Una de las mejores cosas de las noches de verano, siempre que puedas alejarte de una ciudad, es esperar a que se ponga el sol y ver con tus ojos como en el cielo se va oscureciendo y van apareciendo los planetas y las estrellas. Desgraciadamente, debido a la contaminación lumínica y a la absurda costumbre de poner una farola en cualquier rincón, cada vez es más complicado disfrutar de este espectáculo. Y tan complicado (y tan triste) resulta, que según un artículo publicado recientemente, el 60% de la población de Europa y el 78% de la población de Estados Unidos no puede ver la Vía Láctea.
Esta última semana de agosto está siendo muy interesante desde el punto de vista astronómico, ya que además de coincidir con la luna llena, poco después de ponerse el sol, se pueden ver de oeste a este Marte, Saturno, Júpiter y Venus, que en ese momento se encuentran casi perfectamente alineados siguiendo la eclíptica.
Marte, ya no se ve tan grande como hace unas pocas semanas, cuando el 31 de julio estuvo a tan solo 57,59 millones de km de nosotros, pero aún así todavía es muy visible y se aprecia perfectamente su color rojizo incluso a simple vista. Estos días Venus solo se puede ver durante poco más de una hora después del ocaso mientras que Júpiter y sus cuatro satélites galileanos serán visibles hasta una hora después de medianoche.
Cielo nocturno el 26 de agosto a las 21:50h. Imagen de Stellarium. Haced clic para ampliar
Pero de todos los planetas, el más espectacular de todos es Saturno, que aparecerá más alto sobre el horizonte que el resto y que a simple vista solo se verá como un pequeño puntito no demasiado brillante y sin un particular interés. Y eso es lo que se pensó durante siglos hasta que en 1610, Galileo, gracias a su primer telescopio, encontró algo extraño en el planeta que él describió como dos asas en sus extremos. No fue hasta 1659 cuando el astrónomo holandés Christiaan Huygens, usando un telescopio más potente, confirmó que las asas de Galileo eran realmente sus anillos, que dos siglos después se confirmó que no eran un cuerpo sólido sino una nube de polvo y rocas que giraban a una velocidad de 48.000 km/h alrededor del planeta.
Todos los que hemos visto Saturno con ayuda de un telescopio seguro que recordamos la primera vez que apareció ante nuestros ojos, algo que seguramente no nos haya pasado con ningún otro astro del firmamento. En ese instante nos dimos cuenta de que esos anillos existían de verdad y que no eran solo una representación artística en los libros del colegio. Hace un par de días pude enseñarle Saturno a mi hijo Jacobo, y pude comprobar en su cara de sorpresa que sintió lo mismo que había sentido yo, pero cuanto tenía 15 años más de los que él tiene ahora.
Y aunque mi telescopio no es el mejor para ver el firmamento y mi cámara y mi objetivo tampoco son los más adecuados para este tipo de fotografías, no me pude resistir a intentar captar una imagen de ese momento. Después de varias pruebas y fotografías descartadas, y después de un considerable recorte, aquí os dejo el resultado.
No es ninguna maravilla pero bueno, ahí tenéis a esa pequeña bolita con su anillo, que en estos momentos se encuentra a unos 1300 millones de kilómetros de nosotros moviéndose a una velocidad orbital de 34.820 km/h.
Si tenéis la oportunidad de salir una de estas noches y ver a Saturno con vuestros propios ojos, os aseguro que será es una experiencia que no vais a olvidar. Solo necesitáis un telescopio, aunque no sea demasiado potente, y si la visibilidad es buena y tenéis un buen pulso, quizás tengáis suerte con unos prismáticos. Y por cierto, si os levantáis poco antes de amanecer ya podréis ver a Orión que empieza a aparecer por el horizonte a esa hora aunque no será hasta dentro de unos meses cuando se convierta en el dueño de la noche.
NOTA: haced clic sobre las imágenes para verlas con mayor detalle. Si querés ubicar los planetas, estrellas y constelaciones, os recomiendo que instaléis en el ordenador el programa STELLARIUM, o o su aplicación para el móvil.