imposible negar el poder mediático y político de una empresa con cerca de medio siglo de existencia, cuya capacidad se extiende mucho más allá de atacar Gobiernos y levantar políticos. Las prácticas monopólicas de este tipo de empresas pueden llegar a vulnerar derechos fundamentales para la sociedad al conculcar la neutralidad de los medios de comunicación y la vida democrática del país.
Como todo grupo de interés, Clarín transita por el ámbito legítimo de sus propios intereses y la formación de voluntad, pero también por el ámbito menos legítimo de prácticas cuestionables o incluso, en el caso de algunos lobbies, ilegales.